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Explosivo verano-invierno

Martha Chapa

Contra lo que pudiera percibirse aplicando exclusivamente una visión inmediatista y coyuntural, no sólo el mes de septiembre se interpone e incide en los caminos de la democracia y la paz e incluso en la gobernabilidad.

Ya decíamos en nuestro artículo anterior que se avecinan peligrosamente los días primero, 15 y 16, cada uno con su ritual, tradición y significados políticos, además que en estas fechas se conocerá el fallo definitivo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación con respecto al resultado de las elecciones del dos de julio.

Tan sólo el día primero se estima que habrá fuertes enfrentamientos dentro y fuera del Palacio Legislativo y que al interior del salón de sesiones pudieran ocurrir desde tomas de la tribuna hasta discusiones violentas y conatos de riña entre los propios diputados y senadores.

Y qué decir del día 15, con provocaciones de uno y otro lado, en la noche tradicional del Grito de Independencia. O la incertidumbre acerca del Desfile del día 16, aun cuando se calcula que el propio Andrés Manuel López Obrador podría levantar el plantón, que mantiene desde hace ya un mes, para dar cabida a la convención que él mismo ha convocado y de paso evitar un choque, al menos formal, con las fuerzas armadas.

Por lo mismo, seguramente se suscitarán hechos relevantes como secuela de la propia elección presidencial, que podrían convertirse en espacios para la confrontación, a pesar que la mayor parte de la sociedad mexicana rechaza las salidas violentas e incluso exige diálogo, conciliación y fortalecimiento de las instituciones. Y no porque se niegue que éstas tengan que transformarse, pero lo deseable es que tal cosa ocurra dentro del marco de la Constitución, que señala claramente como única vía legal al Congreso de la Unión.

Así, en octubre también se recordarán los hechos repulsivos de un autoritario y criminal Díaz Ordaz, quien hace 38 años decidió reprimir a sangre y fuego a los estudiantes reunidos en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Pero ahora estos acontecimientos se rememorarán con mayor intensidad, sobre todo porque existe el temor que ante los conflictos actuales haya una intentona represiva de los cuerpos de seguridad del Estado, reciclando lamentable y peligrosamente el exacerbado ánimo de nuestros días.

Y está también noviembre, que más allá de incluir algunas de nuestras sentidas tradiciones culturales, puede venir aparejado de ribetes revolucionarios, como a principios del siglo pasado.

Por si algo faltara, este año tan crítico podría cerrarse agitadamente en diciembre, el día primero para ser exactos, cuando se lleve a cabo formalmente la transmisión de ¿poderes? entre el presidente saliente y su sucesor.

En fin, unos meses llenos de escollos y riesgos para una nación que si bien hoy más que nunca está necesitada de acuerdos y transformaciones, clama que éstas ocurran por el camino pacífico y constitucional.

Mantengámonos entonces todos conscientes de un horizonte político cargado de nubarrones ?que en principio se extiende del primero de septiembre al primero de diciembre, por lo menos?, con la idea de detener radicalizaciones, fundamentalismos y sinrazones, que a todos nos dañan y pueden provocar consecuencias indeseables.

Por tanto, propongo que le demos un significado serio, responsable y comprometido, pero sin patrioterismo ni chauvinismo, a aquella recia frase pronunciada por el insurgente Vicente Guerrero, que si bien casi dos siglos después de haberse acuñado pudiera sonar un tanto desgastada, debe y puede revitalizarse: La patria es primero.

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