Caminamos rumbo a las elecciones sobre veredas de mal en peor. El país está en manos de los partidos políticos, cuyos líderes hacen lo que les viene en gana con tal de satisfacer su ambición de poder.
Los ciudadanos somos víctimas propiciatorias de enjuagues secretos y transas inconfesables, un iceberg del cual sólo vemos la punta y no lo que esconden las profundidades cenagosas: eso que daña y trastorna al destino nacional.
La última y más reciente manipulación de los intereses nacionales ha corrido a cargo de los monopolios mediáticos electrónicos en connivencia con los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional. Sus respectivas bancadas se han confabulado -no se puede calificar de otro modo- para aprobar la Ley de radio y televisión cuyo último trámite estuvo suspendido en el Senado de la República por su descarada tendencia a favorecer los intereses monopólicos de los concesionarios de la SCT en esos medios. Lo curioso es que ahora la mayoría de diputados y senadores cedan graciosamente y rectifiquen un camino que les había ganado la buena opinión de la ciudadanía.
A cambio, Televisa, caponero mayor y primer beneficiario entre los medios electrónicos, ha ofrecido al PAN y al PRI un apoyo sin restricciones para las candidaturas de Felipe Calderón Hinojosa y Roberto Madrazo Pintado, quienes aparecen muy rezagados en las preferencias ciudadanas respecto del candidato perredista, Andrés Manuel López Obrador.
Aprobar lo que Televisa desea daría a las alternativas panista y priista un considerable repunte en las encuestas y quizá facilitaría el triunfo a cualquiera de los dos primero citados.
Calderón y Madrazo, claro está, cualquiera; aunque ambos nieguen haber negociado la susodicha aprobación legislativa; de tarugos aceptarían haberlo hecho. Pero como los mexicanos no comulgamos con ruedas de molino y conocemos bien a nuestra gente ya sabemos que los senadores y los diputados del PRI se mueven al impulso de las consignas superiores. Y como en el PAN sucede lo mismo todo saldrá al gusto de los empresarios monopolizadores.
Preparémonos pues para contemplar el capítulo “atontamiento de las masas”, la gran telenovela nacional desde 1983. Obviamente habrá cambios en el reparto, pero la línea argumental seguirá siendo la misma: entrega del país a los muy ricos de adentro y a los multimillonarios de afuera. Vulgarización del espectáculo televisivo. Anulación del pensamiento crítico en las áreas de noticieros y mesas de opinión. Abundancia de series policiacas y de espionaje en las cuales lucirán naturalmente las agencias estadounidenses. El entorno será la democracia aunque, desgraciadamente, la visión política y los medios de acceso al poder permanecerán borrosos y fuera de foco. Los guiones sufrirán las alteraciones que marquen las circunstancias. A los plutócratas no les quita el sueño que el próximo presidente de la República sea de cualquier partido político o cualquier tendencia ideológica pues cuando se habla el idioma del dinero siempre habrá recursos para cooptarlo o para disminuir su poder. Pero el “mexican big brother” nos vigilará, démoslo por descontado.
Lo más grave de este cuadro es la derrota del Estado mexicano como concesionador de las vías generales de comunicación: radio comercial, radio comunicación, telefonía, televisión, etcétera; según advirtió oportunamente la Comisión Federal de Telecomunicaciones.
Por ende perderá también sus facultades de otorgamiento, supervisión y vigilancia de concesiones; es decir: el Poder Legislativo despoja al Ejecutivo del imperio y el poder de la autoridad.
Preámbulo ominoso ante los comicios federales, el almodrote jurídico que constituye la nueva Ley de radio y televisión tampoco ofrece una prospectiva saludable para la nación. Vamos de mal en peor...
