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Hora cero| La vieja asignatura pendiente...

Roberto Orozco Melo

Hace algunos años, a unos cuantos de que el Estado había puesto sus ojos sobre el Centro Histórico de Saltillo, escribí que ese problema aún constituía un examen sin aprobación. Ahora, con mucha pena, lo confirmo, lo actualizo y lo repito.

Dije también, entonces, que los primeros responsables del olvido eran, a la sazón, los integrantes de la Junta de Protección y Conservación que el gobernador Eliseo Mendoza Berrueto había creado ex profeso. Esa Junta necesitaba cambiar de patrona y de celadores; así que deberían voltear contra la pared la imagen de Nuestra Señora de la Concertación para entronizar al enérgico Señor del Justo Látigo; ahora, en esta fecha, también van a necesitar cambiar el viejo devocionario del culto por una normatividad fluida, coercitiva y exigente.

Así mismo el señor alcalde de Saltillo es corresponsable de que esta pequeña a inútil cofradía ciudadana no cumpla sus deberes: el presidente municipal de ?la capital más bella de México? necesita ponerse la chaqueta del Centro Histórico en lugar de andar chacoteando. No queda a la responsabilidad del cargo que ostenta escapar del entorno de las responsabilidades por la tangente de las bromas. El primer paso es analizar, proponer y presupuestar. La Junta no se fundó sólo para juntarse a tomar café y conversar sobre lo bonito que está Zacatecas, Morelia y San Luis Potosí, sino para trabajar por la protección y conservación de los pocos edificios y casas de interés histórico que prodigiosamente mantiene en pie nuestra ciudad. Proyectos subsisten, aprobados por los primeros integrantes de esta susodicha Junta, que han cumplido varios trienios y sexenios de edad sin que a las soluciones propuestas se les haya hecho una juguetona cosquilla de avance. Verbi gratia: El estorbo visual que constituye el alto edificio de Teléfonos de México en la calle de Hidalgo Norte. Y es que los juntados aprueban los planes pero no cuentan con recursos económicos para llevarlos a buen fin. Hoy en día, la Junta tiene una edad de por lo menos tres sexenios, más lo que cuenta el actual, y los tres o cuatro empleados de la Junta de Protección y Conservación del Centro Histórico de Saltillo, dedican sus horas laborales a despachar asuntos de trámite como los permisos que deben otorgar o rehusar para la demolición, reconstrucción o destrucción ?muchas veces en ello acaba el trámite? de los bienes inmuebles ubicados en el área urbana protegida. Y a estructurar nuevas propuestas que nunca van a realizar.

Porque esto es pura teoría. Los propietarios de inmuebles, o quienes están interesados en serlo, hacen lo que les da la gana con la Junta y sus nobles antiquísimas intenciones. De pronto apareció, hace cuatro años, una espantosa tienda de conveniencia en la esquina de Xicoténcatl y Victoria, que fue protestada por los vecinos. De nada sirvieron las quejas ni las críticas de la prensa: la tienda ahí está, como la puerta de Alcalá, dedicada a la venta de cerveza...

Por eso decimos que el Centro Histórico de Saltillo, ?como los de otras ciudades coahuilenses pues las Juntas de etcétera etcétera proliferaron como gripe asiática? es también un examen sin aprobación. Los ciudadanos propietarios de inmuebles en el área protegida deberían decidir si quieren dignificar la ciudad en que viven o seguir viviendo en el desorden vial, la fealdad arquitectónica y el abandono urbano. Pero si, en efecto, deseamos tener ?la capital más bella de México? tendríamos que obligar a nuestras autoridades a que nos obliguen a cumplir con Saltillo, no solamente con la ponderación de sus buenas voluntades, sino con recursos procedentes de nuestras contribuciones o con los tributos de cooperación que determinen las leyes fiscales para compensar la plusvalía de las casas y de los terrenos, como efecto de las mejoras que se hagan en sus entornos.

Resulta acongojante, por no escribir la palabreja homófona, que las autoridades permanezcan impávidas ante las casas derruidas en las calles del área puesta bajo la protección de la Junta del Centro Histórico: vetustos adobes, carcomidos por la lluvia, el tiempo y la incuria, cinco o seis postes en cada esquina, alumbrado público que no alumbra y todos esos ?detallitos? de mala presencia que ofrecen el peor de los espectáculos ante los sorprendidos ojos de los fuereños, mexicanos o extranjeros, que llegan a Saltillo atraídos por las excelentes fotografías de uno que otro edificio de interés histórico; quienes, al transitar por las calles encuentran abandono, pintas, desaseo y baches.

Entonces es cuando preguntan en un mal spanglish: ?¿Ey señour dónde estar the most beautiful mexican capital?..

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