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¿Faltó el gol?

Esteban Moctezuma

Pese al suspenso electoral del día de ayer, aún no salgo de mi asombro, provocado por las entrevistas de algunos integrantes de nuestra Selección sobre el desempeño de México en el Mundial de Alemania: “Sólo nos faltó el gol”, afirmaron.

Es como si los candidatos perdedores de ayer nos dijeran: “Sólo nos faltaron los votos”. Decir que “sólo faltó el gol” es, en futbol, como si el piloto del avión nos dijera que “sólo nos falta sustentación”, o que el cirujano afirmara: “Sólo nos faltó extirpar el tumor”, o el cura: “Sólo nos faltó perdonar tus pecados”. Decir que “ sólo faltó el gol” es como un jefe que dice a sus empleados: “Sólo me faltó tu quincena”, o un mesero que afirme: “Sólo faltó la comida”.

Urge un cambio de mentalidad. Necesitamos atrevernos a participar en todo, pero bajo el criterio de mostrar un claro compromiso con nuestra actuación, medida de una sola forma: resultados. Los resultados no se deben esconder en falta de suerte, ni nuestra participación justificarse sólo en sobra de ganas. Los resultados se miden, son cuantificables y fríos. Existen o no. A los resultados no les interesan las intenciones y mucho menos los “hubiera”.

Los resultados en futbol se miden en goles. Punto. En las campañas, en votos. Punto.

En los gobiernos, en obra pública, en servicios de calidad, en seguridad pública, en educación y salud, en inversión y productividad, en eficiencia y honestidad. Punto. La única exigencia para nuestra Selección se debe medir en goles, no en corazón ni en “dejar el alma en la cancha”. Lo mismo es en todo. Un sexenio se mide en resultados: ¿somos más competitivos?

¿Hay una oferta de empleos suficientes? ¿Se ha elevado el nivel de vida? Aquí, de nuevo, las buenas intenciones no cuentan; mucho menos los discursos o los miles de anuncios de propaganda. La importancia de aquellas declaraciones sobre el futbol reside en que son un claro ejemplo de un rasgo delicado de nuestra cultura que se presenta en todos los órdenes de nuestra vida como país y que inhibe la posibilidad de convertirnos en una nación armónica, rica y respetada.

En México, nos quedamos frecuentemente con el cascarón y perdemos la sustancia. Soy enemigo de frases como “lo importante no es ganar sino competir”. Creo que lo importante es ganar y claro, si no se gana, es mejor competir que no hacerlo, pero pensar de entrada que lo importante sólo es competir, hace que un deportista mexicano logre su meta sólo por pisar el estadio.

En el mismo sentido, un político mexicano realza su sueño por el simple hecho de ganar una elección y pisar así el Congreso, el palacio de Gobierno o Los Pinos, sin importar su posterior desempeño y resultados. Urge un cambio de mentalidad. Nadie debe acudir a una Olimpiada, Mundial o elección, si no está convencido de lograr un buen desempeño. No se debe aspirar a gobernar sin tener la claridad de ideas y capacidades para lograr resultados medibles.

Si no cambiamos de mentalidad, si no nos exigimos a nosotros y a los otros con base en resultados, si no abandonamos la superficie para buscar el fondo, seguiremos anestesiados por la propaganda mundialista que dentro de cuatro años nos va a convencer que ahora sí tenemos oportunidad de hacerla, o por los gobernantes que dentro de seis años, con spots en televisión y radio, insistirán en que México ya cambió, aunque todo lo que nos rodee siga igual.

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