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Futbol y voto oculto

Jorge Zepeda Patterson

Las encuestas presentadas a lo largo de la semana confirman lo que ya sabíamos: llegaremos al dos de julio en condiciones de un empate técnico. Si bien la mayoría de las empresas encuestadoras coloca a López Obrador como puntero, la ventaja es muy pequeña y la volatilidad del voto muy alta como para asegurar desde ahora un vencedor. Aún podría pasar cualquier cosa. En realidad los resultados publicados fueron levantados el fin de semana pasado, es decir, 15 días antes de la elección. Es la última medición que tendremos. Prácticamente estaremos a ciegas hasta que lleguen a la meta. Es como una carrera maratónica con dos “escapados” que se alternan la punta y que poco antes de entrar al estadio quedan ocultados momentáneamente, para reaparecer al llegar a la meta.

¿Qué tan fiel es esta última fotografía? ¿Qué podría pasar en quince días con fuerza suficiente para eliminar esta ligera ventaja de López Obrador o, por el contrario, para ampliarla? A mi juicio, tres factores, todos ellos imponderables.

Primero, la posibilidad de un escándalo de último momento. La divulgación del “cuñado incómodo”, que provocó el ascenso de López Obrador, dejó en claro que la intención de voto es sumamente influenciable por este tipo de escándalos. Por lo menos en un margen en torno a los seis a ocho puntos porcentuales (es lo que se han venido intercambiando Calderón y AMLO desde hace dos meses con las campañas negativas). Una cantidad que resulta por demás significativa en una contienda tan cerrada. No es previsible que alguno de los partidos se esté guardando todavía algún “cadáver tras el clóset” de su rival. Si lo tuviera probablemente ya lo habría exhibido, porque esta semana terminan las campañas y, por ende, la posibilidad de difundir spots negativos. Sin embargo, el daño al rival sería incalculable porque éste ya no tendría posibilidad de defenderse. Hago votos por que la Presidencia del país no se resuelva por un último escándalo guardado arteramente.

Segundo, el incierto tema de la subrepresentación de la intención de voto. Normalmente las encuestas ofrecen una buena aproximación al resultado final. Sin embargo, de vez en vez hay procesos electorales en los que el día decisivo el votante se expresa de manera distinta a la forma en que venía respondiendo a las encuestas. Pasó en Costa Rica recientemente y ha sido muy frecuente en Europa del Este en los últimos años. ¿Hay alguna posibilidad de que suceda en México ahora, y que López Obrador o Calderón triunfen por ocho o diez puntos, a pesar del empate que muestran las encuestas? La respuesta es afirmativa.

No sería descabellado por dos razones. Por un lado, por motivos metodológicos. El PRD ha insistido en que el voto de los pobres es menos visible que el de los sectores medios urbanos y que los métodos usados por las empresas encuestadoras se basan en filtros importados del primer mundo para detectar al votante probable. De allí la afirmación de López Obrador de contar con encuestas propias que le otorgan diez puntos de ventaja, porque están realizadas con metodologías “sensibles” a nuestra realidad. La verdad es que resulta imposible determinar qué tan sólido es este argumento, ya que salvo los iniciados nadie conoce las entrañas de las encuestas perredistas. Pero al menos deja la duda en el aire.

La otra razón que explicaría una posible subrepresentación es más atendible. En otros países los casos en los que la votación final se ha separado de las encuestas, se han explicado por la presencia de un voto oculto a favor de algún candidato. Sucede porque en ocasiones el ciudadano prefiere no confesar su intención de voto para evitar represalias o simplemente burla. Por ejemplo, cuando un candidato es objeto de fuertes campañas negativas, algunos de sus simpatizantes optan por proteger su voto (declarando que no se han decidido o mencionando otro candidato). No creo que sea un fenómeno generalizado en México, pero es un factor que podría jugar a favor de López Obrador o Roberto Madrazo. De igual forma, resulta difícil medir la presión que los empresarios y directivos puedan haber realizado en sus empresas para favorecer a Calderón. Incluso sin tal presión, seguramente habrá trabajadores que optaron por silenciar su preferencia por “el candidato de los pobres”.

Y tercero, el futbol. Las últimas encuestas fueron anteriores a los partidos de los últimos días con Portugal y con Argentina. Hace una semana, en este mismo espacio, afirmé que en una elección tan cerrada seguramente tendrían algún impacto los intensos estados de ánimo que dejan los resultados de la Selección Nacional. Un buen desempeño provoca euforia, satisfacción y orgullo, lo cual favorecería al presidente, al partido en el poder y, por consiguiente, a Calderón. Por el contrario, las derrotas vergonzosas propician desánimo y hartazgo, lo cual convoca a las ganas de cambiar de rumbo. Es decir, beneficiarían a López Obrador. Saque usted sus propias conclusiones.

Sea por el futbol, por el estallido del algún escándalo de último momento o por los problemas de subrepresentación de las encuestas, es probable que el dos de julio se presenten algunas sorpresas. Durante meses las encuestas constituyeron un instrumento sumamente útil para monitorear los vaivenes en el gusto del electorado. Pero a partir de ahora, la opinión pública carece de puntos de referencia. Ha llegado el momento en que cada ciudadano deje a un lado los spots y los porcentajes, y acuda a la razón y al corazón para definir su voto.

(jzepeda52@aol.com)

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