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Hace falta una verdadera reforma estructural de medios

JOSÉ JUÁREZ MEDINA

La comunicación masiva es una actividad clave en el mundo actual. Es, por decirlo así, una de las puertas de entrada (la otra sería la educación) de una sociedad hacia una ciudadanía y consumidores bien informados y, como consecuencia de ello, responsables en su toma de decisiones: las electorales y de consumo, entre otras. En una palabra, la calidad, la apertura y la pluralidad en los medios de comunicación son una condición, indispensable, enfatizamos: indispensable, para consolidar la democracia y configurar una economía verdaderamente competitiva.

Pero, irónicamente, los medios de comunicación masiva también pueden servir exactamente para lo contrario, pueden ser utilizados con fines de concentración comercial y de manipulación. Esto último es lo que está en el fondo de las recientemente aprobadas reformas a las leyes de Radio y Televisión y de Telecomunicaciones.

La forma en que esto se dio, son las ya conocidas circunstancias de un poder legislativo que una vez más muestra que la representatividad ciudadana pasa a un segundo plano, cuando de representarse a sí misma como clase política es lo más importante. Una tarea esencial que todavía está pendiente en nuestra democracia. Habría que buscarle por la vía de la participación ciudadana a través de los diferentes mecanismos de democracia directa.

La cuestión del avance tecnológico que ha facilitado la convergencia de los medios y la propuesta de un regulador, supuestamente autónomo, son los principales argumentos que esgrimen quienes defienden este ordenamiento; cuestiones que, desde luego, vendrían contempladas en un planteamiento legislativo alternativo, con la ventaja de no contener las consecuencias negativas de la legislación recientemente aprobada por el Congreso, porque primero fueron los diputados y luego remataron los senadores, no hay que olvidarlo.

Pero decíamos que mediante los medios de comunicación masiva quienes comercializan productos inducen, casi empujan, a los consumidores a que consuman, no les informan objetivamente sobre las ventajas y desventajas de un producto; ese no es el objetivo, y no sería negocio. Por su parte, los políticos buscan hacerse del favor de los votantes, mediante la misma fórmula. De los comos se encargan la publicidad (labor de creativos como se conoce) y lo que ahora se llama marketing electoral

La simbiosis poder político-poder económico queda pues definida en estas coordenadas en la actualidad, y ello está más acentuado en nuestro país. En este contexto una auténtica democracia, que trascienda lo electoral (incluso con sus graves deformaciones) no tiene cabida, es decir la democracia económica y la democracia social. Procesos electorales de meses anteriores y lo que acaba de ocurrir en el Senado con las referidas leyes son una muestra inequívoca de ello.

Por otro lado, es paradójico, como lo hemos observado en ocasiones anteriores, que el discurso convencional dominante (gracias a los medios precisamente), destaca las grandes bondades de la competencia en todos los órdenes del quehacer humano, con particular énfasis en el económico, al tiempo que cotidianamente observamos una tendencia en el sentido contrario, es decir, de monopolizar u oligopolizar las actividades económicas; y lo peor de todo es que se llega a reconocer este hecho con el ya tan socorrido argumento de que: ?esa es la tendencia mundial?. En una palabra, sabiduría convencional dominante y terca realidad parecen estar enfrentadas, a costillas de la autonomía ciudadana.

Este asunto nos da pie para, una vez más, plantearles la pregunta a aquellos que, ¿ilusa o interesadamente?, plantean ?blindar? a la economía de la política; lo que más bien parece que hemos estado observando en los últimos meses son intentos, algunos exitosos otros no, del statu quo económico de ?blindarse? contra el péndulo histórico, subordinando a los poderes del Estado.

Diego Valadés lo apunta en otros términos al señalar que la ?relación asimétrica? entre el poder político y el poder económico, que había caracterizado a la etapa de la hegemonía priista no ha sido sustituida por un sistema de equilibrios para lo cual son necesario nuevos arreglos institucionales, por lo que ahora asistimos a la hegemonía del poder económico sobre el político. Por aquí es donde hay que buscar las verdaderas y necesaria reformas estructurales que requiere este país.

Los medios de comunicación masiva son, pero no deberían (por lo menos no de manera exclusiva), ser un gran negocio, ya que significan un instrumento de alto impacto social, político, cultural y educativo. En una palabra, son una parte importante para moldear el perfil de sociedad a la que aspiramos. Es por ello que ésta última tiene ante sí la gran tarea de librar la batalla por los medios que necesita para asegurar su viabilidad económica, consolidar democracia y buscar la equidad. El asunto de los medios de comunicación es tan delicado como para dejarlo en manos de los políticos, sobre todo como éstos que tenemos, o de mercenarios de la comunicación. Hay tareas. josemedinajuarez@yahoo.com.mx.

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