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Fue una vergüenza

Por Arturo Brizio Carter

Se jugó la final del Torneo de Campeones de la Concacaf entre el América y el Toluca en el Estadio Azteca, y la verdad, fue una vergüenza. Voy a empezar por el final: cómo es posible que este evento de ínfima calidad futbolística no le hagan caso ni sus propios directivos. Al partido del miércoles pasado no asistieron Jack Warner, presidente de la Confederación, ni el director general Chuck Blazer, pero enviaron a un dirigente de segundo nivel como el guatemalteco Rafael Salguero para realizar la premiación.

Esto es tan absurdo, como si en la Copa de Campeones de Europa, la Champions para los cuates, no se presentara Lennart Johanson para entregar el trofeo o en la final de la Copa del Mundo se ausentara Joseph Blatter. Pero el asunto no paró ahí, que va, pues tampoco hizo acto de presencia el presidente de la Federación Mexicana de Futbol, Alberto de la Torre, quien seguramente andaba en Acapulco organizando la seguridad en el club de golf donde entrena la selección nacional.

Otro ridículo corrió a cargo de la señorita Jill Francisco, comisario del partido, quien exhibió una falta de autoridad, ausencia de criterio y prepotencia dignas de resaltar. El asunto no es de género, pues una mujer puede perfectamente manejar situaciones complicadas en un campo de juego, la bronca es de capacidad, y la señorita Francisco no la tiene.

Parecía cucaracha en quemazón, llegando al extremo de meterse a la cancha en un conato de bronca entre ?El Chaco? Jiménez y Paulo da Silva. Afortunadamente la sacó barata pues bien se pudo haber llevado un descontón.

Otro asunto de pena ajena es la poca injerencia que tienen nuestros directivos a la organización de este torneo en el área alguna vez conocida como la del balón cuadrado, y ese desinterés pasa por el tema del arbitraje.

Es increíble que permitan que una terna de Estados Unidos venga y arbitre un encuentro jugado entre clubes de México. Cuando se ha dado esta misma situación en un torneo de mucho mayor jerarquía, como es la Copa Libertadores de América, se han designado árbitros mexicanos, que, desde luego, tienen mayor capacidad que la tripleta gabacha y conocen al jugador.

El título del América está manchado por el tremendo error arbitral que permitió el gol de Kléber. El brasileño se encontraba en flamante posición de fuera de juego y el balón hizo contacto con él por lo que debió invalidarse.

Este tanto dio vida a los azulcrema y un agónico gol de Davino selló la suerte escarlata. Brian Hall fue el árbitro del encuentro e independientemente del gol de la igualada conseguido de manera ilegítima, dio un concierto de fallas, desaciertos y falta de personalidad.

América irá al Mundial de Clubes pero la mácula de su título ahí queda para la historia. De la narración del partido ni que decir.

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