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Familia Sirviendo a la Vida / FIN DE AÑO 2006

Germán de la Cruz Carrizales

Termina un año más, y es común que nos pongamos metas para el año que empieza. El promedio de vida del mexicano es aproximadamente 76 años, en la que en los primeros diez años disfrutamos de nuestra niñez, pues no hay época más bella que ésta. Luego viene la juventud divino tesoro, en la que nos preparamos para la vida, estudiamos, conocemos a nuestra pareja y comenzamos a trabajar. La edad de los treintas comienza y nos empezamos a ubicar en la vida, nos casamos, tenemos los hijos que tendremos y nos especializamos en lo nuestro, como un viento que viene llega la consolidación y los cuarentas donde los hijos ya en la universidad, terminamos de consolidar nuestros conocimientos y nos establecemos en definitiva en lo nuestro ya más tranquilamente. Y finalmente la época de disfrutar la vida como cuando éramos niños, a los sesenta años ya nos jubilamos, nuestros hijos se casaron ya, terminaron sus estudios, son harina de otro costal y ahora disfrutamos de la vida en pareja ya sin preocupaciones, salimos de viaje y nos divertimos con los amigos en pareja. Eso sería una vida planeada, bien planeada. Pero vamos a la realidad, cuanta gente no conoce usted que a los sesenta años se anda divorciando. Por fin se dio cuenta que la pareja que había escogido cuarenta años atrás no era la que le convenía, y anda de novio con niñas de veinte que bien pudieran ser sus hijas o sus nietas y hacen sólo el ridículo pues qué interés puede tener una jovencita en un viejo si no es el dinero. Cuanta gente no conoce usted que a los sesenta años aún anda consiguiendo trajo, pues si no trabaja no come. Que su vida en este año que empieza, no lo agarre desprevenido, fíjese metas que su vida tenga objetivos tanto individuales como de pareja y de familia, que este año no sea un año más, sueñe a donde quiere ir y trabaje por sus sueños. Pero nunca se olvide de poner a Dios en todas sus metas y sueños, le comparto esta anécdota y le deseo que sus sueños se conviertan en realidad, pero trabaje por ellos.

Cuenta una antigua leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.

Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor a Cristo crucificado, impulsado por un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo: -Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz y se quedó fijo con la mirada puesta en la efigie, como esperando la respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras: - Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición. -¿Cuál, Señor?-. Preguntó con acento suplicante Haakon. -¿Es una condición difícil? ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!, - respondió el viejo ermitaño.

-Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre. Haakon contestó: -¡Os, lo prometo, Señor!-. Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz y a su vez el Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso al pie de la letra, a nadie dijo nada.

Pero un día, llegó un comerciante rico a la ermita; después de haber orado, dejó allí olvidada su bolsa de dinero. Haakon lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un campesino pobre, que vino dos horas después, encontró la bolsa de oro del comerciante y, al verla sin dueño, se apropió de ella. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento volvió a entrar el comerciante en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: -Dame la bolsa que me has robado! El joven sorprendido, replicó: -No he robado ninguna bolsa! -No mientas, devuélvemela enseguida! -Le repito que no he cogido ninguna bolsa! Fue la rotunda afirmación del muchacho. El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte: - ¡Detente! El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, y gritó, defendió al joven, e increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedóo anonadado, y salió de la Ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje.

Cuando la Ermita quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo: -Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio. -Señor, -dijo Haakon-. ¿Cómo iba a permitir esa injusticia? Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor, siguió hablando: -Tú no sabías que al comerciante le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El campesino, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada. Yo sí. Por eso escucho las plegarias y callo. Y el Señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos: ¿por qué razón Dios no nos contesta? ¿Por qué razón se queda callado Dios ante nuestras plegarias? Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír pero Dios no es así. Dios nos responde aún con el silencio. Debemos aprender a escucharlo. Su Divino silencio, son palabras destinadas a convencernos de que, Él sabe lo que está haciendo. En su silencio nos dice con amor: ¡Confiad en mí, que sé bien lo que debo hacer! Esperamos seguir contando con su atención en ésta su columna y agradecemos los comentarios recibidos sobre estos temas tan interesantes y de las muchas personas que han compartido sus casos con nosotros. Los esperamos en nuestra dirección electrónica que ponemos a sus órdenes con Germán de la Cruz Carrizales:

(pmger@hotmail.com)

(pmgerxxi@yahoo.com.mx)

Reiteramos nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. La siguiente semana daremos continuidad a la serie Despertar... es Mecanismo de la Mente en su parte veinticinco. Gracias por su atención y feliz año 2007.

?QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR?.

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