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ESPACIOS ARGUMENTALES| ¿De qué modernidad hablamos?

JOSÉ JUÁREZ MEDINA

Como todos sabemos, en la disputa electoral, por lo menos en nuestro país, no se apela a una lucha civilizada, moderna, palabra que gustan usar mucho políticos y gobernantes. Sin embargo, particularmente en la coyuntura que estamos viviendo, uno de los contendientes está haciendo uso excesivo de lo que los ?genios?, ?creativos?, de la publicidad, especializados en la manipulación de masas diríamos, llaman publicidad negativa.

Esta publicidad negativa no es otra cosa que sustituir la promoción y el debate de ideas, de propuestas y de proyectos frente a la ciudadanía electora por la mentira, la calumnia, la manipulación y, en ocasiones, con el insulto personal al adversario; es decir, todo lo contrario a lo que sería lo indicado para avanzar hacia una consolidación y madurez democrática en este país. Una cara más del obstáculo que representan los medios, no en sí, sino por la manera en que éstos son usados (como mercancía), para la democracia. Paradojas de la modernidad.

De particular interés resulta reflexionar un poco sobre la manera en que una de las partes en la disputa realza los avances que se han registrado en el país en los últimos años (sin enumerarlos en detalle), lo cual nos ha llevado la modernidad, por lo que, en consecuencia, optar por una visión alternativa de dirigir al país, nos llevaría al retroceso, nos mandaría al atraso, con la etiqueta de ?populistas?, que es peor.

No es cuestión de caer en una posición relativista, pero si con el término modernización se quiere hacer referencia a una situación que representa una mejora en las condiciones de existencia general de una sociedad o de una persona, en relación a tiempos pasados, habría que preguntarse si realmente se ha modernizado la economía y la sociedad, cuando los indicadores internacionales de competitividad, productividad, investigación y desarrollo tecnológico, desarrollo humano, educación y otros más, reiteradamente ubican a nuestro país entre los últimos lugares.

¿Es modernización cuando la apertura económica ha significado la ?maquilización? de la economía, con una escasa integración sectorial, sujeta a la dinámica del aparato productivo estadounidense? ¿Es modernización cuando la distribución del ingreso ha empeorado y los índices de pobreza además de mantenerse muy altos, se perfilan para retomar fuerza? ¿Es modernización la configuración oligopólica de la economía? Todos lo mencionado son aspectos reconocidos por los propios Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional (FMI), principales promotores de esta ?modernidad?, en su reciente reunión, pero también por otros panegíricos de ésta.

Vamos, hasta en el supuesto gran logro (no de esta administración, pero si continuada por esta en comunión de visión e intereses con las anteriores), el cambio estructural en las finanzas públicas puede ser seriamente cuestionado. Del principal resultado de esta visión de conservadurismo fiscal a ultranza, bajo crecimiento y desempleo (fuerte migración en consecuencia) ya se ha hablado mucho.

De mantener el déficit bajo, o llegar a cero, incluso el superávit, como obsesivamente persiguen los funcionarios de Hacienda, también; solamente que en esta ocasión, una vez más, el FMI, (tal como lo habían ya observado analistas del país) señala que el gobierno mexicano desaprovechó los ingresos extraordinarios (de los últimos cinco años) obtenidos por la venta de petróleo, destinándolos básicamente para fines de equilibrio presupuestal. Ahí esta el mérito en el manejo, ¿eficiente?, de las finanzas públicas, del que tanto se vanagloria Hacienda.

Habría pues que ponerse de acuerdo para definir la modernización, más aun si se quiere contraponer esta palabra, con una fuerte carga conceptual, a las de atraso y retroceso, y, en consecuencia, redefinir éstas últimas. La lista de conceptos antitéticos, manejados en versión maniqueísta, puede ampliarse, pero este ejemplo sirve para ilustrar la manera en que una fuerza política, representante de intereses naturalmente, está manejando su estrategia.

Es pues necesario llamar a estos ejercicios de reflexión, siempre que sea necesario. Esto de ninguna manera tiene el objetivo de alimentar una actitud pesimista, o de negar que la inercia cronológica sea portadora de cambios, solamente pretenden ubicar en su justa dimensión las coordenadas de un debate, racional, de propuestas, civilizado pues, en donde las palabras porten su verdadero significado, su contenido preciso. Pretenden contribuir a arrojar agua sobre la polvareda que levantan los políticos en campaña con sus lances irresponsables y de peleadores de callejón. Hay tareas.

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