Con toda franqueza, los mexicanos no podemos estar orgullosos de éste 2006 cuyos últimos días habremos de transitar en cuanto suenen las doce campanadas de la media noche en este año viejo y achacoso. Será un alivio poder clamar, desde el corazón: ¡Feliz año nuevo! Bendito sea Dios que ya se acabó 2006...
No piensen los lectores que ésta exclamación es una de las frecuentes exageraciones del columnista. El sexenio presidencial de Vicente Fox nos mantuvo apartados de la realidad con las ficciones propagandísticas del por muchos mal llamado ?Gobierno del cambio? pues en los últimos tres años estuvimos alelados con las cifras de una supuesta y exitosa macroeconomía cuyos logros no aparecieron en los hogares de la clase media y de la sufrida población de recursos económicos mínimos.
Los ingresos en dólares por los altos precios del crudo y las transferencias de miles de millones de billetes verdes provenientes del esforzado trabajo de los braceros mexicanos lograron contener la paridad cambiaria del peso en niveles aceptables, sin caídas abruptas y dolorosas; pero el costo de la vida ha ido en constante ascenso aunque lo nieguen los alquimistas de la estadística económica.
Contra las falacias gritan los reclamos de la dura supervivencia en las clases menos favorecidas, los índices del desempleo nacional que no han podido ser rebasados por la creación, proporcionalmente homeopática, de nuevas plazas de trabajo y la álgida situación general de inseguridad pública, provocada por la misma pobreza.
2006 fue, como otros muchos años de nuestra vida republicana, un periodo totalmente perdido: doce meses desperdiciados, cincuenta y dos semanas echadas al drenaje ante millones de empleados en paro y lo que es más doloroso y amargo, con muchos billones de pesos inútilmente gastados en la vacua actividad política, en los inútiles partidos políticos, en la polémica elección legislativa y presidencial: miles de horas tiempo desperdiciadas en los anuncios por TV con intención politicóide en la onerosa parafernalia electoral. Mucho para nada, sencillamente, porque los resultados dejaron al Congreso y a los mexicanos en manos de las maniqueas mafias irreconciliables, incompetentes e irresponsables, integradas por los dirigentes del PAN, los del PRD y los del PRI enunciados en orden descendente de preferencias electorales, según números del pasado dos de julio.
¿Qué se disputa en el Congreso de la Unión? ¿Existe acaso una agenda temática con soluciones para la evidente crisis económica, social y política en que tenemos atorado el país desde 1976? Lo que ahí se discute ahora no es el bienestar del pueblo y la felicidad de los mexicanos, sino los intereses políticos de grupúsculos que han agandallado con los citados partidos políticos y las usan para fortalecer su presencia permanente en los respectivos liderazgos. Y vaya que estos controles podrán devenir prolongados, si acaso progresa la pésima idea de la reelección de los legisladores federales, locales y presidentes municipales. Se enchina el cuero sólo de pensar en que podríamos conservar, ad infinitum, a los administradores y representantes populares que hoy sufrimos en todo el país...
Saldos negativos de éste 2006 quedan muchos, por la peligrosa discordia política y social que nos fastidió de julio en adelante, y hoy asoma su nariz en todos los ámbitos. Un ejemplo: vemos la aparente desavenencia ante la lucha contra la pobreza entre el Obispo de Saltillo, Raúl Vera y el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira. Si los pobres fueran un monopolio disputable podrían resultar beneficiados de una o de otra parte. Pero si las dos instituciones se concertaran para ayudarles eso podría significar la esperada redención de sus problemas, aquí y ahora, en éste mundo?
Otro si digo.
Sirva el colofón de estas biliosas reflexiones para ofrecer disculpas a los lectores y editores de los periódicos que me ceden su valioso espacio por la que espero no sea notable ausencia de esta columna, hasta la primera semana del mes de enero de 2007. Dedicaré los días navideños a limpiar mi ?software? de las telarañas que dejó la actual añada y muy pronto volveré a estar a sus órdenes. Feliz Navidad a todos -directores, editores y lectores- que bien la tenemos merecida, más un nuevo año sin politiquerías y con gran productividad para México y los mexicanos...¡salud!...