¿De verdad tiene sentido invocarla así en singular, como si se tratase de otro sujeto más? ¿O quizá es parte de un ente del imaginario colectivo que nunca hemos podido enfrentar? Nos referimos a ella y lanzamos una serie de afirmaciones que, bien a bien, no sabemos de dónde proceden, nociones insostenibles o prejuicios básicos que no aguantan su confrontación con la realidad. Es contra natura decimos que una madre abandone a un hijo y sin embargo, a diario sucede. Es contra natura que los individuos se destruyan a sí mismos pero el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción entre otros son realidades que nos contradicen y que abrazan a una gran porción de los seres humanos.
En pleno siglo XXI nos queda claro que el ser humano es capaz de grandes bondades individuales pero también de los peores horrores colectivos. Lo que no queda del todo claro es si de verdad somos capaces de enfrentar los grandes retos colectivos con racionalidad. Somos capaces de destruirnos pero ¿y de salvarnos?
Nos referimos a ella como si en verdad fuera un ser racional y eso nos calma. La humanidad decimos para referirnos a un conglomerado abstracto que como tal nunca se ha reunido ni podría hacerlo y que, en todo caso, deposita en representantes internacionales una lista abigarrada de intereses, dogmas y a veces convicciones. Esa humanidad ha sido incapaz de borrar el hambre de la faz de la tierra, esfuerzo que demandaría alrededor de una décima parte de lo que se gasta en armas.
Esa misma humanidad es incapaz de invertir diez millones de dólares al año que es requerimiento para llevar educación a quien carece de ella. Esa humanidad, que por lo visto no es tan racional como quisiéramos, lleva tiempo jugando con fuego. Ya que el peligro está muy cerca pareciera reaccionar, así fue por lo menos con las armas bacteriológicas. Pero en lo nuclear no se puede cantar victoria, de hecho el desmantelamiento de misiles naufragó y hoy enfrentamos a nuevos actores como Corea del Norte e Irán que contradicen cualquier avance civilizatorio. La barbarie está entre nosotros, tecnológica pero barbarie.
Así que más vale aceptar una buena dosis de escepticismo: nada indica que estemos caminando por un buen rumbo. De hecho la mayor esperanza de que ese abstracto que llamamos humanidad actúe siguiendo ciertos principios y reglas se llama Naciones Unidas, organización que ha sido burlada por unos y otros y que hoy se mira impotente igual para contener a los Estados Unidos en su obsesiva y mítica guerra contra Irak que para impedir la guerra fratricida en el Chad o Sudán. Las amenazas globales andan sin brida con la agravante: nuestra capacidad de destrucción sí ha aumentado exponencialmente.
El ex vicepresidente estadounidense Al Gore ha publicado un texto en verdad dramático, An Inconvenient Truth, (Una verdad inconveniente). En él, Gore de manera muy didáctica, explica paso a paso el origen y las consecuencias del calentamiento global. Por supuesto que Gore no es el primero en alertar sobre el asunto, por supuesto que todo puede ser parte de una estrategia para incrementar la presencia demócrata con la vista puesta en las elecciones de 2008. Pero eso es lo de menos. Lo importante es que los hechos son estrujantes y que Gore ha tomado esta bandera que es la correcta para ?la humanidad?. La disminución de los glaciares en los polos, el registro sistemático del aumento de las temperaturas, el desecamiento de tierras productivas, de ríos, lagos, mares y por supuesto las zonas de inundación predecibles anuncian un mundo amenazado por una tragedia de proporciones inimaginables.
Pero la expresión tragedia no es la más adecuada. Hace dos años, justo en estas fechas, el mundo vivió una verdadera tragedia, el tsunami que arrasó a alrededor de doscientas mil vidas de un solo golpe. Ésa sí es una tragedia: hasta ese momento no había cómo preverlo y la magnitud fue de horror. La sorpresa viene hermanada a la tragedia, como con los terremotos.
Pero el calentamiento global se anuncia a gritos. El drama es la miopía y la carencia total de racionalidad de una porción importante de eso que llamamos humanidad. Al igual que con las armas bacteriológicas, de las consecuencias del calentamiento global nadie saldrá bien librado. Igual desaparecerían pequeñas islas en el Pacífico que ciudades como Calcuta, Shangai, Beijing, Manhattan o San Francisco se verían severamente reducidas. Decenas de millones sufrirían desplazamiento y pérdida de patrimonio. Países pobres y ricos, Bangla Desh y Holanda, rurales y urbanos, Haití e Inglaterra. No hay escapatoria.
Los Estados Unidos, hasta ahora la primera potencia mundial pero también la nación con una mayor responsabilidad en el calentamiento global (30.3%) podría ser una víctima central si no actúa en consecuencia.
Ésa es la apuesta de Gore: la gran potencia debe ser líder en esta acción global tal y como lo fue en la lucha para evitar el crecimiento del hoyo de ozono. Por supuesto la discusión se centra en el Tratado de Kyoto que ha sido ratificado por 132 naciones pero no por los Estados Unidos. Por supuesto que el centro del ataque de Gore es la Administración Bush. Pero insisto: eso es secundario.
El calentamiento global no sólo es un asunto de supervivencia. El calentamiento global es una prueba para la humanidad, una prueba de sentido común, de mínima solidaridad, de racionalidad. Sin catastrofismos puede ser una prueba determinante. A decir de Bertrand Russell la única característica que de verdad nos distingue del resto de los animales es la capacidad de prever. ¿Humanidad? Veremos.
Y por cierto ¿qué acciones está tomando México al respecto?