Un conflicto de maestros en Oaxaca que parece no acabar. Enfrentamientos en el sindicato minero que pueden afectar a una industria estratégica. Amenazas de huelga para el miércoles 28, tres días antes de las elecciones del dos de julio.
Todo envuelto en una campaña de miedo. De un lado, el PAN, promueve la idea de que su principal rival, Andrés Manuel López Obrador, es un ?peligro? para el país. En el otro lado, López Obrador sembrando la duda sobre la credibilidad del proceso electoral aun a pesar de que el IFE es una de las instituciones más confiables del país.
Visto con pesimismo, el clima antes de las elecciones no depara nada bueno. La incertidumbre, esa característica esencial y benéfica para cualquier democracia, es en México un bote de gasolina lista para ser echada al fuego. La elección es tan cerrada que cualquier conflicto puede llevar a cuestionar los resultados que salgan la noche del dos de julio.
No es casual, por ejemplo, que los maestros en Oaxaca enfrentados al gobernador en su demanda de mejores condiciones, hayan tomado las oficinas estatales del IFE. Es uno de los principales bastiones del PRD, en donde cualquier problema el día de la elección, que desemboque en bloqueos para instalar casillas o realizar conteos, puede ser suficiente para que la campaña de López Obrador descalifique el proceso si no le es favorable.
Del mismo modo, la incapacidad del Gobierno de Vicente Fox para resolver conflictos sindicales puede llevar a grupos a boicotear la elección en lugares donde tienen fuerte presencia.
La sociedad que se organizó en Oaxaca con una marcha exigiendo a los maestros y al Gobierno detener su enfrentamiento y ponerse a negociar, ha puesto el ejemplo al resto del país que puede imitar esa salida masiva a la calle, con una salida aún más grande para votar el dos de julio y dejar en claro que en México las diferencias se arreglan con boletas electorales.