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Excesivas reservas/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Hay cosas peores en la vida que la muerte. ¿Has pasado alguna vez una velada con un vendedor de seguros?”.

Woody Allen

Tenemos las reservas internacionales más altas de la historia. Al concluir 2005 se registró un nivel de 68,669 millones de dólares y en la primera semana de enero continuó el ascenso. En los tiempos en que el monto de las reservas era considerado signo de fortaleza de la economía esta información habría generado un verdadero entusiasmo. Hoy, sin embargo, nos hace pensar si realmente podemos darnos el lujo de mantener unas reservas tan altas.

Las reservas son una especie de seguro que un país obtiene para prevenir perturbaciones cambiarias. Constituyen también, desde otro punto de vista, un préstamo sin intereses o con un rédito muy bajo que un Estado otorga a otro u otros. Buena parte de este crédito preferencial se lo damos nosotros los mexicanos a Estados Unidos, ya que un monto muy importante de nuestras reservas se mantiene en dólares. No sabemos realmente el interés al que estamos colocando este préstamo, puesto que el Banco de México se ha negado a dar a conocer los instrumentos en que invierte las reservas, pero sí sabemos que a la institución le cuesta dinero mantenerlas.

¿Por qué? Porque el Banco de México debe pedir dinero prestado en pesos para comprar esos dólares, con lo cual obtiene dinero a una tasa alta para a su vez prestarlo a una más baja. Se trata de una fórmula perfecta para perder dinero. Aun suponiendo que las reservas las adquiriera con recursos propios, la inversión en instrumentos líquidos de deuda fija en dólares, que otorgan un rendimiento muy pequeño, difícilmente sería el mejor uso que se pudiera dar a esos recursos.

Ahora bien, ¿por qué acumulamos reservas internacionales? La explicación tradicional es que éstas nos permiten enfrentar movimientos especulativos contra el peso. Pero la experiencia nos dice que, cuando hay una tendencia definida del mercado contra nuestra moneda, las reservas nunca son suficientes para revertirla. El caso más reciente tuvo lugar en 1994 cuando, después del homicidio de Luis Donaldo Colosio, dio comienzo una intensa fuga de capitales que el Gobierno trató de resistir vendiendo dólares hasta que sobrevino la inevitable devaluación.

En las economías en las que realmente hay un sistema de flotación, no habría –teóricamente- necesidad de contar con reservas. La divisa local caería o subiría como consecuencia de la oferta y la demanda sin intervención del Gobierno o banco central. No habría, pues, necesidad de reservas. Pero en el mundo real, aun en un sistema de flotación libre, se requieren algunas reservas para tratar de suavizar las fluctuaciones bruscas de las divisas, aunque en un monto sin duda inferior al que tenemos.

El Banco de México ha hecho ya algún intento por evitar la excesiva acumulación de reservas internacionales. En 2005, por ejemplo, vendió 4,402 millones de dólares a la banca comercial. De no haberlo hecho habríamos cerrado el año con reservas superiores a los 73 mil millones de dólares. Pero el ingreso de dólares fue demasiado fuerte por lo que, de todas maneras, las reservas aumentaron en 7,173 millones de dólares.

Este 2006 es un año electoral en el que vale la pena tener cautela. Una disminución muy rápida de las reservas podría generar dudas de los inversionistas internacionales y un retiro de capitales. Pero ha llegado ya el momento en que el Banco de México empiece a preparar un plan para reducir las reservas.

Esto no es tan fácil como parece. El Gobierno no puede simplemente apropiarse de las reservas. El Banco de México es una institución autónoma, a pesar que los mexicanos seamos sus accionistas. Por otra parte, la venta masiva de dólares tendría consecuencias económicas importantes. Recordemos que las reservas son el doble de la base monetaria del país.

Una de las consecuencias sería la reevaluación del peso frente al dólar. Aun en las actuales circunstancias, con las limitadas ventas de dólares del Banco de México, el peso aumentó de valor seis por ciento frente a la divisa estadounidense en 2005. Si el Banco de México elevara de manera significativa la colocación, el valor del peso se elevaría fuertemente, lo cual deprimiría las exportaciones no petroleras y reduciría el empleo en nuestro país.

Pero hay maneras inteligentes de reducir las reservas. Si el Banco de México las utiliza, por ejemplo, para retirar deuda externa pública, los dólares no se inyectarían a la economía nacional, por lo que no aumentaría el valor del peso. Sin embargo, sí se reduciría el servicio de la deuda y ello dejaría una mayor cantidad de dinero al Gobierno para usos productivos. También caería el costo para el Banco de México de mantener las reservas. La solución puede venir, quizá, por este camino.

DOS DE OCTUBRE

Hizo mal, a mi parecer, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia al no atraer la revisión del juicio de apelación sobre la matanza del dos de octubre de 1968. No tengo duda que el caso es trascendente e importante para el país y debió, por lo tanto, ser resuelto por el máximo tribunal del país. Los ministros que por voto de tres contra dos rechazaron la ponencia de su colega Juan Silva Meza tuvieron temor, tal vez, a los ataques que habrían recibido cualquiera que fuera su decisión en el fondo del asunto.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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