Custodiado el Centro de la capital de Oaxaca por la Policía Federal Preventiva, menguada la agresividad de los miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y pintiparados los directivos del Partido de la Revolución Democrática para evitar que la dirigencia de la APPO caiga en el desánimo, este partido se dispone a bloquear las carreteras que comunican a Oaxaca con el resto de la República.
Así, poco a poco, puntualmente, el perredismo se despoja de la máscara oaxaqueña que oculta su condición de poder tras bambalinas y con igual celeridad empieza a cometer los punibles errores en que cayó Andrés Manuel López Obrador recién concluidas las elecciones presidenciales.
Aquél fue un momento de borrachera política. Los seguidores del Mesías de Macuspana creyeron ciegamente que había ganado las elecciones y deberían defender hasta con las uñas y los dientes el triunfo de su candidato. Mentira, su candidato pretendía haber ganado la elección, pero bien sabía que eso era una falacia. Los estrategas del Partido de la Revolución Democrática, algo así como el Estado Mayor del número uno en esa organización política, creían aquello de que una mentira que se repite mil veces acaba por convertirse en una verdad. Y a esa transmutación dedicó sus afanes Andrés Manuel: todos los días reunía a sus múltiples corifeos y les repetía la cantinela: ?ganamos, ganamos, ganamos? O la demanda masiva que nació allí mismo: ?voto por voto, casilla por casilla?...
Mientras eso sucedía y en tanto los automovilistas echaban víboras, serpientes y tepocatas contra la coalición Por el Bien de Todos, disgustados por la invasión del Zócalo y de las vías públicas, los estrategas de Felipe Calderón Hinojosa se dedicaban a contar y recontar las sumas de votos en las actas de cómputo que también habían recogido los representantes en las casillas. La conclusión fue: ?No hay problema, ganaron Felipe y el PAN. Que recuenten lo que quieran, pero pronto porque ya tenemos mucho trabajo encima?.
El Instituto Federal Electoral, todos lo sabemos, decidió aceptar parcialmente las ingentes demandas de los seguidores de AMLO y pocos días después pudieron dar los resultados: el triunfo era de Felipe Calderón Hinojosa, candidato del PAN. La reacción de perredistas, petistas y convergencionistas no se hizo esperar: incredulidad, seguida por la exigencia del retintín ?casilla por casilla, voto por voto? ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación que aplicó a sus mejores jueces y magistrados a la tarea de analizar, con transparencia, los resultados de la elección y del recuento voto por voto. La conclusión fue la misma: ganaron el PAN y su candidato. Y Felipe Calderón fue declarado presidente electo.
Nuevo golpe a la vesícula, al hígado y al páncreas de Andrés Manuel López Obrador, que a cada día reaparecía demudado, amarillo como el color de su partido y más intransigente que nunca. Mientras tanto muchos de sus seguidores empezaban a cuestionar sobre el porvenir de aquella terquedad insensata. Ebrard, que había ganado la elección por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, se mantenía en silencio, pero era de suponer que preguntaba al infinito sobre el estado financiero en que recibiría las finanzas públicas. Igual se interrogaban los candidatos a diputados que ganaron más curules y escaños, como nunca antes había sucedido, sobre cuál iría a ser su porvenir: ¿asumir las responsabilidades contraídas o luchar contra lo imposible junto a aquel mesiánico tabasqueño que los había puesto al filo del abismo?...
Ricardo Alemán, comentarista político de El Universal, transcribió claramente su comentario del 18 de mayo en la edición de ayer: ?El mayor problema de la llamada izquierda institucional es el propio López Obrador. Y es que en ese largo y sinuoso camino de cinco años de campaña dejó cadáveres políticos por todas partes: sacrificó aliados fundamentales, rompió con la dinastía de los Cárdenas, asaltó al PRD al que impuso dirigencia y candidatos indeseables; insultó y peleó con el presidente, con los banqueros, empresarios y grupos civiles que cuestionaron la inseguridad. Insultó y desprestigió a los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, intentó destruir la confianza en el IFE y en el Tribunal Electoral. Es el jefe del PRD, de la campaña, de la izquierda, de la coalición, el único estratega, el creativo, el publicista, el vocero. Niega las encuestas, la razón y el sentido común, niega sus errores y flancos débiles y terminó por negarse a sí mismo, Huele a derrota, pero parece tarde. Al tiempo?.
Ayer escribió el mismo Ricardo Alemán: ?Y el tiempo lo confirmó, murió por la boca?...