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Hora cero/La buena estrella de La Estrella...

Roberto Orozco Melo

Con indeseable frecuencia la globalización de la economía ha puesto en aprietos a las empresas mexicanas involucradas en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte desde el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. En tales coyunturas los negocios deben tomar ajustes financieros que pegan de inmediato en la sociedad por la vía del desempleo. Cosa grave, sobre todo en países como el nuestro cuya estabilidad económica pende de un hilillo frágil y delgado que puede romperse en cualquier momento.

La industria textil mexicana ha resentido estas circunstancias. Ahora mismo existe una crisis que afecta a las factorías productoras de telas de algodón y es provocada por la importación ilegal de manufacturas textiles chinas, una competencia desleal que pone a los industriales nacionales en situación de quiebra. Por esta causa la Compañía Industrial de Parras, operadora de la fábrica “La Estrella”, estuvo a punto de ir a bancarrota por falta de liquidez, lo que pudo causar un daño irreparable a la fábrica de telas más antigua de nuestro país, a sus obreros y al pueblo de Parras, pues la industria textil es el principal sustento de su economía.

Por fortuna “la Fábrica La Estrella posee muy buena estrella”. Es como si un halo protector cubriera su destino, y no son pocas las veces que ha salido bien librada de problemas. Se cuenta que el descubridor del Noreste de la Nueva España, don Francisco de Urdiñola, hizo una primera puebla en las tierras que poco después serían bautizadas como Valle del Pirineo, en los años previos a 1598, y al ver la excelente condición de clima y agua en el entorno sembró trigo, plantó viñedos de cepa donde observó que había parras cimarronas y además intentó de producir textiles con algunos telares primitivos y un batán que diera a las telas el enfurtido conveniente.

Un año después tendría lugar la fundación formal de Santa María de las Parras por el jesuita Juan Agustín de Espinosa y el capitán Antón Martín Zapata, y en 1591, cuando llegaron los tlaxcaltecas a Parras, la producción de textiles se convirtió en un quehacer tradicional.

A lo largo de su historia La Estrella enfrentaría difíciles coyunturas económicas. En sus primeros años por la dificultad de adquirir maquinaria adecuada a mayor y mejor producción, pero en 1889, ya en poder de don Evaristo Madero y don Lorenzo González Treviño, ambos se entregaron a la tarea de comprar el necesario equipamiento, organizaron la Compañía Industrial de Parras y emprendieron la modernización de La Estrella.

Luego introdujeron la electricidad con una generadora hidráulica propia y acometieron las inversiones que demandaba el negocio, de tal modo que en la primera parte del siglo XX llegó a ser clasificada como una de las fábricas textiles más importantes del país.

Además del importante desarrollo fabril de La Estrella, constante y creciente durante todo el siglo pasado, los accionistas de CIPSA han procurado caminar en paralelo a los avances de la industria textil mundial, seguir los estilos mundiales en el aprovechamiento de la mezclilla como tela dúctil y cómoda para todo vestuario, desde los estilos más formales, hasta la ropa de trabajo y los cómodos “jeans” que se han hecho característicos de la juventud.

Para ello hubieron de estar atentos a los cambios de la caprichosa moda, a mejorar la fabricación de sus telas y buscar las asociaciones estratégicas que convinieran con la tradición manufactura de la industria parrense. Con esa inspiración CIPSA se asoció a Williamson Dickey Manufacturing, de Fort Worth, Texas, para constituir la sociedad Parras Williamson, S.A. que ocupa a cientos operarios en la producción de prendas de vestir para consumo internacional.

La fábrica La Estrella no es solamente la mejor fuente de empleo y vida económica en Parras. Los dueños de CIPSA han seguido la hidalga tradición de sus fundadores, don Evaristo Madero y don Lorenzo González Treviño y han permanecido siempre atentos a las más urgentes necesidades de sus pobladores.

De mi niñez recuerdo el entusiasmo de sus entonces presidente y gerente, don Rodolfo J. García y don Ramiro Alatorre Escobedo, quienes encabezaban sin falta las gestiones para el progreso de la ciudad; desde la introducción a las casas de los ductos de agua potable y drenaje, la pavimentación de las calles, la instalación de la primera planta que se puso en México para el saneamiento de las aguas negras y su uso agrícola, la ampliación de las líneas telefónicas, el apoyo a la educación primaria, secundaria y preparatoria así como la creación de la primera escuela técnica industrial. No se diga el constante respaldo que se prestó entonces y después a las actividades deportivas, gracias al cual los equipos de CIPSA brillaban en todos los torneos de beisbol, futbol, volibol y basquetbol.

Posteriores gerentes hicieron lo mismo y cuando alguno de éstos fue omiso siempre hubo un accionista como el doctor David Madero que se preocupó por Parras y sus moradores.

A CIPSA y al doctor Madero se debe la modernización del Hospital Guadalupano y en otro tiempo la del Hospital Antituberculoso. Con visión certera ha hecho don David inversiones personales que han dignificado la arquitectura colonial de Parras, generado empleos e impulsado el turismo.

Cuando supimos que la Compañía Industrial de Parras se veía en apuros económicos y podría cambiar de dueños y de ubicación sentimos una genuina tristeza. La Estrella es una con Parras y Parras no es imaginable sin La Estrella. Luego saldría a luz la buena noticia de que dos empresarios parrenses ligados a CIPSA, José Antonio Rivero Larrea y Rodolfo García Muriel, estaban decididos a unir voluntades y esfuerzos para sacar adelante a La Estrella y nos llenamos de júbilo. Así pues, deseamos que todo salga bien en CIPSA por el bien de todos. Adelante.

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