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Hora cero/Revoltillos reiterados...

Roberto Orozco Melo

La profesora Elba Esther cumplió su capricho de lanzar candidato a la Presidencia de la República a Roberto Campa Cifrián; pero el candidato del PRI, Roberto Madrazo Pintado sonrió con espíritu deportivo y continuó con la tarea de organizar su propia campaña. Como los buenos boxeadores no acusó recibo del agravio, ni tenía por qué hacerlo; pero...¡cuidado!.. usted lector, no se equivoque y menos barrunte que la maestra pueda hacer triunfar al candidato del Panal –síncopa del Partido Nueva Alianza y no sarcasmo del columnista- pues esa acción requiere más que ganas, buena voluntad o dinero. La intención de doña Elba Esther es revolver la política para hacer más espeso el lodo en que los competidores “serios” de la próxima elección presidencial -Andrés Manuel, Roberto, Felipe- van a jugar a los revolcones.

Porque hablamos de eso, de lodo y de revoltijo. Ojalá estuviéramos en la tesitura de pensar que la campaña presidencial podría resolverse gracias a que nosotros, los ciudadanos, fuimos convencidos por alguno de los candidatos después de un formal debate ideológico. Ojalá que esos señores nos dieran así un punto de apoyo más sólido para votar por alguien que tenga más ideas y programa que su repetida imagen en la caja idiota y su demagógica dialéctica. Por desgracia, debemos suponer que la cajeta electoral que van a menear los candidatos no les va a dar el cívico punto de cuajada que anhelamos los ciudadanos con gusto democrático químicamente puro.

Los candidatos del PAN, PRI, PRD (y ahora también el del Panal) son viejos costales de mañas, liebres muy apedreadas o coyotes bastante lampareados en la antañona práctica de ganar de calle los comicios, lo cual pugna con la definición de legalidad, libertad y democracia que quisiéramos alcanzar. Y por eso el Instituto Federal Electoral y los observadores ciudadanos deberán aguzar los cinco sentidos, ya que ni López, ni Madrazo, ni Calderón y mucho menos el insólito Campa podrían decir con verdad “de esa agua nunca he bebido... ni volveré a beber”.

Veamos a nuestro veterano PRI al que nunca antes se le había presentado una situación de división interna tan inminente, álgida y nociva: ¿alguna vez pensaron los lectores en que un sindicato nacional tan importante como el SNTE abandonaría sus filas y su lealtad a la antigua organización política? El amago largamente anunciado nos hace ver que el juego de ambiciones en que se involucraron Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, poder de facto tras la dirección sindical del magisterio, no va a traer salud a los objetivos político-electorales del PRI.

Ahora está a punto de suceder, si no es que ya sucedió, que el partido tricolor pierda al sindicato de docentes más numeroso del país y con él a muchos otros servidores del ramo educativo, a los ascendientes, descendientes y demás parentela de las profesoras y de los profesores, y quizá a los abundantes grupos de padres de familia que, hasta hace poco, formaban parte de una de las más sólidas fuerzas del llamado “voto duro” del Partido Revolucionario Institucional. Se va a añorar al magisterio, gremio valioso con capacidad de influir en la sociedad e ítem más: poseedor de importantes recursos económicos siempre puestos al servicio del PRI; pero igual los maestros van a extreñar al PRI, sin saber cómo ni por qué, lo perdieron.

Pero vamos de revoltijo en revoltijo, así estamos y de nada servirá al PRI y mucho menos a su Madrazo, el hecho de saber que los otros contendientes, PAN y PRD, también afrontan sus propios problemas de unidad partidaria. Las organizaciones políticas son como los antiguos barcos de madera que navegaban en medio del océano: las tormentas los desplazaban a la deriva, los vientos violentaban su estabilidad y el golpeteo sincronizado de las olas agrandaba las grietas en su maderamen; de modo que no sólo metían agua a la nave, también los hacían expulsar tripulantes y pasajeros, ya por la cubierta superior o ya por los huecos de su estructura. No hay que ser perspicaces para percibir que tampoco marchan bien las cosas en el Partido de la Revolución Democrática, a pesar de la aparente popularidad de su candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador. El PRD tiene casi dos años de morderse la lengua al hablar de la corrupción priista y/o condenar la ausencia de unidad institucional del PRI. En el PRD todos los dirigentes traen su propia gallina bajo el brazo; es decir sus muy particulares ambiciones. Los grupos tendenciosos y sus aparentes caudillos corroen la cohesión que debería prevalecer en la organización política sólo en aras de múltiples posiciones políticas y administrativas.

¿Y el partido Acción Nacional qué? ¿Acaso se salva del divisionismo y de la codicia política? Obvio es que no, pues ya se acostumbraron a comer en el mismo pesebre del PRI y del PRD. Un presidente de la República ajilimójili y un Gabinete incoherente en propósitos han abierto muchos agujeros negros en las acciones de Gobierno y de partido. Se dice que Felipe Calderón posee la ortodoxia de un panismo clásico que lamenta no haber podido cobrar los réditos de aquella su vieja oposición al PRI, siempre avasallados por los neopanistas que les han ganado todas las carreras desde 1988. ¿Hay unidad ahí?...

Todo es revoltillo, hasta ahora. Dentro de algunos días vamos a escuchar viejas y nuevas frases de propaganda electoral, cantaletas siempre repetidas y nunca cumplidas, ofrecimientos, propósitos y promesas. Es lo mismo de siempre, pero esto no es lo que se teme; lo que da miedo y aún aterroriza es la reiterada pérdida de tiempo, esos años que se van unos tras otros adormecidos por palabras bonitas pero inútiles; el tiempo que discurre ante ficticios paraísos y parálisis permanente de obras y acciones...

Nos lo han dicho tantas veces, nos lo han hecho tantas veces...

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