Para dar las gracias al pueblo de Coahuila vino a Torreón y a Saltillo el perdedor de las elecciones presidenciales del año 2006. ¿Gracias? ¡No hay de qué! Nunca ha sido tan certera y puntual esa gratuita expresión ¡De nada! De veras, en serio, no se mortifique, no tiene nada qué agradecer...
Que se recuerde, aún en las más lucidas reuniones de coahuilenses organizadas por su comité de campaña López Obrador tendría unos cuantos cientos de ciudadanos como espectadores; de los cuales muchos asistieron movidos por la curiosidad, otros motivados por una antigua, oxidada, militancia en la izquierda y algunos grupos de estudiantes que con eso podrán declarar en el futuro que fueron socialistas, pero ya no gracias a Dios. Los más sinceros concurrentes fueron los hombres y las mujeres que por su condición económica, social y cultural tienen todavía la capacidad de poner su esperanza en un Mesías, o alguien que lo parezca o simule que lo es.
López Obrador vino a dar gracias, pero también a desahogar la bilis del primer día de diciembre por medio de los gorilas que usa como guardaespaldas. El colega periodista, Leopoldo Ramos, corresponsal de El Siglo de Torreón, puede dar fe de lo ?agradecido? que se mostraron los atenquenses o oaxaqueños que lo agredieron de hecho el sábado dos de diciembre en la sociedad Manuel Acuña. A los editores y comentaristas de los medios sólo nos tocaría recibir la violencia de un lenguaje enajenado por la frustración: el día anterior Felipe Calderón Hinojosa había logrado protestar en el cargo de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, a pesar de las amenazas proferidas durante cuatro meses por el distinguido hijo de Macuspana, Tabasco, y sus ínclitos y hastiados seguidores.
Nada pasó en San Lázaro y nada va a pasar en adelante. Hicimos el ridículo ante todo el mundo con el belicoso triduo de una entreverada violencia panista y perredista que acabaría en gozoso pic-nic la víspera del día primero, pero el nuevo mandatario mexicano ya está instalado en Los Pinos, su residencia oficial, y ha empezado a gobernar para los mexicanos. Nada pasó en San Lázaro, salvo lo que debía pasar.
Ya quedó la amenaza perredista en la memoria colectiva que ahora se apresta a registrar la realización de un Gobierno qué, como todos en su tiempo, es depositario de la confianza de la sociedad mexicana, y lo será hasta que esta misma sociedad reciba evidencias negativas de su actuación pública, si es que ello sucede. Hay tanto qué hacer en todas las áreas del Gobierno que sería una lástima desperdiciar el tiempo y la oportunidad en rijosidades políticas, en vez de aprovecharlo para concretar las reformas de la estructura nacional que ha demandado el país en los últimos seis años.
Corre, por desgracia, el último mes del primer periodo de sesiones del Congreso de la Unión, cuyos días iniciales, a partir de éste que es hoy, van a ser dedicados por las bancadas de los distintos partidos políticos representados en las dos cámaras al ingrato fin de comentar lo sucedido el día primero de diciembre. Sus bocas escucharemos, en pro y en contra, diciendo y desdiciendo, sin que tal controversia tenga un meollo positivo.
Como hizo el propio AMLO el sábado dos, en Coahuila, harán lo mismo sus corifeos con credencial de diputados en el seno de la legislatura federal y en las legislaturas locales. Será el festín de la venganza por medio del peor recurso del lenguaje: el ripio político, la demagogia redundante y la contumacia reiterativa, porfiada y propagadora de la mayor de las falacias democráticas: ?AMLO es el presidente legítimo de México, por haber sido elegido por aclamación en el zócalo de la capital de la República. Que se vaya al diablo la elección institucional y todas las instituciones. Quien está contra AMLO está contra México?.
Vaya pues, pero no todo está perdido en el universo de las palabras. Quien haya leído los editoriales de la prensa escrita en días previos y posteriores a la protesta presidencial de Felipe Calderón; quien haya escuchado los noticiarios y mesas de discusión en la radio y en la televisión; quien tenga ojos para ver y oídos para estar atento a los comentarios de la gente que piensa bien y opina mejor, sabrá ya que existe otro lenguaje: el de la sensatez, la prudencia y la certeza. La comunicación que antepone el interés nacional a los intereses egoístas de los profetas del desastre. Nada que no haya sido positivo sucedió el primero de diciembre. Sufren, se rasgan las camisas, se arrancan el alma los que apostaban al contrario y perdieron ante la lógica constitucional, ante la verdad jurídica y la razón de México.
Nada tiene que agradecer a los coahuilenses el señor López Obrador. De veras nada. El país es el agradecido pues su reactiva cólera sirvió para nuevamente unir a la sociedad, y esperemos que esto sea para el bien de todos...