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Federico Reyes Heroles

“Olvido: depósito refrigerado

de las grandes esperanzas”.

A. Bierce

En estos momentos nuestro riesgo mayor es la complicidad por olvido. Han transcurrido tres semanas desde que el país supo de la connivencia del gobernador de Puebla hacia un empresario que podría estar vinculado al horror humano. Hace tres semanas que los mexicanos nos enteramos de la violación de los derechos básicos de la periodista Lydia Cacho. Se pueden tener dudas, un juez deberá dirimirlas, sobre el involucramiento del empresario en actividades de pederastia. Pero de lo que no cabe duda es del pernicioso encadenamiento de acciones impulsadas por el gobernador en contra de una ciudadana. A los argumentos se les contrapone una multitud vociferante. La intención es acallar, generar olvido.

El PRI reaccionó tarde y débil. Ni siquiera un asunto de esta calaña provocó una definición de principios. ¿Cómo pueden convivir en la misma casa? ¿Cómo llevar adelante una investigación adecuada si son las autoridades las imputadas? Un mínimo de dignidad llevaría a una licencia. Ya si los principios no operan, entonces por mero cálculo electoral el PRI debía cortar el lastre. Nada ocurre. Que el tiempo se interponga, es la estrategia, que se olvide. ¿Cómo puede gobernar una persona con un cuestionamiento a su autoridad de esa magnitud?, se ha preguntado con toda justeza, el líder nacional de la COPARMEX, Alberto Núñez.

Alguien tiene que restaurar los mínimos de dignidad en el ejercicio del poder. Pareciera que sólo la memoria histórica, la conciencia ciudadana podrá librarnos de esta ignominia. No es que ya no exista la concentración de poder para una maniobra así, esa sería una buena noticia. Pero quizá estamos ante algo peor: México vive una disolución moral de muchos gobernantes. Los referentes éticos se tambalean.

En 2003 el presidente Fox desatendió todos los llamados que le hiciera el IFE para retirar los impertinentes promocionales pagados desde la Presidencia para promover a su partido y “quitar el freno al cambio”. Tuvo que haber una suerte de ultimátum de la institución electoral para que reaccionara. No se olvida. Tres años después se repitió la historia. No es que no sepa qué hacer o cuál es el camino correcto.

La reedición del capítulo desnuda una vez más esa actitud de provocación airada, de soberbia, de a mí no me tocan, del “abusadillo” típico que quiere ver qué tanto se cuela. Cero principios. Es el mismo individuo que trató de convencer sobre su inocencia en el asunto del paraje San Juan o el desafuero. El mismo que intentó desaparecer al PRI y para tal fin hasta caballos de Troya usó. Tampoco se olvida.

Entre la falta de profesionalismo sin vergüenza, las provocaciones sistemáticas, la larguísima saga de su esposa y las torpezas sin número (en una década EU nos va a rogar por mano de obra ???) Vicente Fox no pareciera llegar a este sexto año con un alma crecida en el poder. Porque también ocurre, no todos se degradan, los hay también que descubren lo mejor de sí mismos y lo entregan. No es el caso. Esa carencia de referentes éticos se agrava por la infinita podredumbre que a diario aflora. Conocerlo es un avance, nos dicen, y puede ser cierto pero ¿y los correctivos?

Sesenta y cinco familias de los mineros accidentados viven la peor de las desgracias, ni siquiera han podido enterrar a sus muertos. En estos días nos enteramos de que sólo hay l2 inspectores para 129 minas en Coahuila. El líder saliente del gremio quedará en la historia como símbolo de la degradación sindical: entre mansiones “pelean” por las conquistas de su agremiados que se resumen en menos de diez dólares, por jornada. Plazas que se heredan como tradición medieval, liderazgos que también se heredan para ofensa de los mexicanos que en verdad dejan la vida en los socavones. El país es testigo a diario de unas campañas repletas de dudas sobre la sinceridad de los dichos, pero eso sí, campañas donde los “acarreos” viven sus mejores momentos: ya no son práctica única del PRI, con la democracia se socializaron, ya los usan en todos los frentes.

Mientras el ofensivo muro fronterizo es levantado y los golpes de pecho del nacionalismo resuenen por todas partes, los congresistas que ya se van olvidan que han sido incapaces de generar una nueva legislación sobre seguridad pública que intente, por lo menos, atender la desesperación ciudadana por el tema. Por lo visto tampoco registran que esa inseguridad es una de las principales causas para no invertir en México. En parte por eso no se generan las plazas que requerimos, por eso la migración, por eso el muro que tanto les irrita.

Quizá la única buena noticia en este desfile de inmundicias y pequeñeces, sea el anuncio del Colegio de Ingenieros Civiles de una lista de 109 proyectos concretos de infraestructura que podrían llevar a México a otro estadio de desarrollo. Por fin alguien piensa en grande, como grandes son los requerimientos de México. La cifra requerida para esas inversiones en puertos, carreteras, corredores turísticos, agua potable, etc. asciende a 700 mil millones de dólares en una década. Ya el Banco Mundial había calculado alrededor de 300 mil.

Carlos Slim fue a dar la nota optimista sobre los alcances que en el mediano plazo podría tener una taza alta de crecimiento económico. Sobra decir que los efectos de círculo virtuoso que el simple anuncio de una propuesta así puede traer son invaluables. México se ahoga por la cortedad de miras, por la degradación. No todo tiene que ser así. No olvidemos las miserias, tampoco las potencialidades de un futuro que puede estar allí. Es tiempo de escapar del olvido.

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