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¿Evangelio de iscariote?

Juan de la Borbolla

La agencia de noticias ACI daba a conocer recientemente el perfil personal y profesional de los investigadores que han participado en el proyecto del “Evangelio de Judas”, tan publicitado a raíz de la exposición que la National Geographic organizara en la ciudad de Washington.

Observando las respectivas currículas puede revelarse mucho sobre los posibles intereses comerciales subyacentes en la oportunidad de sacar a la luz el documento bajo apariencias de verdad.

En primer lugar se encuentra Elaine Pagels, escritora de varias obras contra la Iglesia Católica como “El origen de Satanás” y “Los evangelios gnósticos”, en los que se cuestionan muchos de los dogmas y creencias del cristianismo.

Según la historiadora feminista, la traición de Judas ha generado un sentimiento antisemita entre los creyentes.

Otra de las investigadoras que han participado en el proyecto ha sido Amy-Jill Levine, profesora en la Universidad Vanderbilt, en Tennessee. Pertenece a la Liga de Antidifamación Judía y está entregada en buscar el feminismo en la Biblia, Levine sentenció (simplemente tras leer el guión) que la película “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson contenía elementos antisemitas.

Otro de los asesores ha sido Bart Ehrman, jefe del Departamento de Estudios Religiosos en la Universidad de North Carolina. Autor de libros que ponen en duda la Resurrección y la misma existencia de Jesucristo, ha asegurado que Judas “es el más íntimo amigo de Jesús, el que lo entiende, el que le entregó a las autoridades porque así se lo pidió el Hijo de Dios”.

Según la referida agencia de información ACI, uno de los asesores del proyecto de investigación, Stephen Emmel, se contradijo durante la presentación del documento. Inicialmente aseguró que el evangelio de Judas databa del año 400 d.C., aunque la Web National Geographic lo sitúa entre el 220 y el 340 d.C.

Marvin Meyer, codirector del Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Chapman, también trabajó para el proyecto. Es autor de libros que relacionan el cristianismo con las sectas gnósticas y con rituales de magia antiguos. De hecho, varios de sus libros fueron utilizados por Dan Brown para redactar “El código Da Vinci”.

Y es que, tras todo el aparato montado alrededor del documento, se encuentra el afán por dar credibilidad al mensaje de las sectas gnósticas cainitas, tal y como ha denunciado el presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, monseñor Alejandro Goic Karmelic. Aparecidas en los primeros siglos del cristianismo, los cainitas reivindicaron figuras bíblicas caídas “en desgracia” como Caín o Judas, y defendían que Dios creó el mal y el mundo de una manera desordenada. Por ello, consideran que la acción de personajes como Judas es querida por Dios.

Frente a ese montaje, la postura de la Iglesia Católica es clara: “No podemos permitir que la buena fe de millones de personas sea burdamente manipulada sin levantar un grito de protesta en nombre no sólo de la fe, sino también del sentido común y de la razón”, afirmó el predicador de la Casa Pontificia: Rainiero Cantalamessa el pasado Viernes Santo en plena Basílica de San Pedro.

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