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Hora cero/Hasta que caiga el último out...

Roberto Orozco Melo

El debate entre cuatro de cinco candidatos a la Presidencia de la República tuvo lugar el martes 25 de abril y justificó plenamente la desesperanza de la ciudadanía que con pleno derecho anhelaba presenciar una verdadera confrontación de ideas, programas y proyectos. No se le hizo.

Ante la poca imaginación de los cuatro participantes -el quinto, AMLO, no se presentó- el encuentro descarriló su propósito y solamente logró mostrar destellos de lo que es posible esperar de cada uno de los aspirantes a la primera magistratura del país; esta fulguración apenas iluminó un oscurecido foro en el cual, los candidatos, estuvieron muy cerca de las cámaras y muy lejos de la gente, esmerados en desvirtuar a sus opositores y exaltar sus propias cualidades.

Debido a la ausencia de AMLO Felipe Calderón y Roberto Madrazo concentraron los agresivos ataques de Roberto Campa Cifrián, quien lució irritado e irritable; no tanto la señora Patricia Mercado que tuvo la atingencia de sonreír al hablar y con ello y su innegable belleza, sedujo a los espectadores; igual suavizaría algunas de sus críticas para deslizar análisis y propuestas con elegancia, de tal modo que aún las más riesgosas, como la referida a los hombres y mujeres diferentes o la legalización del aborto, se escucharon con simpatía.

Las proposiciones sobre los temas a discusión, inducidos por el IFE y aceptados previamente por los representantes de los candidatos, no fueron insólitas, ni siquiera novedosas: sonaron como lugares comunes del discurso político electoral y tampoco registraron ópticas interesantes o tratamientos diferentes. La evocación de otros debates nos llevó a identificar un reiterado tono en las argumentaciones, en añosas promesas jamás cumplidas y en el autoplagio de ideas. Máquina del tiempo que nos hizo retroceder a los debates de hace seis y doce años sin que sus diagnósticos y conclusiones hayan variado.

Acusaciones hubo muchas entre Roberto Madrazo, Felipe Calderón, Roberto Campa y viceversa; alusiones indirectas, para el ausente perredista que no fue nombrado y para la maestra Elba Esther, más otras obsesivas ocurrencias verbales que no hicieron olvidar a la teleaudiencia que AMLO era, seguía siendo a pesar de todo el candidato del PRD, llegando al colmo de concederle un 34 por ciento de reconocimiento en los sondeos de opinión post debate.

¿Por qué la mayoría de los medios de comunicación declaró triunfador del debate a Felipe Calderón Hinojosa? Sin duda porque pudo mantener su discurso en el marco temático señalado para la confrontación y solamente dedicó unas cuantas frases para defenderse de los señalamientos de Campa y de Madrazo, sin perder compostura ni oficio político; algo que pareció difícil para el aguerrido candidato del PRI.

Calderón, en cambio, se dio el lujo de apoyar algunas de las propuestas de Patricia Mercado y del candidato de Nueva Alianza en forma galante y caballeresca. En conjunto los cuatro candidatos lograron apuntar una somera radiografía política, económica y social de la República con algunas vagas soluciones a su reconocida problemática; nadie, sin embargo, llegó a plantear un plan de trabajo, más allá de su voluntad de afrontarlo, para resolver la compleja amenaza del crimen organizado, salvo el ex gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, quien presumió de haber mantenido a su entidad federativa en el rango de cero criminalidad y cero secuestros, lo cual, si es cierto, debe calificarse como un mérito. No hay otros estados que puedan alardear de lo mismo, al menos en épocas cercanas.

Temas justificadamente obsesivos fueron la economía, la estabilidad monetaria, la creación de empleos, el intríngulis del la reforma al sistema fiscal, el abaratamiento de los energéticos y el fortalecimiento, la modernización y el saneamiento de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad; todos devienen asuntos muy complejos que podrán resolverse si quien gana la Presidencia de la República obtiene también los suficientes votos legislativos para comprometer la aprobación de las reformas pendientes.

En éstos, como en los demás temas, cada candidato esquematizó sus propias recetas, a veces coincidentes y en ocasiones divergentes de los otros aspirantes a la Presidencia del país. Claro que cada una tenía el matiz de sus respectivas inclinaciones ideológicas, condicionadas por la que siempre será una fatalidad geográfica y política: la opinión del Gobierno estadounidense.

Otros asuntos, acaso más apasionantes, podrán constituir el migajón del siguiente debate; éste del martes, por lo pronto, dio mucho en qué pensar a los electores y a los candidatos. Los ciudadanos estamos a la espera de un mejor destino nacional; de los candidatos sólo podemos decir que uno -Felipe Calderón- ganó el honor de encabezar las encuestas de opinión durante los siguientes días. Después ya veremos, pues esto no se acaba hasta que se acaba, como dicen en el beisbol...

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