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Esperanza enterrada

Javier Fuentes de la Peña

“La lógica me dice que es imposible que se salven los mineros atrapados por la explosión”. Así me dijo ayer un médico, obligándome a reconocer una triste realidad.

Quizá tenga razón ese doctor. Las oportunidades para sobrevivir son mínimas dada la explosión misma, la abundancia de gases y, por si fuera poco, el derrumbe que pudo haberlos privado de oxígeno.

Mientras escribo esto, desconozco si los rescatadores pudieron llegar hasta el punto donde se encuentran los mineros. Mientras tanto, sólo queda mantener las esperanzas, pero cada minuto que pasa me hace estar seguro de lo peor. ¿Cuántos huérfanos y viudas dejará este “accidente”? ¡Cuánto dolor causa la noticia! El 19 de febrero será un día recordado con lágrimas y rabia, pues la tragedia no puede despertar otros sentimientos.

La noticia ha dado la vuelta al mundo. Rescatadores de Japón y Estados Unidos se han unido al equipo mexicano para tratar de llegar al lugar donde están atrapados los mineros que trabajaban en la mina Pasta Conchos, en Sabinas.

Los familiares de los 65 mineros han exigido a las autoridades llegar al fondo del asunto. Sin embargo, como sucede en toda tragedia, nuestros empleados se lavan las manos y atribuyen la desgracia a un accidente que nada tuvo que ver con las condiciones laborales. Incluso, el secretario del Trabajo, cuyo nombre ni siquiera recuerdo, informó que a principios de febrero se revisaron las condiciones generales de la mina y se otorgó el permiso para seguir trabajando. ¿Qué otra cosa pudo haber dicho? Decir que no se habían realizado las inspecciones de rutina sería como darse un balazo en su propio pie.

El hecho de que se hayan realizado las revisiones correspondientes y días después ocurriera una terrible explosión, sólo nos permite pensar en dos alternativas: o las inspecciones se llevaron a cabo de una manera deficiente, o los representantes de la empresa corrompieron a los peritos para así poder seguir explotando la mina y a quienes en ella laboran.

¿Dónde está el dueño de la mina? Hasta el momento no ha dado la cara, ni la dará. Es importante señalar que por parte de la empresa, Rubén Escudero, en calidad de gerente de la mina, ha sido el único que ha ofrecido declaraciones sobre la tragedia.

“Hay impotencia de la empresa, pues no hay una área de trabajo para poder aumentar la labor, por lo que los sistemas de información a los familiares se van a modificar para tener algo ya medible que informar”.

Es cierto, Escudero no miente: hay Impotencia de la empresa. Sin embargo, ¿esa misma impotencia existió al momento de ofrecer a los trabajadores unas condiciones tan peligrosas para explotar la mina? Por supuesto que no.

Industrial Minera México, empresa propietaria de Pasta Conchos, es uno de los consorcios más poderosos en el país. Autodefinidos como la compañía minera más grande a nivel nacional, han sumado una enorme fortuna explotando a los mineros que trabajan en sus propiedades.

Según información del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares, la mayor parte de los 65 trabajadores enterrados, carece de afiliación sindical, de prestaciones y de capacitación para ese trabajo. Además de estos datos reveladores de una explotación laboral, no debe pasarse por alto que Grupo México, como se le conoce a esta empresa, no ha invertido lo necesario para acondicionar la mina y lograr que sea un lugar más seguro para trabajar.

Más de cincuenta mineros están enterrados todavía. Por nuestro bien y, sobre todo, por el bien de quienes trabajan en este sector, las autoridades no deben aprovechar el tiempo para enterrar el asunto. Independientemente de la suerte que corran estos trabajadores, es ineludible una investigación que llegue hasta las últimas consecuencias.

javier_fuentes@hotmail.com

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