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Formas/Nuestro concepto

Si no se tratase de nuestra amarga realidad, lo que hoy sucede en los más altos niveles políticos y gubernamentales sería materia prima de gran valor para conformar alguna comedia ligera y sin mayor pretensión que la de arrancar la risa fácil de un público poco educado. Dado por sentado que las cuestiones de fondo en lo que resultan los grandes temas nacionales simplemente brillan por su ausencia -y no por una suerte de complot, sino por la llana incapacidad- los actores de primer nivel se agotan en cuestiones de forma, sin mayor sustento o argumento, que el ataque fácil y la cortina de humo.

Para los priistas resulta ocioso y hasta inútil el mantener el tema del enriquecimiento inexplicable de Arturo Montiel Rojas, en la mesa de las discusiones; piden atender las cuestiones torales, como por ejemplo, el enriquecimiento inexplicable de los hijos de Marta Sahagún. Para los panistas resulta exactamente igual, pero con los nombres invertidos. Para Andrés Manuel López Obrador resulta injustificado y hasta materia que podría ser procesada en canales judiciales, el que el presidente Fox realice abierta campaña a favor del abanderado panista, Felipe Calderón. Pero no le parece que gobernadores, legisladores y alcaldes perredistas que hacen exactamente lo mismo a su favor, cometan algún delito o exceso.

Hoy, por igual, los prohombres que enarbolan las banderas tricolor y del Sol Azteca, cuestionan el nivel de sumisión de la Administración foxista respecto al Gobierno estadounidense; consideran que el caso de la delegación cubana, expulsada del hotel María Isabel-Sheraton, gracias a la aplicación extraterritorial de la Ley Helms-Burton, no es sino prueba irrefutable de que el verdadero poder en nuestro país despacha en Washington. Pero olvidan recordar ese medio centenar de casos iguales -en su fondo- que se sucedieron a lo largo de siete décadas de Administraciones priistas.

En fin, un juego de máscaras, de formas, que al parecer domina el escenario de tal manera, que no deja ningún lugar posible a la reflexión, el debate de las ideas y la discusión seria y propositiva de los grandes problemas de la nación. Si no se tratase de nuestra amarga realidad, lo que hoy sucede en el país sería material de primera para una comedia bufa.

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