El País
MADRID, ESPAÑA.- ¿Qué es la excitación? ¿Qué la provoca? ¿Por qué una misma escena puede suscitar repulsión a unas personas y estimular sexualmente a otras? ¿Hay algún límite? ¿legal, moral, mental? En el arte no hay nada prohibido. El pensamiento es libre. Por eso hemos decidido repasar algunas de las secuencias más excitantes de la historia del cine como si de un rosario de perversiones se tratara. Con delicadeza, pero también con morbo.
El Cartero Siempre Llama dos Veces (B. Rafelson, 1986)
Remake del clásico dirigido por Tay Garnett en 1946, El cartero siempre llama dos veces es la historia de un triángulo amoroso-sexual entre una mujer resignada, el dueño de un restaurante de carretera y un autoestopista que entra a trabajar en el negocio, más por el morbo que le produce la chica que porque realmente le apetezca el puesto. Sin embargo, más allá de la trama, esta versión dirigida por Bob Rafelson pasó a los anales de la historia del cine por el sexo practicado por Jessica Lange y Jack Nicholson sobre la mesa de la cocina, entre la harina y los cuchillos. La pasión desbocada que desplegaron ambos intérpretes hay que agradecérsela principalmente a ellos y al director, ya que, al parecer, en el guión del excelente David Mamet simplemente decía: ?Se besan?.
Bajos Instintos (Paul Verhoeven, 1992)
Una guapísima escritora con una gran capacidad para escribir novelas de intriga que se parecen demasiado a diversos crímenes reales. Una investigación. Un interrogatorio. Éste que ilustran las fotos, en el que el personaje interpretado por Sharon Stone se muestra a ?corazón abierto?. Las caras de pasmo de los policías ante las insinuaciones, las respuestas y, sobre todo, los movimientos de piernas de la mujer, dejando libre toda su personalidad y abrazando la infinita imaginación de contrincantes dialécticos y, por supuesto, espectadores, convierten a la secuencia en un torrente de sensaciones. ?¿Ha tenido alguna vez en su vida una experiencia sadomasoquista??, le pregunta uno de los detectives. Respuesta con una pregunta, tomando el mando de la situación: ?¿Exactamente qué es lo que tiene usted en mente, señor Corelli??. Desde luego, no es la única secuencia excitante de una película tan entretenida como palpitante, pero sí la que permitió a los fanáticos, sobre todo tras la salida al mercado del DVD, pocos años después, de congelar la imagen justo en el momento más imponente y comprobar así cuánto de cierto había en los imaginativos destellos que nos habían permitido elucubrar sobre el sexo de Sharon Stone.
Crueles Intenciones (Roger Kumble, 1999)
Dentro de una decepcionante película también se puede encontrar una joya del sexo intrínseca y extrínseca como ésta. Crueles Intenciones, adaptación ambientada en el instituto de Las Amistades Peligrosas (libro de Choderlos de Laclos), estaba protagonizada por una de las heroínas de la adolescencia americana del momento, Sarah Michelle Gellar, la protagonista de la serie de televisión Buffy Cazavampiros y de Sé lo que Hiciste el Verano Pasado, lo que provocaba en la escena aún más morbo. Ella interpretaba el mítico papel de la marquesa de Merteuil (Glenn Close, en la versión de Frears), una malvada capaz de intrigar en contra de cualquiera o enseñar a la dulce y virginal Cecile (Selma Blair) cómo se da un beso de tornillo con lengua.
Amenaza en la Sombra (Nicholas Roeg, 1974)
El grandioso y experimental director británico Nicholas Roeg confeccionó una joya del montaje a través de dos acciones paralelas. Al tiempo que se muestra el sexo salvaje (muy explícito para la época en la que está rodado) entre un matrimonio de vacaciones en Venecia, se intercala la frialdad de la misma pareja mientras se arregla para asistir a una aburrida fiesta de lujo. El destrozo que ha causado en sus vidas la muerte de su hija pequeña los transforma en máquinas capaces de ir de un extremo al otro en apenas un segundo. Se dice que Donald Sutherland y Julie Christie estaban liados mientras se rodaba este paranoico y descomunal thriller psicológico.
