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Hay que acabar con los pobres

Luis Guillermo Hernández Aranda

Luis Estrada lo vuelve hacer. Si en 1999 este director de cine puso en jaque al Partido Revolucionario Institucional (PRI) con el estreno de su película la Ley de Herodes, ahora no se tienta el corazón para hacer una mordaz y ácida crítica del Gobierno foxista a través de su película Un Mundo Maravilloso.

La nueva película del famoso “Perro” Estrada aparece en cartelera a pocos meses de las elecciones del dos de julio donde se elegirá nuevo presidente de la República; dicha cinta es un devastador ataque a las políticas del neoliberalismo que indirectamente (¿será?) favorece la propuesta de Andrés Manuel López Obrador y deja muy mal parados a Roberto Madrazo y a Felipe Calderón Hinojosa.

Más allá de las afinidades políticas del cineasta, Luis Estrada presenta una realidad cruda que al mismo tiempo advierte el peligro de un posible estallido social, sobre todo cuando la clase política está cada vez más alejada de la gente, por ende de la realidad y sólo se preocupan por las finanzas macroeconómicas.

El alejamiento social de los actuales funcionarios, es maravillosamente retratado cuando el secretario de Economía encarnado por Antonio Serrano discute con su esposa sobre la pobreza, afirmando que esta situación social tiene su origen en la falta de compromiso de las personas para incorporarse a la vida productiva. Un discurso cien por ciento neoliberal que no atiende, ni analiza, los alarmantes índices de desempleo.

La película narrada al más clásico estilo de cuento para niños (Érase una vez), retrata las peripecias de Juan Pérez (Damián Alcázar), el más pobre de los pobres, que un día salta a la fama por un accidente en el que parece que se va a suicidar tirándose de lo alto de un edificio para protestar contra el Gobierno por su condición social.

El Ministro de Economía, acosado por el escándalo en el que lo responsabilizan de la decisión de Pérez, decide cambiarle la vida y le regala una casita, un auto y un trabajo. Pero cuando otros pobres, amigos de Pérez, se enteran de su cambio de fortuna, deciden imitarlo amenazando con tirarse de diferentes edificios de la ciudad.

El Ministro, aterrado ante la posible plaga de pedigüeños, decide declarar la pobreza un delito y así acabar de una vez por todas con los pobres del país.

Pérez va dar a la cárcel. Tres años después, Pérez sale de prisión y regresa a su antigua condición social pero esta vez -y sabiendo que es mejor un día como rico que una vida de pobre-, hará todo lo posible para salir de la pobreza y así hacerse justicia por su propia mano.

Para el director, Luis Estrada, esta cinta “es una ironía acerca del mundo en el que vivimos, yo percibo un mundo demasiado injusto, desigual, sobre todo con la experiencia de vivir en este país, donde la desigualdad social es el motor de todos los otros enormes problemas y un poco es una lectura, en tono sí de sátira y caricatura que magnifica los defectos y esconde las virtudes; la película no tiene estos héroes con los que uno se pueda identificar, pero sin embargo, el espectador se puede identificar con muchas cosas que están puestas en la película y sobre todo con la experiencia de haber padecido y disfrutado todas las contradicciones enormes que hay en México”.

Y así es, la película por igual critica al Gobierno, a la Policía, a la prensa, a la familia, Iglesia y de manera muy importante, a la salvaje ideología neoliberal imperante, individualizada en el villano, el ministro de Economía yuppie encarnado por Antonio Serrano.

Tras esta autopsia y a pesar de las carcajadas que produce la película, no se puede evitar sentir tristeza por el país que actualmente tenemos, donde simplemente todas las instituciones sufren una devaluación que ha generado una pérdida de confianza y la nula esperanza de tiempos mejores.

En la cinta son constantes las referencias al Gobierno de Vicente Fox, al mencionar palabras como el Cambio, discursos donde se afirma que se abatió la pobreza y los constantes recortes al presupuesto social. Aunque la cinta se desarrolla en México, los escenarios fácilmente remiten a Foxilandia, esa tierra donde los actuales políticos creen que sus discursos reflejan la realidad del país.

Pero así como hay crítica también están presentes los homenajes, sobre todo a Tin Tán, ya que la actuación de Damián Alcázar, remite a cintas como el Vagabundo del enorme Germán Valdés o bien al cine italiano con cintas como Ladrón de Bicicletas.

Un Mundo Maravilloso merece ser vista para analizar una realidad mexicana llena de contrastes, donde a pesar de las enormes desigualdades aún conservamos algo de humor para reírnos de nosotros mismos.

lharanda@

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