El matrimonio legal, hasta ahora un derecho mayoritariamente heterosexual, ?defendido? hipócritamente por la Administración Bush y que ha desplazado al Sida como la causa principal del activismo de los grupos pro derechos de la comunidad gay, requiere ajustarse a la realidad de muchas sociedades. De no hacerlo corre el riesgo de volverse irrelevante de manera paulatina.
Los datos más recientes de la Oficina del Censo de EU no sólo revelan que ya hay 300 millones de habitantes en ese país, sino también que hoy las parejas que han unido su vida legalmente son, por primera vez, una minoría frente a las parejas que llevan una vida amorosa y que viven juntas, heterosexuales y homosexuales, sin haber firmado un papelito.
De acuerdo con el estudio, de los 111.1 millones de hogares estadounidenses sólo 49.2 por ciento está conformado por una pareja unida legalmente en matrimonio, con o sin hijos, mientras que el 50.8 por ciento restante está conformado por parejas heterosexuales que han decidido posponer su enlace legal o que ni siquiera tienen pensado matrimoniarse o por parejas homosexuales que, fuera de Vermont y Massachussets, no tienen la opción de contraer matrimonio de manera legal.
Adicionalmente, un estudio independiente, elaborado por la Universidad de Rutgers, señala que en 2006 sólo un tercio de los hogares estadounidenses tiene hijos, comparado con más de la mitad de los hogares con hijos en la década de los sesenta.
Sin duda, esos datos son importantes porque son un balde de agua fría para quienes creen que el matrimonio es una institución rígida que no requiere ponerse al día. Detrás de tales cifras y estudios hay millones de personas cuyas opciones de vida muestran la necesidad política de discutir qué hacer con esos cambios y nuevas realidades, no sólo en EU, sino también en nuestro país.
En México, de acuerdo con cifras del INEGI de 2005, hay 24.8 millones de hogares, de los que 22.7 son ?familiares?, mientras que 1.97 son ?no familiares? y .88 son ?unipersonales?. Los llamados hogares no familiares representan hoy ocho por ciento del total de los hogares mexicanos. El INEGI señala que la tasa de nupcialidad bruta cayó de siete por millar de habitantes en 1970, a 5.7 en 2004. Finalmente, el INEGI también reporta que en 2005 se registraron 11.8 divorcios por cada 100 matrimonios, comparados con 3.2 divorcios por cada 100 nupcias legales en 1970.
Las dinámicas sociodemográficas, en México o en EU, están en constante cambio y los arreglos familiares se diversifican año con año. Por ello, más que santificar el matrimonio legal para evitar que se actualice, o, peor, usarlo como estrategia electoral, el Estado debe preguntarse cómo proteger a todas las parejas que han decidido que el matrimonio legal, tal y como existe hoy, es un traje, o un vestido, que no refleja los nuevos convenios de una vida en pareja o en soledad.
Cualquier Estado democrático debe darse a la tarea de reconceptualizar el término ?familia? y pluralizarlo, para dar cabida a las todas las dinámicas del cambio en las estructuras familiares de cada sociedad.
Por absurdo que parezca, algunas revistas dirigidas al público femenino, que han dejado de publicar artículos para ?enseñarle? a la mujer cómo cocinar y encontrar al marido ideal y algunas revistas ?masculinas?, que dejan de dar tips para ?cazar a la esposa perfecta?, parecen haber rebasado a los congresistas que se rehúsan a legislar para proteger a los nuevos arreglos familiares y que se niegan a reconocer que no a todos cuadra el: ?los declaro marido y mujer?.
Profesor del ITAM
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