Hoy es un día importante para los mexicanos, pues finalmente el Trife dará a conocer quién es el candidato electo a la Presidencia de la República. Hace seis años, al saber que Vicente Fox venció en las urnas a Labastida, millones de mexicanos salieron de sus casas para festejar la caída del PRI. Hoy se anunciará el triunfo de Felipe Calderón, pero dudo que las celebraciones vayan más allá de la sede de Acción Nacional.
Aunque la llegada de Calderón es un motivo suficiente para festejar, los mexicanos no estamos para eso, pues ya se sabe que el anuncio del Trife traerá consigo una ola de violencia encabezada por López Obrador.
Cada día que pasa, es fácil encontrar un motivo para afirmar que el ex candidato perredista es un peligro para México. Su obsesión con el poder lo ha llevado a cometer un gran daño a la Nación. Por fortuna, cada vez son menos quienes lo siguen, y cada vez somos más los que reprobamos el proceder de este político anarquista.
Muchos hay que todavía apoyan a López Obrador, y los respeto. Sin embargo, me resulta difícil pensar que una persona demente sea capaz de atraer a tanta gente. Aunque no soy un psiquiatra, no hacen falta demasiados conocimientos como para concluir que Andrés Manuel padece un trastorno psicológico, el cual se ve reflejado en sus incendiarios discursos.
“Estamos actuando con apego al principio de que la soberanía reside en el pueblo. Recordemos que en 1814 los insurgentes impulsaron la creación del Estado mexicano basado en el Artículo 4º de la Constitución de Apatzingán que a la letra dice: ‘Como el Gobierno no se instituye por honra o interés particular de ninguna familia, de ningún hombre ni clase de hombres, sino para la protección y seguridad de todos los ciudadanos, unidos voluntariamente en sociedad; éstos tienen derecho incontestable a establecer el Gobierno que más les convenga, alterarlo, modificarlo y abolirlo totalmente cuando su felicidad lo requiera’. Y eso es lo que vamos a hacer”.
Es increíble cómo López Obrador pretende legitimar sus acciones en una Ley que no rige ya la vida nacional. Hace días, mientras él hablaba de la supuesta Convención Nacional Democrática, pronunció otra frase digna de llamar la atención:
“Ya empezó una revolución de la conciencia para que el pueblo se dé la forma de su Gobierno, es decir, que el pueblo sea el que gobierne, y el que podamos constituir las instituciones que el pueblo decida.
“Vamos a la Convención, porque vamos a tener un Gobierno de la República. ¡Que se vayan al diablo con sus instituciones!”.
Esas instituciones a las que despectivamente se refiere López Obrador, son de todos los mexicanos y mucho trabajo nos costó tenerlas, y por eso resulta inadmisible que un político busque la inestabilidad del país sólo porque la mayoría decidió que no era la persona indicada para ocupar el Poder Ejecutivo.
Es increíble cómo unas simples frases pueden convertirse en un fiel retrato de una persona. La prueba más contundente de la demencia de López Obrador, es el tremendo daño que se está haciendo a sí mismo. Conforme avancen los días, serán menos lo que lo apoyen y serán más los arrepentidos de haber votado por él. Miles de voces se alzarán para exigirle el cese de las movilizaciones caóticas que tanto daño hacen al país que supuestamente ama. Pasados los meses, nadie querrá saber de Andrés Manuel, quien en un futuro podría ser considerado como un enemigo del desarrollo.
Por el bien nuestro, no prestemos atención a un demente incendiario. Pensemos mejor en el futuro de nuestra Patria, y en aquello que debemos hacer para construir un México mejor.
Correo electrónico:
javier_fuentes@hotmail.com