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Familia Sirviendo a la Vida / Vivir la Navidad

Germán de la Cruz Carrizales

(Primera parte)

No son muchas las ocasiones en la que los seres humanos omitimos lo que nos diferencia. Razas, nacionalidades, religiones, ideologías políticas, intereses económicos, preferencias deportivas? Son innumerables las fronteras que pueden dividirnos.

Sin embargo existe una fiesta en la que nos sentimos enlazados en una especie de fraternidad universal: la Navidad.

Vivimos esta época como una invitación a renovar nuestra esperanza en la posibilidad de entendimiento entre los hombres. Son días en los que experimentamos cierta inclinación a la bondad y a la comprensión. Y es notable cómo este clima espiritual se extiende incluso a quienes no comparten la fe cristiana.

Pero, según dice el refrán, ?En la virtud está el defecto?. Porque si bien es cierto que, como ninguna otra fiesta cristiana, la Navidad está incorporada al ritmo de nuestra cultura, no lo es menos que diversos factores hacen que le vaya vaciando de su contenido explícitamente religioso.

Por eso en estos artículos nos proponemos recuperar el valor original de los símbolos navideños. Vamos a comprobar que poseen una riqueza mucho mayor a la que imaginábamos, a la vez que orientan nuestra mirada hacia el Niño Dios, verdadero protagonista de este tiempo.

Comencemos con una breve reflexión bíblica sobre el sentido de la Navidad a partir de sus distintos protagonistas.

Luego, consideramos los elementos que nos aporta la liturgia de la iglesia para esta celebración.

Por último, rastrearemos el significado primitivo de los símbolos navideños más difundidos para poder retomar su significación cristiana.

¿Qué celebramos en Navidad? Aunque parezca una pregunta redundante, dada la abundancia de mensajes que invitan a comercializar esta celebración, no está de más detenernos en las claves que nos ofrecen quienes protagonizan este acontecimiento en el Evangelio.

El Niño Jesús. Podría decirse que la síntesis de la historia de las religiones nos muestra el trabajoso esfuerzo del hombre por ascender hasta el encuentro de un Ser Trascendente. La novedad del cristianismo consiste en que ese movimiento hacia arriba (el hombre ascendiendo hacia Dios) se convierte en un movimiento hacia abajo (Dios en busca del hombre).

El Dios en el que creemos los cristianos no es una indefinida fuerza impersonal. El Niño que adoramos en la Navidad es la expresión de su deseo de acercarse a nosotros. Tanto quiere conocernos y amarnos que se hace uno de nosotros, se pone de nuestro lado. Dios no nos mira desde arriba, como quien juzga, sino que nos mira a los ojos, como quien ama.

Otra consecuencia de la encarnación es que todo lo que tiene que ver con la vida humana está santificado al ser asumido por Jesús. A partir del momento en que Dios se hizo hombre nada de lo que nos sucede le resulta indiferente. Esto quiere decir que conoce la profundidad del corazón humano, con sus potencias y debilidades. En Jesús, Dios experimenta en su propia carne todo lo que nos afecta, y por eso nos comprende mejor que nadie. Aquí se apoya el mensaje de paz que recibimos en esta celebración.

Por ultimo, notemos que Dios no quiso saltar ninguna de las etapas del crecimiento humano. Las circunstancias de su nacimiento no tuvieron características milagrosas; más bien podríamos decir lo contrario. ¡Nació en medio de un viaje! Sin comodidades, ni parientes o amigos, que facilitaran las cosas?

Seguramente, según nuestros criterios, hubiéramos organizado mejor un evento tan importante. El Señor nos enseña que la fe no consiste en la búsqueda de señales espectaculares o fuera de lo común, sino en encontrar su presencia en lo cotidiano.

María. El evangelio de San Lucas es el que más elementos nos aparta para conocer el interior de la Madre de Jesús. Ella nos muestra la importancia de nuestra respuesta a la amistad que Dios nos propone. Sin el libre consentimiento de la Virgen no hubiera sido posible el desarrollo de la historia de la Salvación tal como la conocemos. Dios no se nos impone sino que espera que nuestra adhesión a su proyecto sea voluntaria.

Para María, vivir la fe significó confiarse en la profundidad del Amor Divino. Es lo que manifiesta en el Magnificat (Lc. 1, 46-55), una de las oraciones más hermosas que encontramos en la Biblia. Ella sabía que la misericordia de Dios la acompañaría siempre, cualquiera fuera la circunstancia.

Al igual que José, su esposo, la tarea como educadora de Jesús fue fundamental. Los rasgos característicos de la personalidad del Señor se modelaron en el seno de aquel hogar. Allí el Niño Dios creció cultivando valores como la responsabilidad en el trabajo, el respeto mutuo, la solidaridad, la delicadeza en el trato, etc.; los mismos que descubrimos en sus actitudes siendo adulto.

José. En los evangelios no encontramos palabras de José. Ésta es una particularidad que nos indica una característica importante de su personalidad: supo trabajar en el silencio. Según nos muestra el evangelio de San Mateo, su fe no se quedó en palabras bonitas; más bien significó caminar en el desconcierto. Como la nuestra, la vida de José atravesó situaciones de perplejidad ante los caminos elegidos por Dios (Ej: Mt 1, 18-21 y Mt 2, 13-15). Sin embargo, siempre optó por no bajar los brazos ante las dificultades, adaptarse a lo posible en cada circunstancia y no detenerse en lamentos inútiles.

Los Ángeles. En los relatos evangélicos referidos a la Navidad aparece con claridad cuáles son las funciones más propias de estos personajes: en primer lugar, glorificar la grandeza del amor divino, y en segundo lugar, ser mensajeros entre Dios y los hombres. Gabriel (que significa fuerza de Dios) anuncia a María que será la madre del Salvador; un coro canta el Gloria junto con los pastores, celebrando el nacimiento de Jesús; el Ángel del Señor instruye a José para que sepa evitar los peligros que acechan a La Sagrada Familia.

Es importante notar que, en este sentido, los Ángeles están al servicio del hombre y no al revés. De manera que ciertas modas espirituales que les atribuyen poderes especiales y propician consagraciones u otro tipo de prácticas no tienen relación con lo que leemos en el Evangelio.

Los pastores. Como se sabe estos hombres y mujeres no pertenecían a la clase más acomodada de la sociedad; por el contrario, se contaban entre los más humildes. Por eso es tan significativo que sean los primeros buscados por Dios. Aquéllos que se saben necesitados y conocen sus limitaciones son quienes están mejor dispuestos a descubrir el paso de Dios en sus vidas.

Los magos. Estos sabios pertenecían a pueblos paganos, es decir, no tenían la fe de Israel. Como si hoy dijéramos musulmanes o budistas. Sin embargo, su búsqueda de Dios era muy sincera.

Continuará...

Esperamos seguir contando con su atención en ésta su columna y agradecemos los comentarios recibidos sobre estos temas tan interesantes y de las muchas personas que han compartido sus casos con nosotros. Los esperamos en nuestra dirección electrónica que ponemos a sus órdenes con Germán de la Cruz Carrizales:

(pmger@hotmail.com) (pmgerxxi@yahoo.com.mx)

Reiteramos nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. La siguiente semana veremos la segunda parte del tema Vivir la Navidad. Gracias por su atención.

?QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR?.

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