El Graduado (Mike Nichols, 1967)
Ser seducido por una madura y guapa mujer, a la que has conocido desde pequeño. ¿La ilusión de cualquier jovencito? Quizá. Que te pida en una fiesta familiar que la lleves a casa; que te confiese ser ?una neurótica?; que te invite a una copa y ponga música insinuante; que te diga que su marido ?volverá muy tarde? porque se fue para ?varias horas?; que te pida que la acompañes a la planta de arriba de la mansión; que te suplique que le bajes la cremallera del vestido; que, finalmente, te confiese la siguiente frase: ?Quiero que sepas que estoy a tu disposición?. Nichols filmó una larguísima secuencia en la que el in crescendo dramático ponía cada vez más nervioso al joven que interpretaba Dustin Hoffman y, al tiempo, más excitado al propio espectador.
El Nombre de la Rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986)
El joven novicio Adso de Melk recoge cada día la sabiduría de su instructor, el portentoso Fray Guillermo de Baskerville. Pero, como recuerda el personaje al final de la película, ninguna experiencia le marcó tanto como este furtivo encuentro en la alacena de la abadía con una paupérrima joven de voluptuoso cuerpo. Las manos temblorosas del adolescente interpretado por Christian Slater se posan sobre el pecho de la muchacha y su voto de castidad pasa a convertirse en un espíritu quebradizo. Con su tonsura y sus hábitos de franciscano imposibles de quitar con facilidad, Adso vive una de esas experiencias que más tarde se recuerdan con tal claridad que parecen más un sueño que un acto realmente vivido.
Baby Doll (Elia Kazan, 1956)
No cabe en esta extraña mezcla de cuna y cama, y se chupa el dedo, pero sólo físicamente. Mentalmente se las sabe todas. Es Baby Doll, una chica de 18 años casada con un matón de mediana edad que ha prometido mantener la virginidad de la chica hasta que cumpla los 20. Kazan, en contra de las acusaciones de indecencia que se cernieron sobre él en la época, defendía su poderosa imagen con estas palabras: ?El hecho de que Baby se chupe el dedo no significa que quiera que le metan un pene en la boca. El tópico de los tópicos en el cine americano es que todo conduce al sexo, pero en la vida no es así?. ¿Ah no? La mente calenturienta del espectador puede pensar o no lo que le venga en gana, y con eso juega el inteligente Kazan, que con un único plano consiguió lo que otros no logran con infinidad de explícitas vulgaridades.
Cuando Harry Encontró a Sally (Rob Reiner, 1989)
¿Pueden fingir las mujeres el orgasmo? ¿Saben hacerlo sin que el hombre lo note? ?Ni soñarlo?, dice Harry, el gran amigo, confidente y eterno aspirante a amante de Sally. Así que ella pasa a la acción, a una demostración empírica de cómo se puede mostrar el placer a base de gemidos, ruidos y demás sonidos guturales, sentada en una mesa de una simplona cafetería, rodeada de gente y acompañando sus gritos de unos cuantos puñetazos en la mesa. Un apasionante polvo sin que nadie le roce un poro de la piel y mientras se come un sandwich. De modo que el público que les rodea lo único que ambiciona después de oír a Meg Ryan es un menú igual de reconstituyente. ¿Pueden engañar las chicas sobre sus pasiones en la cama? Definitivamente, sí.
