EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Hora cero/PRI: algo para perder el sueño...

Roberto Orozco Melo

La gente se pregunta si el Partido Revolucionario Institucional está desahuciado o se encuentra en vías de curación. Es difícil saberlo, porque es un ente político y como tal debería depender de la inteligencia, creatividad, pasión o todos los antónimos de estas virtudes. O como ha sucedido en los últimos años, de los defectos de quienes lo manipulan y pervierten. Sucede, por desgracia, que los últimos directivos del tricolor no supieron antes y tampoco saben ahora, qué demonios hacer en el PRI sin la omnisciente guía de un presidente de la República surgido de sus filas...

En los precedentes setenta años jamás confrontó este PRI los conflictos existenciales que hoy angustian a su dirigencia. Antaño todo era solucionado por el pozo bienhechor de sabiduría en que se convertían, automáticamente, los presidentes de la República nacidos en su regazo. Bien o mal, tuerto o derecho, había alguien en Palacio Nacional que marcara el rumbo de la política, designara candidatos, solucionara situaciones difíciles, suministrara sobrados recursos económicos, diseñara estrategias, cooptara aliados, etcétera, etcétera: Dios Nuestro Señor primero y el señor presidente después, invocaba la gente...

Los líderes del PRI podían ser las más filudas leznas de la política o como fueron otros muchos unos simples pollinos que un día tocaron la flauta en calidad de obsecuentes “second hands” de la inapelable voluntad del señor de Los Pinos. Simples y humildes ejecutantes, no corrían el mínimo riesgo de errar pues, al fin de cuentas, las decisiones en cuestión eran producto y responsabilidad del llamado “líder moral del partido”.

Esto cambió después de 1988 cuando el presidente Salinas usó y abusó de sus facultades extralegales para ordenar “la buena marcha del PRI” e instrumentar a su antojo las “concertacesiones” electorales: aquellos voraces comejenes seudodemocráticos que carcomieron el maderamen estructural del instituto político de la revolución mexicana en tiempos del inefable Miguel de la Madrid: fue entonces, verdad de verdades, cuando se inició la fatal autodestrucción del Partido Revolucionario Institucional.

Nuestro partido -si es que no me han expulsado todavía por pensar así- la llevó de malas al trafagar en la política electoral: empezó a perder desde entonces presidencias municipales, diputaciones locales, gobiernos estatales, diputaciones federales y senadurías. Hasta antes de las elecciones de 2006 sólo había diecisiete gobernadores de extracción priista contra quince del PAN y del PRD. Ahora es posible que subsista tal diferencia, pero si alguna de las cuatro gubernaturas que perdió el PRI en dichos comicios no estaba a su favor en los registros, el score cambiaría a un empate: 16 contra 16.

El presidente nacional del PRI, Mariano Palacios Alcocer, intentó resignar su puesto en los instantes álgidos de la derrota nacional del partido. Los factores internos se hicieron bolas y no faltaron madracistas encanijados que quisieran aprovechar el destanteo del fracaso para llevar agua al molino de su jefecito; pero la ambición política no tiene pies, tiene alas y pronto se movieron los intereses encontrados de los grupos que han hecho casita en el comité ejecutivo nacional. Hoy lo que parece recomendable a quienes intentan ser los salvadores del PRI es defender un espacio de sensatez y tranquilidad antes de tomar baraustadas decisiones electorales internas.

A ningún partido le conviene la desaparición del PRI, eso polarizaría la lucha electoral más de lo que ahora se encuentra, porque no es lo mismo repartir el pastel entre dos que se odian que entre tres que apenas se hablan. El rescate del PRI haría un mayor bien a nuestra política, a condición de una previa revalorización de sus objetivos ideológicos y sociales y una franca selección del capital humano y político disponible... que no es muy abundante.

Por lo pronto son los viejos fantasmas de su truculento pasado los que rondan el lecho del agonizante PRI: el divisionismo, las ambiciones desaforadas, la corrupción interna y la exterior y la carencia de valores ideológicos y capital humano. En el cuadro de las actuales dirigencias, entre los gobernadores, entre los senadores y diputados, no existe una sola persona con la capacidad de convocar, reunir, organizar y conducir por el territorio del desastre a quienes son militantes de buena fe del Partido Revolucionario Institucional. Lo que vemos flotar en las aguas lechosas y turbias del PRI es la nata espesa de la más densa tecnocracia salinista: ¿No es algo para perder el sueño?...

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 226461

elsiglo.mx