Sucede con frecuencia que quienes promueven un acto público de justicia civil que trasciende e impacta a nuestra sociedad sean involuntariamente relegados a un injusto olvido, mientras que su iniciativa quedó establecida y consolidada como una importante tradición social y cultural en el país.
Tal es el caso del Día del Maestro que celebramos en México cada día 15 de mayo. La conmemoración existe desde 1917 y es un marco propicio para el merecido reconocimiento a quienes desempeñan la noble misión, últimamente muy politizada, de bien educar a nuestra niñez y juventud.
En cuanto a los nombres de quienes promovieron el homenaje nacional, poca gente sabe que fueron dos legisladores coahuilenses: el doctor Enrique Viesca Lobatón y don Benito Ramírez G., representantes populares por los distritos de Viesca y Piedras Negras. Me enteré de esto por una verdadera casualidad, pues en las páginas de un viejo libro, adquirido junto a otros que primero habían sido de don Andrés S. Viesca y luego de don Francisco Madero Hernández, encontré un añoso impreso que reproducía un artículo sin firma bajo el título “Coahuilenses distinguidos” que, por fortuna, daba los antecedentes del diputado Viesca Lobatón; no del diputado Ramírez, de quien sólo consignaba el nombre. Luego consulté el diccionario de la casa Porrúa Hermanos y confirmé la información que hoy transcribo a mis lectores.
El doctor Enrique Viesca Lobatón nació en Parras, Coahuila, del matrimonio formado por don Enrique Viesca y Peña y doña Amalia Lobatón Lavallier. Otros miembros de dicha familia fueron Carlos y Francisco quienes, después de estudiar con Enrique en el Ateneo Fuente de Saltillo, marcharon en 1894 a la Cudad de México con el mismo propósito: seguir sus estudios profesionales: Carlos se hizo doctor y Francisco eligió la carrera de abogado. De don Enrique dice el texto citado que cursó su internado de medicina en el famoso Hospital Concepción Béistigui, anexo al templo de la Regina, y de ahí ambos médicos pasaron otra temporada en el Hospital Juárez para después de presentar su examen profesional los días tres y cuatro de julio de 1900 retornar a la casa de sus padres, ya ancianos, en Parras de la Fuente.
En esta segunda estancia cabe el oasis de Coahuila, el doctor Viesca conoció a la señorita Guadalupe Benavides con la que contrajo matrimonio el día 20 de julio de 1902 para trasladarse inmediatamente a Gómez Palacio, Durango, a ejercer su profesión. Cuando en 1909 se iniciaron los escarceos violentos de la Revolución Mexicana el matrimonio Viesca Benavides cambió su domicilio a Torreón que ofrecía mayores condiciones de seguridad: allí creció la familia, el médico se vinculó con su clientela e inició una corta carrera política.
En esta época el licenciado llegó don Aarón Sáenz a Torreón para lanzar su candidatura a diputado por el distrito de Viesca para el período 1917-1918. Los torreonenses decidieron apoyarlo a condición que el suplente fuera un personaje conocido por los laguneros y propusieron al doctor Enrique Viesca Lobatón, quien ya había dado prueba de ser un excelente orador.
En 1916 había presentado en la Logia Masónica Benito Juárez de Torreón la idea de crear un día de cada año para honrar la labor de los maestros, aunque no prosperó su promoción. Sin embargo, casi para protestar el cargo de diputado, Aarón Sáenz presentaría una abrupta solicitud de licencia para ausentarse de la Cámara Baja y el doctor Enrique Viesca fue llamado a suplirlo.
En una de las primeras sesiones de aquella Legislatura el doctor Viesca, apoyado por el diputado Ramírez, subió a la tribuna para presentar una iniciativa de decreto que consagrara un día de cada año a la honra de los maestros de toda la República, misma que fue aprobada, con dispensa de trámites por 116 votos contra 12, emitiéndose el consecuente decreto legislativo que establecía el 15 de mayo de cada año como “día del maestro” y lo declaraba fecha no laborable.
En 1918, por la noche del siguiente 18 de mayo, se acató por vez primera el mandato legislativo y se rindió un homenaje a los maestros en la escuela Benito Juárez de la ciudad de Torreón, ofreciendo el discurso oficial con este motivo el propio diputado Enrique Viesca Lobatón. Meses después aparecería la epidemia de influenza española que asoló a la Comarca Lagunera y el doctor Viesca Lobatón fue una de sus víctimas.
No murió por esa causa, dice el artículo en cuestión, pero “quedó marcado con una arteriosclerosis cerebral que poco después lo conduciría a la tumba”. Ello ocurriría en la ciudad de México, a donde la familia Viesca Benavides había trasladado su domicilio para ver por la educación de sus hijos. La altura sobre el nivel del mar y el clima poco favorable para la dolencia del ex diputado acabaron con su vida, lo que acaeció el tres de diciembre de 1919 a causa de una hemorragia cerebral, dos años después de aquella su afortunada intervención legislativa que creó el Día del Maestro.
Dentro de 11 años se va a cumplir un siglo de homenajes anuales al magisterio nacional, mas no creo que en ese largo tiempo se haya organizado, algún homenaje recíproco para aquellos diputados coahuilenses que tuvieron la idea, y la llevaron a cabo, de crear el Día del Maestro como ocasión de reconocimiento y gratitud a los mentores de la República. Ojalá que un día de éstos los profesores recuerden esa bonita frase que muy frecuentemente repiten a sus alumnos: “acuérdense de que honrar, honra”...