Crash (David Cronenberg, 1996
Los protagonistas de Crash quieren vivir hasta el límite su sexualidad. Pero, ¿dónde está el límite? ¿En ponerse cachondos haciendo el amor mientras se tiene un accidente de coche? ¿En que tu pareja tenga unos cuantos aparatos ortopédicos en el cuerpo? Quizá sí. Cronenberg filma el sexo a ritmo de atropello, como una mortal enfermedad psíquica y física que te deja tan excitado como, probablemente, lisiado. De modo que el placer acaba residiendo en un amasijo de hierros y en un buen puñado de cicatrices en la piel y, con toda seguridad, también en el alma. James Spader, Holly Hunter, Rossana Arquette y Deborah Unger lo saben muy bien.
Y tu Mamá También (A. Cuarón, 2001)
El mejor ?ménage à trois" del cine reciente. Maribel Verdú juega con Diego Luna y Gael García Bernal. Una buena borrachera que acaba con la chica poniendo música en una máquina de discos, un baile sensual, un último tequila y un triángulo, iniciado en una terraza de playa y culminado, como no podía ser de otra forma, en privado. De forma explícita, pero filmando la secuencia con enorme delicadeza, Cuarón hace que sus chicos lleguen hasta el final: es decir, a provocar placer no sólo en el personaje de Verdú, sino también a provocárselo entre ellos mismos.
Nueve Semanas y Media (Adrian Lyne, 1986)
Sin duda no es el mejor, pero quizá sí el striptease más famoso del cine moderno. El que todo el mundo recuerda e incluso el que todo el mundo tararea bajo los acordes de la canción de Joe Cocker. Paradigma de los horteras años ochenta, de los filtros azules y de los miles de anuncios de perfume posteriores inspirados en la escena, Nueve Semanas y Media elevó a Kim Basinger al estrellato gracias a un filme tan pésimo como aparente.
¡Átame! (Pedro Almodóvar, 1990)
Las geniales ocurrencias de Almodóvar. Colocar a Victoria Abril en una bañera y darle un submarinista mecánico de juguete que se mueve a base de cuerda y que lo mismo se sube por la parte superior de su cuerpo que penetra (o intenta penetrar, con el roce correspondiente) en las partes más íntimas de la mujer, lo que provoca el consiguiente gesto de placer.
El Último Tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972)
El existencialismo y el sadomasoquismo, unidos en una misma película. La protagonizada por un hombre con intención de suicidarse y una desconocida con la que organiza furtivos encuentros en un apartamento más desnudo que ellos mismos. La joven e ingenua parisina, y el maduro y sabelotodo estadounidense se fundieron en un acto de sexo al que sólo le faltaba un ingrediente: la mantequilla. Alimento que hizo que saltaran todas las alarmas de la censura de la época y que los conservadores más recalcitrantes se echasen las manos a la cabeza. Desde entonces las tostadas se vieron de la misma forma.
Atracción Fatal (Adrian Lyne, 1987)
Casado, con hijos, feliz. Pero, como dice la expresión popular española, de Rodríguez. La esposa y la familia están fuera, de fin de semana. Entonces se produce un encuentro casual con una mujer que, al minuto, le hace sentirse importante, atractivo. Ésta es mi oportunidad, piensa: ?Un polvo fácil y si te he visto no me acuerdo?. Allá va. Pero a veces las cosas se tuercen. Atracción Fatal es la demostración fehaciente de que, en determinadas ocasiones, tras el subidón viene el bajón. Embarazo. Amenazas. Según las encuestas, el filme provocó que los espectadores se asustasen tanto que el índice de adulterios el año del estreno se vino abajo.
La lista sigue
Otras cintas que han causado revuelo son:
-Kissed (Lynne Stopkewich, 1996): Una mujer obsesionada desde niña con la muerte termina trabajando en su gran pasión, como empleada de un depósito de cadáveres, donde acaba dando rienda suelta a su ilusión/perversión: hacer el amor con los bellos y entumecidos cuerpos de los cadáveres.
-Arroz Amargo (Giuseppe De Santis, 1949): El italiano Giuseppe de Santis construyó una intriga de cine negro ambientada en escenarios de aparente cine social y dejó para la historia la estampa de este sinuoso e inolvidable perfil de Silvana Mangano, que remojaba los pies en el barro como nadie. O al menos así lo parecía. La actriz, que entonces contaba con unos 19 años de lo más maduros, se convirtió en estrella.
