Hace cuatro años vino a Saltillo el escritor Paco Ignacio Taibo II, autor de varias obras de historia y novelas de misterio, géneros que deben guardar parentesco por el lado de lo incógnito. Cenamos entonces en su compañía y nos compartió el proyecto de escribir un libro sobre la vida de Pancho Villa, el afamado centauro del norte. Paco tenía claro que el personaje había sido un revolucionario esencial ya muchas veces biografiado en nuestro país y en el mundo entero. Reconocía, además, que reincidir en el análisis del nacimiento, vida y muerte de Villa corría el riesgo de hacer un libro más, agregado a las 15 narraciones biográficas escritas, entre otros, por historiadores de la talla de Martín Luis Guzmán y Frederich Katz, quien ahora va a ser penúltimo biógrafo del hombre también conocido como Doroteo Arango.
Pero a Paco Ignacio entonces como hoy le brotaba en la piel la misma fascinación que antes ha provocado en muchos escritores la complicada memoria del antiguo Jefe de la División del Norte: hombre controvertido, de personalidad desemejante y legendaria que despertó en su contemporaneidad tanta admiración y menosprecio, como todo el amor y el odio y las muchas gratitudes y rencores.
No tocamos otro tema aquella noche. Los que cenamos con Taibo perdimos la noción del tiempo, sin pronunciar palabra, simples oyentes de la vertiginosa descripción de cómo iba a ser su investigación y su enfoque sobre la vida de Pancho Villa. En la mesa del restaurante cayeron, una tras otra, reiteradas expresiones de su admiración por el señero caudillo de masas armadas cuyas facetas humanas, pensamiento e ideales incentivaban en extremo la probada capacidad de trabajo intelectual del autor de ?Ernesto Guevara, mejor conocido como El Ché?.
En aquella misma mañana, -era de madrugada cuando dejamos el figón en que cenamos- saldrían el escritor y su amigo y colega, Gerardo Segura, hacia Parras, San Pedro, Torreón, Durango y Chihuahua, decididos a interrogar el paisaje humano y físico que pudieron ver las hazañas guerrilleras de Pancho Villa, los sitios en dónde pasó su vida y sufrió su muerte. Cuatro años más tarde ?periodo de gestación y escritura de su obra- Paco Ignacio Taibo II retornó el viernes y el sábado pasado a Saltillo y Torreón para presentar ante nuestros ojos y nuestra conciencia su libro: ?Pancho Villa, una biografía narrativa? del cual quisiera expresar una opinión fundada, aparte del asombro literario y editorial que me causó; pero lo haré una vez lograda la emocionante hazaña de concluir su lectura.
Puedo anotar, sin embargo, en beneficio de los escépticos que alguna vez dudaron que se pudiera escribir una biografía más de Pancho Villa, que haber incursionado en las precedentes no les autoriza para decir: ?esto ya lo había leído? o ?Katz adelantó aquello?, pues ?la historia la escribimos entre todos? como dijo alguna vez el veraz historiador Israel Garza Cavazos. Y como Paco Ignacio Taibo II afirma?los libros se hacen con otros libros o contra otros libros? al expresar su gratitud a Friederich Katz, a Jorge Aguilar Mora, y a Pedro Salmerón, tres historiadores a los que agradece: ?el oxígeno que me proporcionaron y quiero que sepan que este libro fue escrito al lado de los suyos. No puede decirse lo mismo de otros muchos?.
?Pancho Villa, una biografía narrativa? fue editada por Editorial Planeta Mexicana en el mes de agosto de 2006. Su texto y notas respectivas ocupan 853 páginas. El autor visitó 36 archivos, museos, bibliotecas y colecciones documentales; la lista de artículos, libros, manuscritos mecanográficos y páginas Web ocupan 28 páginas escritas en tipografía de nueve puntos, documentos todos que Paco leyó, analizó y comparó en varias ocasiones para desentrañar las delicadas cuestiones que seguramente plantea, ante cualquier biógrafo, una vida tan intensa y compleja como la de Pancho Villa. Además identifica cada una de sus fuentes y les reconoce el correspondiente crédito.
Al rememorar la cena a que asistí hace cuatro años y luego leer en la bibliografía la intrincada retahila de visitas, lecturas, investigaciones en archivos, consultas a la memoria oral, etc. realizadas por Paco; y enterarme luego, por boca del autor, que su compromiso con la editorial Planeta incluía, además, la asistencia personal a 52 presentaciones en la República Mexicana y en Centro, Sudamérica, Estados Unidos y Europa el columnista se despoja de un bombín imaginario y porfiriano, como el usado por Villa para huir de la cárcel en la Ciudad de México en 1910, como signo reverente de admiración hacia Paco Ignacio Taibo II.
Después de cuatro años de indagar, leer, cuestionar, preguntar y repreguntar, descombrar verdades en versiones mentirosas, más el laborío hermenéutico que es obligatorio realizar antes de sentarse a escribir el texto, reconozco lo que cualquier agradecido lector debería reconocer: Paco Ignacio Taibo II ha cumplido una homérica odisea, que incluye su personal gusto de beber litros de refresco dietético de cola para resistir la tenaz y prolongada escritura del texto. Todo en el libro y en el autor hace que luzca único, nuevo, fresco, lógico e inédito; además de estar escrito y comentado con el puntual y abarrocado nervio de Paco Ignacio II, que venturosamente suele redactar sus textos en la misma forma amena, clara y contundente en que habla, o viceversa. Digo a mis escasos lectores que adquieran el libro y lo lean con amplio criterio: vivirán las aventuras de Francisco Villa.