A estas alturas ya es un lugar común decir que uno de los grandes pendientes de la administración del presidente Fox es el del empleo, y es que la importancia que reviste este tema reside en que es una de las demandas ciudadanas más sentidas, razón por la cual es una bandera que los políticos enarbolan recurrentemente, sobretodo en tiempos electorales.
Ya lo hizo el candidato Fox con vistas a las elecciones del año 2000, prometiendo, vehementemente un millón 200 mil empleos anuales (ya después vendría el pretexto de las reformas estructurales y otras historias).Quizás le faltó aclarar que más de 400 mil de esos empleos anuales se iban a ?conseguir? exportando mano de obra a Estados Unidos.
El incremento notable que ha tenido el empleo eventual en el último año de ninguna manera exime a esta administración de esa falla, precisamente por eso, porque son puestos eventuales, caracterizados por malas condiciones laborales, bajas remuneraciones e inestables.
¿Porqué en está ocasión los candidatos no podrían agitar esta bandera que promete alta rentabilidad política? De hecho ya lo están haciendo, particularmente Felipe Calderón, al reenfocar su estrategia electoral se hace llamar el ?candidato del empleo?, prometiendo que su mandato se va a caracterizar por la generación de empleos, aunque se cuida de no dar cifras, con la idea de que eso le va acarrear millones de votos. Éstos difícilmente provendrán de los casi dos millones de mexicanos que han emigrado a los Estados Unidos en los últimos años.
Como ya es ampliamente conocido, la falta de consenso para dar entrada a las reformas estructurales se viene manejando como el principal obstáculo para que la economía mexicana pueda crecer, sea competitiva?y experimente otras mejoras que les atribuyen a aquellas.
Pues bien, dentro de dichos cambios propuestos está el laboral precisamente. El argumento central para promover éste es que no aumenta la oferta de empleos porque la actual legislación laboral provoca que los costos laborales sean muy altos, lo que desincentiva la creación de puestos de trabajo por parte de las empresas.
En el lenguaje económico neoclásico, que sirve de base a estos planteamientos, se dice que hay una gran rigidez en el mercado laboral mexicano, que no permite ajustar los costos de la fuerza de trabajo a las condiciones del mercado. Es decir, el empleador, debería tener la libertad de ajustar sus costos laborales, tanto el nivel de salario como la oferta de empleo, de acuerdo a las necesidades que éste enfrente al competir, cuestión que se magnifica en un mundo globalizado.
Esta visión, con diversas características y énfasis, se presenta en prácticamente todo el mundo. El caso de Francia es el más reciente, en donde se ha librado una batalla más en torno a estas visiones divergentes.
Así pues, en los hechos parece que la flexibilidad laboral considera al trabajador como un factor más de la producción en el pleno sentido de la palabra (no solamente en el teórico), como una maquinaria, una materia prima, que se puede utilizar o no; poner a funcionar o parar, conforme a las necesidades del mercado, ya sea que éstas estén dadas por el lado de las fluctuaciones de la demanda, o por los la presión competitiva por el lado de los costos.
En una palabra, para que haya más empleos, no se habla si bien remunerados, estables y con certidumbre, se debe permitir la flexibilidad. Si los trabajadores aceptaran ésta, que redundaría en mayor precariedad laboral para ellos y en menores costos para las empresas, entonces estas últimas estarían en capacidad de ofrecer más empleos, desde luego, con las características que implica dicha flexibilidad.
Oficialmente en México no ha cambiado la ley laboral, en los hechos las cifras del IMSS en donde se destaca que la mayoría de los empleos generados en los últimos años (más del 80 por ciento), son de carácter eventual, lo cual indicaría que esta reforma esta en marcha.
Si la manera de funcionar de sistema de mercado, por razones de avance tecnológico y otras más, hace del trabajador un ente ajustable, es algo que debe asumirse en el contexto actual, entonces de alguna manera deberá actuarse sobre las otras condiciones que existían en el mundo laboral de antaño, para mantener la coherencia funcional del sistema, sin tensiones pues.
Es decir la cuestión de la certidumbre, del salario remunerador y la previsión social son problemas que tiene que resolver la sociedad junto con el mercado, pero si se deja que éste último lo resuelva sobre la sociedad, pues entonces se estarán generando fricciones ya que, como lo ha planteado la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se están erosionando las bases del contrato social que caracteriza a las democracias: que todos debemos compartir el progreso.
Esto es lo que tienen que entender no solamente los presidenciables, sino todos aquellos involucrados, el problema del empleo pasa por un replanteamiento del modelo económico, sin duda alguna, pero también sobre el replanteamiento del modelo integral de sociedad. Hay tareas.