-De Aquí a la Eternidad (Fred Zinnemann, 1953): Esta composición casi pictórica con los cuerpos serranos de Burt Lancaster y una más sexy que nunca Deborah Kerr, tumbados en la arena, dando rienda suelta a su adulterio y con el oleaje acechante, ni siquiera estaba prevista en el guión. Fue una inspiración de último minuto de Fred Zinnemann, un larguísimo beso que conmovió en la época.
-Mentiras Verdaderas (James Cameron, 1994): Un ama de casa reconvertida en agente secreto debe dejar patidifuso a un hombre que no sabe que se trata de su marido con un striptease a contraluz en el que tiene que actuar como una verdadera profesional.
-El Corazón de Ángel (Alan Parker, 1987): El detective Harry Ángel conoce a la guapísima Lisa Bonet con la que hace el amor en una habitación desvencijada entre la música jazz de Nueva Orleans y múltiples goteras. Una salvaje relación en la que los cuerpos pasan de desprender sudor a exhalar sangre.
-Más que Amor, Frenesí (Bardem, Menkes, Albacete, 1996): Con un tono valiente y evidentemente elevado sexualmente hablando, los directores filmaron una de las secuencias homosexuales más impactantes de la historia del cine español.
-Fuego en el Cuerpo (L. Kasdan, 1997): ?No deberías llevar esa ropa?, le dice William Hurt a Kathleen Turner. ?Pero si sólo es una blusa y una falda?, le contesta la mujer. ?Entonces no deberías llevar ese cuerpo?, zanja el hombre. Este diálogo de la película de Lawrence Kasdan demuestra que, a veces, pueden excitar mucho más unas palabras sentenciosas cargadas de morbo que todos los desnudos del mundo. Después, cuando Kathleen se quitaba por fin la ropa, todos estábamos convencidos de que aquello era lo máximo.
-Cantando Bajo la Lluvia (Donen y Kelly, 1952): Un plano con las interminables piernas de la hermosa Cyd Charisse abre una secuencia de baile que deja boquiabierto a Gene Kelly y al público. Los muslos, los movimientos de cadera, la gran altura de la actriz y las bocas que se rozan convierten ese sensual vestido verde de enormes aberturas en un semáforo al que no se le puede quitar ojo durante varios minutos.
-Río Rojo (Howard Hawks, 1948): Dos vaqueros que no se conocen se bajan de sus caballos y mantienen la siguiente conversación: ?Bonita arma la que lleva usted, me permite verla... Tal vez le interese ver la mía?. Mirada condescendiente. ?Bonita, muy bonita. Sólo hay dos cosas mejores que un arma: un reloj suizo y una mujer?. Nueva mirada a los ojos. ?¿Ha tenido alguna vez un reloj suizo??. ?¡Vamos, pruébela!?. Disparo. ?¡Eh, es muy buena!?. Dispara el otro. ?¡Eh, y ésta también!?. Ambos disparan consecutivamente, a ritmo, como en un acto sexual. Este magnífico diálogo entre Montgomery Clift y John Ireland, escrito por Charles Schnee, es un icono de la homosexualidad y la muestra definitiva de cómo engañar con inteligencia al conservadurismo.
-Amarcord (Federico Fellini, 1997): Otro joven en manos de una mujer madura. La señora seduce al joven al tiempo que le echa la bronca. Demostrando quién manda, quién es la jefa. Es el momento de dejar a la vista lo que hay debajo de ese jersey de color azul cielo. Se intuía, pero el descomunal tamaño era difícil de imaginar. Y el chaval se hunde en la inmensidad. ?¡No soples, chupa!?, le regaña la mujer. Pero parece imposible. Es un aficionado; un aficionado que, más que disfrutar, se está ahogando.
FUENTE: El País