El viernes, aprovechando el receso obligado dentro del Mundial, me voy a permitir compartir con usted, amable lector, una experiencia estremecedora: La visita a las instalaciones de lo que fue el Campo de Concentración mas grande de la Alemania Nazi, la prisión de Dachau.
Durante los años previos al establecimiento del régimen del Partido Nacional Socialista en Alemania se fue creando un clima de revancha contra el Tratado de Versalles el cual consideraban infamante. En ese ambiente creció el movimiento Nazi encabezado por Adolfo Hitler quién privilegiaba la superioridad de la raza aria sobre la faz de la tierra.
El régimen de terror instalado por el Führer dentro de Alemania llevó a la segregación de las minorías y con ello a la deportación masiva de judíos quienes en forma mayoritaria fueron ingresados en campos de prisioneros conocidos como de concentración.
La llamada ?solución final? al problema judío implicaba el exterminio, por diversas vías y métodos, de todo aquel que tuviera raíces semitas y para ello se eficientaron, con precisión matemática, las mas crueles torturas concebidas por la mente humana.
En el ?campo de la muerte? se pueden apreciar hasta ahora las barracas donde eran hacinados los prisioneros en condiciones infrahumanas de higiene y convivencia. Los cuartos donde eran desinfectados, como animales, los prisioneros para luego despojarlos de lo poco de valor que llevaban. Las supuestas duchas donde una vez hacinados los presos de ambos sexos, se procedía a liberar el gas que los privaría de la vida y los hornos crematorios en que se incineraban los cuerpos noche y día.
Existe un Museo donde se documenta, con material filmado y fotografías, todo el horror de la muerte sistemática y el desprecio a cualquier forma de piedad por los guardianes de las SS germanas, la policía secreta del régimen.
El lugar es lóbrego pero está iluminado por la luz de un pueblo que quiere reconciliarse con su pasado. Los errores de un régimen político nada tienen que ver con la identidad de los habitantes de un país. El Campo permanece abierto con gran fidelidad histórica para empapar ? y créanme que no lo digo en sentido figurado ? al espectador de tragedia y horror.
Hay varios monumentos dentro del presidio pero llama particularmente el erigido por los sobrevivientes judíos consistente en un candelabro y una estrella de David donde se lee la leyenda ?No olvides ?, como clara alusión a una monstruosidad que no debe repetirse jamás.
La sensación del visitante es fundamentalmente de impotencia. Queda de lado el horror, la indignación , incluso la ira. Simplemente el silencio de las cientos de personas que comparten el pequeño espacio del encierro o miran con ojo ausente la vastedad de los terrenos donde todo aquel que se acercaba a las alambradas era ultimado a balazos queda como mudo homenaje a los caídos.
La Alemania de hoy se disgusta con este tema pero no rehuye su responsabilidad. El problema es que el hombre, cualquiera que sea su raza, seguirá con su ceguera originando tragedias, exterminio, crímenes de lesa humanidad y magnicidios que lo llevaran indefectiblemente a otro holocausto.
La esperanza esta del lado de la ilusión, de la inteligencia , de la ternura, de aquellas madres que fueron capaces de ofrendar su vida en aras de que sus hijos salieran ilesos de estos campos de exterminio, de los miles de testimonios de heroísmo de mujeres, hombres y niños que ni siquiera sospechaban su capacidad de sacrificio, en fin , la solución está en el amor.
Quizá el futbol ,con toda su magia , pudiera contribuir.