Basta sumar dos más dos para anticipar un desencuentro de pronóstico reservado. Primero: la presidente municipal de Lerdo, la panista Rosario Castro, manifiesta su preocupación por la tardanza, por parte del gobernador, el priista Ismael Hernández Deras, en definir una postura pública sobre un asunto que en privado (según la propia alcaldesa) ya había avalado: la construcción del Hospital General de Segundo Nivel en terrenos del Vivero Regional.
El transcurrir de los días que se convierten en semanas, aunado al hecho de que se establece como obstáculo por salvar un estudio de impacto ambiental (que no correspondería en última instancia a la esfera municipal y sobre el cual dependencias estatales eluden responsabilidad) hace suponer a Rosario Castro que el asunto simplemente se ha politizado. Por eso lanza la advertencia: no permitirá que se modifique el proyecto integral y mucho menos la ubicación del nosocomio, simple y sencillamente por que “si hubiera objeciones, ¿por qué no las expresaron en tiempo?”.
Segundo: la respuesta de las autoridades estatales no tardó: en voz del subsecretario de Gobierno en La Laguna de Durango, Luis Felipe del Rivero, la Administración de Hernández Deras anuncia que no se descarta la posibilidad de replantear la ubicación del lugar donde se habrá de construir el Hospital General; que se trata de una decisión que habrá de tomar el propio gobernador, en coordinación con los titulares de las dependencias que tienen participación en el proyecto y que se debe esperar noticias la próxima semana.
Y tercero: al conocer la postura de las autoridades estatales, Rosario Castro dejó en claro que no lo aceptará, que el proyecto “es sagrado” y que “si el martes no hay una declaración en la que el mismo Gobierno convalide lo que él mismo dijo hace cinco meses, me iré a dormir con mi pijama azul afuera de la casa de Gobierno”.
Efectivamente, basta sumar dos más dos. Por el bien de todos queda desear que se trate sólo de malos entendidos y no de ineficiencias, torpezas y burocracias... o peor aún, de trabas gratuitas, de ésas con las que los políticos de viejo cuño -del México que se supone ya no es más- gustaban entorpecer la marcha de todos los que no les rendían pleitesía o resultaban de facciones o partidos antagónicos. La moneda está en el aire y serán las posturas públicas que se asuman en los próximos días las que revelen por fin, de qué se trata realmente el asunto.