El PAN 206 diputados y 52 senadores; el PRD 127 y 33, respectivamente; el PRI 103 diputados federales y 29 senadores de la República. De esta manera quedarán conformadas las tres principales fuerzas políticas en el Congreso de la Unión a partir del primero de septiembre próximo, de acuerdo con la resolución del IFE y después que el Tribunal Electoral desechara los juicios de reconsideración que ante esta instancia hicieron valer partidos y coaliciones en contra de los resultados de las elecciones de diputados federales y senadores.
Los datos anteriores permiten imaginar varios escenarios. De entrada, que ningún partido político por sí solo tendrá mayoría absoluta en ninguna de las Cámaras y que el PAN como grupo mayoritario en la Legislatura que aperturará sus trabajos en menos de quince días, tendrá por necesidad que lograr acuerdos y consensos mediante la negociación política, si quiere sacar adelante su agenda legislativa y el programa de gobierno de su candidato presidencial, si eventualmente el propio Trife le reconoce el triunfo y lo declara presidente electo, tomando posesión de su cargo el próximo primero de diciembre.
Las reformas estructurales en materia económica y social, pendientes desde hace varias Legislaturas, implican de manera inevitable modificaciones a la Constitución Política y para que éstas procedan requieren que sean acordadas por las dos terceras partes de los individuos presentes en la sesión celebrada por cada Cámara en la que se aprueben dichas reformas, además de ser aprobadas por la mayoría de las Legislaturas locales.
Si, por ejemplo, a la sesión reformadora asistiera la totalidad de sus miembros, situación bastante improbable por cierto, se necesitaría el voto de por lo menos 334 diputados y de 85 senadores. Es lo que se llama mayoría calificada. Ningún grupo parlamentario podrá contar con ese número de votos en la inminente Legislatura.
Tarea difícil, ardua y complicada, pues, la que les espera a los coordinadores de las bancadas partidistas que estarán representadas en el Congreso; tendrán que demostrar capacidad de persuasión, oficio político, apertura al diálogo, alteza de miras, manejo dialéctico y sobreponer los intereses del país a los de su partido. De no darse en ellos estas cualidades mínimas, seguramente el resultado será el fracaso y saldrá perjudicada nuevamente la nación, es decir, la población mexicana.
El nivel de confrontación en que se hallan actualmente el PAN y el PRD por la inconformidad de este último con los resultados de las elecciones presidenciales, permite avizorar un escenario político-legislativo lleno de espinas, púas y minas entres esas dos fuerzas políticas.
Muy difícilmente, no queremos decir que imposible, podrá darse el acuerdo y la coincidencia de perredistas y panistas en cuestiones estratégicas de la economía nacional, porque tienen diferente visión de país y totalmente distintas las acciones de Gobierno para llevar a cabo sus programas.
El PRI, podrá entonces jugar un papel importante y trascendente en la negociación legislativa, actuando como fiel de la balanza. Al hacerlo, tendrá oportunidad de plantear sus condiciones en la participación parlamentaria. Si actúa con inteligencia, con interés patriótico, colocándose al lado de los requerimientos sociales que exigen una acción legislativa, le será posible recuperar terreno en el ánimo de la población.
Hay también otro escenario posible, el menos deseable: el PRD y el PRI pueden unir fuerzas en el Congreso y ponerse de acuerdo en cuestiones trascendentales para impedir que prosperen las propuestas que eventualmente presente el PAN y la consecuencia sería una parálisis legislativa que a nadie conviene porque a nadie beneficia. ¿Cuál escenario considera usted que debe prevalecer?
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