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Hace cuatro años canonizaron a Juan Diego

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Encabeza la ceremonia de aniversario de la canonización del indígena el cardenal Norberto Rivera en la Basílica de Guadalupe.

MÉXICO, D.F.- Bajo el sonido del caracol, el olor del incienso y el copal, los fieles católicos celebraron este lunes el Cuarto Aniversario de la Canonización de Juan Diego en la Basílica de Guadalupe.

El cardenal Norberto Rivera Carrera encabezó la ceremonia, en la que a partir de ahora y cada año, se entregará a cada uno de los pueblos indígenas en México el "bastón de mando o de servicio" para atender las necesidades de estos pueblos. Fue la comunidad Mazahua de Michoacán que radica en la ciudad de México la primera en ser distinguida con esta orden de mando de la Iglesia Católica de nuestro país.

Como si el Papa Juan Pablo II los estuviera viendo nuevamente recorrer desde el atrio y por el corredor principal rumbo al altar, al pie de la Virgen de Guadalupe, hombres y mujeres danzantes del Distrito Federal, Tlaxcala, Puebla, Michoacán, Hidalgo y Oaxaca bailaron en torno a los tambores prehispánicos de cuero.

Son hombres aultos, pero también jóvenes y niños organizados por el padre Juan Ortiz Mados, quien como secretario ejecutivo de la comisión de Pastoral Indígena, ha organizado esta ceremonia desde hace cuatro años. Después de la peregrinación que realizaron desde la Catedral Metropolitana, en el Zócalo del Distrito Federal, hacia la Basílica de Guadalupe, los fieles católicos de los pueblos indígenas prepararon y pulieron sus atuendos en el atrio del recinto guadalupano.

Al medio día los caracoles sonaron a los cuatro puntos cardinales para iniciar su llegada al interior de la Basílica. Algunos con trajes de manta recién elaborados, otros con trajes satinados y los más, en vestidos coloridos y bordados de telar, iniciaron los bailes.

En el interior de la Basílica inició la misa con un son mazateco de la cañada, luego la danza de la pluma y en seguida los cantos en mixteco, náhuatl y tzotzil, que se combinaban con los rituales de la Iglesia Católica. Continúa la ceremonia con la danza del tepache, esto para invocar a "papá Dios".

El grupo de más de 300 personas indígenas llama la atención en el centro de la Basílica por el constante sonar de silbatos, las sonajas y tambores que hacen sonar niños y adultos, además de que portan grandes penachos de plumas relucientes. Los hombres águila y jaguar son los que liderean las danzas en honor al santo indígena mexicano. En la misa, al pie del altar se encuentran los obispos de la curia metropolitana. El cardenal Norberto Rivera y el rector de la Basílica, Diego Monroy, presiden la misa, parecida a la que celebró el Papa Juan Pablo II el 31 de julio de 2002 ahí mismo, durante lo que fue su quinta y última visita a México.

En su mensaje a los indígenas, el cardenal Norberto Rivera asegura que "la canonización de Juan Diego Cuauhtlatoatzin vino a coronar años de esfuerzos, intensas luchas y superar conflictos de todo tipo".

El sonido hueco y profundo del caracol vuelve a sonar para anunciar la danza de la piña; es el momento de las ofrendas a los jerarcas católicos, como una muestra de que la cosecha obtenida ha sido buena al fin de la temporada. No sólo fruta llega al altar, también hay maíz, cacao, frijol, flores, artesanías y hasta vino de consagrar, para agradecer la música de "tortolita" con sonajas, tambores que se fusionan con el coro de niños de la Basílica y el sonido del monumental órgano que exhala la música sacra católica. Así finaliza la misa llena de ritos indígenas, con sonido a caracol y olor a copal.

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