Ni el levantamiento de muros, ni el reforzamiento del patrullaje, ni la militarización de la zona fronteriza podrán terminar con las corrientes migratorias de México hacia Estados Unidos, porque tales medidas implementadas unilateralmente por el Gobierno norteamericano atienden más a los efectos que a las causas. Un tema de interés estratégico, de importancia trascendente en el diseño y práctica de la política internacional mexicana es el que se refiere al problema migratorio que, junto al de política demográfica, debe formar parte de la agenda nacional con el carácter de prioridades. Migración y demografía debieran ser abordados de manera seria y responsable por los partidos y sus candidatos como temas del debate político-electoral.
Refirámonos a la cuestión migratoria en un intento de análisis de su etiología. Este problema puede ser considerado en una doble perspectiva: 1-desde el punto de vista de las causas que lo originan y 2- desde el ángulo, más complicado aún, de la situación que padecen allá nuestros migrantes. El propósito de este artículo es acercarnos a las causas de este problema. Dejamos el segundo tema para una colaboración posterior.
Partimos de una premisa: el fenómeno no es nuevo; su existencia es paralela a la evolución de nuestro país. Hagamos un poco de historia para entender esto. Cuando México alcanza la independencia en 1821, formaban parte de su geografía los actuales estados de Texas, Nuevo México, Nevada, Arizona, Utah y California; todo el suroeste de lo que hoy es territorio norteamericano era parte de la Corona española.
Luego, en 1836, los texanos declararon su independencia con respecto a México, con la ayuda de Inglaterra y Francia; diez años después, en 1846, Estados Unidos tras haberse anexado Texas, nos declara la guerra, conflicto que concluye en 1848 con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo cuyo efecto más notable fue la redefinición de las fronteras de ambos países, perdiendo México más de la tercera parte de su territorio original.
Cinco años más tarde aparece Santa Anna quien vendió al Gobierno norteamericano una porción de suelo mexicano. Estos datos históricos permiten ubicar y entender mejor el problema que analizamos. Porque fuentes autorizadas de la época de la Colonia reportan que aproximadamente ochenta mil mexicanos habitaban en los territorios que Estados Unidos arrebató a nuestro país.
El empuje agresivo del capital financiero en aquella región a través de empresas mineras, agrícolas y ferroviarias; el control del agua; llegada de inmigrantes angloamericanos; discriminación y racismo se conjugaron para que gran parte de esos mexicanos se convirtieran en la primera generación de “trabajadores migratorios” en el país del norte. En la construcción del ferrocarril y en el desarrollo de la agricultura, según cuentan las crónicas, el trabajo de nuestros compatriotas fue fundamental, como lo sigue siendo hoy en el área de los servicios.
El dinamismo de la agricultura del suroeste norteamericano y su consecuente demanda de fuerza de trabajo; los desequilibrios en las condiciones de vida de los habitantes de un México esencialmente rural, y las facilidades de transportación propiciadas por el ferrocarril, fueron factores que comenzaron a consolidar el fenómeno de la migración de mexicanos hacia Estados Unidos. La utilización de mano de obra mexicana en aquel país fue tan intensa a lo largo de todo el siglo XX que llegó a convertirse en elemento estructural de su propia economía.
Desde entonces y hasta nuestros días se han escrito muchas páginas sobre este tema. Después de un siglo, el fenómeno ha cobrado un dinamismo propio. Dentro de esta dinámica siguen prevaleciendo razones de índole económica: demanda estadounidense de mano de obra y oferta-expulsión de la contraparte mexicana; pero se han agregado otros; redes sociales estructuradas de mexicanos residentes en Estados Unidos y el aspecto cultural de “ir al otro lado” como una tradición que se mantiene en ciertas regiones del occidente y el norte de México.
Es posible concluir entonces, que si bien la migración está motivada principalmente por causas de carácter económico, también es válido deducir que las motivaciones iniciales del flujo migratorio se encuentran en gran medida dentro del propio país del norte. Por eso dijimos al inicio de este artículo que las corrientes migratorias no podrán impedirlas los muros, ni las “border patrolls”, ni la militarización. Si el Gobierno de Estados Unidos quiere evitar el paso de mexicanos a su territorio, sean ilegales o documentados, que impida la contratación; así de fácil; si no hay trabajo allá no hay migración acá. Y entonces salen sobrando muros, patrullas y alambradas. La realidad es que a los patrones norteamericanos les conviene el trabajo de los mexicanos por su rendimiento, por su calidad y porque pagarlo resulta más barato. ¿Está usted de acuerdo?
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