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Hora cero/Plutón va a necesitar un presidente...

Roberto Orozco Melo

Después de la derrota electoral del PRI en las elecciones presidencial y legislativas del año 2006 la gente sigue preguntando: ¿Qué va a pasar con el Partido Revolucionario Institucional?...

La verdad, ni la misma dirigencia del PRI se ha atrevido a pronunciar palabra. Ese mismo cuestionamiento se planteó seis años antes, en 2000, frente al llamado instituto político de la revolución mexicana, con motivo de su primera derrota en elecciones presidenciales. Pero entonces el oportunismo hizo su aparición para repartir las desgarradas vestiduras de la cuasi difunta organización política entre los personajes que agonizaban tardíamente como antes los regímenes de Miguel de la Madrid, de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo Ponce de León.

Lo que dijimos entonces fue que el PNR, el PRM y el PRI –tres partidos distintos y na autocracia verdadera— habían nacido para ganar elecciones, no para perderlas. Hasta 1980 el PRI era invencible, y sabía cómo portarse en la victoria; mas no atinaba a pensar lo que podría hacer ante la derrota, sobre todo cuando ésta procedía de otras adversas circunstancias: el sucesivo maltrato a la economía y las finanzas nacionales por los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo y el avejentamiento –si no físico al menos mental—de la dirigencia central, de las dirigencias estatales y de las corporaciones laboristas nacionales, igualmente regidas por hombres ochentones y agotados.

Además ya se había dado la famosa “caída del sistema” en las elecciones de 1988, avatar por el cual malbarató Salinas de Gortari todo el patrimonio nacional, contradijo la tradición histórica del liberalismo mexicano y canceló casi todas las conquistas sociales de la revolución mexicana. El pueblo, es decir, los electores, nos sentíamos maltrechos y traicionados. Y con nosotros el PRI, siempre fiel y obsecuente al presidencialismo autoritario.

Antes de que la ya plural Cámara de Diputados, convocara a las elecciones del año 2000, el presidente Ernesto Zedillo había aprobado una trascendente reforma política construida al gusto y contento de los tres partidos más importantes del aquel momento: el PAN, el PRI y el PRD, en orden alfabético. En el afán de ganar los laureles de la democracia, Zedillo cedió y se dio ante la oposición política, e hizo lo que a la sazón resultaba edificante y plausible: no apoyar al candidato del PRI y de pilón y bajo cuerda, impulsar la insípida candidatura de Francisco Labastida Ochoa, un tecnócrata pasivo y conformista a quien asustaba el contacto con las masas, por lo cual las evadía.

Frente al PRI y Labastida competían en el primer año del siglo XXI dos políticos gratos al pueblo: el sorprendente por novedoso Vicente Fox Quesada y el austero y colmilludo Cuauhtémoc Cárdenas, que había mostrado paciencia e institucionalidad en la crisis de1988. La del año 2000 era su tercera participación electoral por la Presidencia de la República; y del mismo modo aceptó su derrota para que Fox se alzara con la victoria.

Ahora estamos a unos cuantos días de conocer los resultados electorales de este interminable y agitado proceso 2006. En los recuentos de salida y en la suma de los votos emitidos, —tal cual se consigna en actas circunstanciadas—el candidato que obtuvo mayoría de sufragios fue Felipe Calderón Hinojosa, postulado por Acción Nacional. Andrés Manuel López Obrador, que rescató un .56 por ciento menos de preferencias, se inconformó con las operaciones de aritmética de los directivos de casilla y ahora está en un grito permanente desde la misma noche del dos de julio. Adueñado del zócalo capitalino y del Paseo de la Reforma, López se dice vencedor despojado y está decidido a auto proclamarse presidente de la República por medio de una mítica convención democrática la cual votará ante una excitativa del propio AMLO del siguiente tenor: “A ver compañeros y compañeras del PRD. Levanten el dedo los que estén por la afirmativa para que yo sea presidente soberano de México”. Y así predice, con una puerilidad compatible con su paranoia, que el día 16 de septiembre amanecerá nuestro país con dos presidentes constitucionales de la República: el bueno, que es él y el corrupto que supuestamente es Felipe Calderón...(¡Atiza!)

Si estuviéramos en vísperas del 28 de diciembre podríamos pasar esa proclama como una inocentada; pero ahora, y en medio de circunstancias delicadas para el país, la baladronada no merece una respuesta tan inocua: lo que procede es solicitar al doctor De la Fuente, amigo de AMLO, siquiatra e hijo y nieto de siquiatras, que encomiende a un grupo de colegas el sicoanálisis de López Obrador.

Y si se puede también al grupo de exaltados, tozudos y contumaces corifeos que le han hecho la segunda. Ahora que si la Organización de las Naciones Unidas lo tuviera a bien, aprovechando un suceso sobreviniente, podríamos sugerir que fuera enviado a Plutón para que ocupe la superficie espacial que más le guste y encabece una protesta universal por la desplanetización de Plutón, acordada por la asamblea democrática astronómica...

Quizá allá y le reconozcan su Presidencia...

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