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GIRANDO EN UN TACÓN

Gaby Vargas

Querida Regina:

Dios te quiere. No cabe duda. Después de leer este libro que acabas de publicar, Girando en un Tacón, uno no puede imaginarse cómo sigues viva y con todas tus facultades mentales intactas.

A tus 13 años, en apariencia lo tienes todo: familia, hogar, un buen colegio, muchos amigos, popularidad y una cinta negra en karate, como muestra de tus aptitudes deportivas. En fin? la vida perfecta. Pienso, si te pasó a ti, nos pasa a cualquiera de nosotros.

Una lucha interior por no sentirte ?suficiente?, te lleva a refugiarte en el mundo de las apariencias. Como tú lo expresas: ?Aparento ser muy segura, fuerte, estar contenta, y todo esto por encima de una montaña de complejos?.

De manera inconsciente, inicias un proceso de autodestrucción que principia con sobrepeso, para después continuar con alcoholismo y drogadicción durante catorce años; mientras, en tu casa, tu familia piensa que todo está normal y bien. ?Son cosas de la edad??.

Al conocer tu historia, no puede uno más que admirar tu honestidad, tu valor y tu forma tan clara de hacernos ver lo ilusoriamente ajenos que los papás podemos estar del verdadero mundo de nuestros hijos.

Me doy cuenta de que tocaste las puertas del infierno; y como todo lo que te propones, lo logras? las puertas se te abrieron por un largo tiempo.

?¿Por qué no me muero para que se acabe de una vez este sufrimiento que no me permite ver el cielo azul como un día lo vi??, escribes en una época que, se supone, es la mejor de nuestra vida.

Enfrentaste cara a cara el miedo, tus inseguridades, la doble vida, las ataduras de esa enfermedad que es la adicción, el instalarse en el límite como única forma de vida, muchas depresiones, la soledad, desórdenes alimenticios, pensamientos suicidas para anestesiar los sentimientos. ?He luchado por encontrar la libertad, y estoy más encadenada que un reo. Soy prisionera de mí misma y está de la chingada, pero ya no sé cómo hacerle para zafarme??.

Me conmueves cuando leo: ?Me meto en un mundo donde no entra nadie si yo no lo permito, aunque pido a gritos en silencio que alguien quiera entrar??. Me hace pensar que muchos adolescentes viven lo mismo, y que los papás no sabemos leer más allá de la conducta rebelde, del rehusarse al tiempo con nosotros y de la escueta respuesta al intentar comunicarnos. Nos alejamos, ignorando que el rechazo, con frecuencia, es un grito de auxilio.

?Perfecto, ya quedó mi plan de vida hecho en papel?, nos narras al estar ya internada en la clínica, ?ahora la cosa es cumplirlo y cambiar de vida. Bueno, más que un cambio de vida, yo le llamaría aprender a vivir, he estado ausente de mí más de la mitad de mi vida, desde los trece años, y hoy tengo veintisiete. Sé que no será nada fácil, pero me gustan los retos y creo que éste ahora sí es el más grande de todos. Hoy tengo algo que jamás pensé tener: ganas de vivir?.

Regina, si algún sentido tiene el dolor, es el de convertirnos en mejores personas. Estoy segura que este dolor te ha hecho una mejor persona, más madura, consciente, empática hacia el dolor ajeno y con un gran conocimiento de ti misma.

Como te dije, Dios te quiere, y te quiere porque ahora tú tienes una gran misión: ayudar a que otros jóvenes no caigan en la adicción y que los papás nos acerquemos más a ellos.

No sólo Dios te quiere, te queremos todos tus amigos, tu familia y las personas que te acompañamos en esta nueva aventura. Si superaste esto, puedes superar cualquier otra cosa que el futuro te depare. ¡Felicidades!

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