La inseguridad es tema que ha sido retomado con motivo de los distintos debates políticos, confirmando los niveles ascendentes de preocupación de los mexicanos, incluidos los laguneros.
Por otra parte, cada día el clamor de conciencia está recibiendo mayor apoyo de filósofos, educadores, científicos y tecnócratas, conscientes del peligro potencial que representa la injusticia como detonador del conflicto social.
La inseguridad mundial ha demostrado que no respeta ni le pueden imponer fronteras geográficas y políticas; tampoco reconoce las defensas territoriales y sistemas de vigilancia fronteriza, aun apoyándose en la alta tecnología electrónica, computarizada y satelital. Baste con recordar los salvajes hechos acontecidos en Nueva York, Estados Unidos de América y Madrid, España.
El futuro de la humanidad está encadenado al logro de la verdadera libertad e igualdad en oportunidades para todos: ricos y pobres, occidentales y orientales; cristianos, musulmanes, budistas, hinduistas o la creencia que tengan.
La verdadera seguridad del mundo se alcanzará cuando podamos ofrecer alternativas de calidad de vida mínima, al menos en niveles de suficiente para los casi seis mil millones de habitantes del planeta, que finalmente, como dice un asesor de la UNESCO: “El futuro está tres veces en la naturaleza; en un reino de libertad, posibilidad y voluntad”.
El término igualdad, se refiere a la verdadera libertad, esa que deja ejercer el libre albedrío a las personas; la de seres humanos que no viven sometidos a los intereses materiales o compromisos adquiridos por y entre los más fuertes.
Pero también esa libertad tiene relación con los poderosos, los dueños del mundo y sus activos materiales; los ricos ya no pueden seguir imponiendo su voluntad sin evitar vivir el temor que les generan las posibles agresiones de los agraviados por la pobreza.
Piense en las manifestaciones provocadas contra las irreflexivas leyes de migración estadounidenses y la seguridad del mundo, ambos ejemplos, verdaderos dolores de cabeza para todos, relacionados directamente con la injusticia social.
Sólo a través del humanismo se podrá alcanzar la verdadera vida de paz y concordia, al menos en términos generales; son inaceptables los ochocientos millones de seres humanos con desnutrición y enfermedades consecuentes, quienes en muchos casos probablemente lleguen a morir. Esta realidad es lacerante y dolorosa, mayormente cuando sabemos de productores de alimentos que limitan la cosecha o la libre distribución de los mismos para “cuidar el precio internacional”. Inhumano ...¿verdad?
Hoy mismo, los países africanos sufren los más graves niveles de desnutrición que les generan deterioro corporal, favoreciéndoles enfermedades y disminución en sus capacidades intelectuales.
Su escolaridad es insatisfactoria y con el paso del tiempo, si no se resuelven sus problemas incluidos los de demografía, su situación se agravará y ya amenaza no tener solución.
Los latinoamericanos no estamos muy lejanos a esa realidad, recuerde que en números redondos, al menos cuatro de cada diez mexicanos tienen hambre en este momento y sufren algún grado de desnutrición.
No puedo evitar traer a la mente a nuestros politiqueros; mientras sufren los pobres, ellos luchan encarnizadamente por el poder, paralizándose unos a otros; me recuerdan a los antiguos romanos con la famosa frase “al pueblo pan y circo”, principio de liberación de presión social que les permitía, a ellos y sus familias, seguir viviendo sobradamente, disfrutando con la satisfacción de sus deseos y pasiones, los más escandalosos de sus tiempos; los nuestros, ni esas reglas elementales de la política distributiva toman en cuenta. ¿Por qué será?
Al parecer, el hambre es uno de los principales factores, -si no el mayor- generador de la inseguridad mundial, el otro es la abierta comunicación del mundo global que deja a cualquier ser humano constatar las diferencias de calidad de vida y consecuentemente desear, luego comparar, recelar, envidiar, odiar y atacar. O ¿debo escribir defenderse?
Curiosamente el sistema económico mundial no encuentra formas de atender a la pobreza. Los países productores de alimento -cereales principalmente- han visto la “necesidad de reducir sus índices de producción de granos a fin de defender el precio y asegurar su economía local”.
Con ello se ha impedido a muchos países el acceso a la comida, necesaria para alimentar a su población más necesitada, que a la vez está imposibilitada a valerse por sí misma a través de su propia productividad; viven un profundo círculo vicioso de pobreza.
Ellos sufren de deficiencias graves en cantidad y calidad de tierra, agua, sistemas de irrigación, apoyo para la productividad con créditos accesibles, mala o nula organización de grupos comunitarios orientados a la productividad, falta de herramientas y maquinaria, leyes inadecuadas y por si fuera poco: corrupción. Muchos viven en sistemas no democráticos, en pseudodemocracias o en etapas muy inmaduras del sistema político.
Ese círculo vicioso es casi indestructible; los expertos mundiales claman por la urgencia de iniciar los trabajos necesarios para llegar a encontrar soluciones, que en los mejores casos se reflejarán con beneficios tangibles en diez o veinte años.
Esos mismos expertos han recomendado a los países ricos que encuentren cómo transformar ese círculo vicioso en virtuoso y hacen notar los estragos ya sentidos en la economía y calidad de vida de países del primer mundo.
Philippe Collomb es un ingeniero agrícola y doctor en geografía, director ejecutivo del Comité para la Cooperación Internacional en la Investigación Demográfica Nacional y ha participado en investigaciones de la FAO para la Cumbre Alimenticia Mundial, ha declarado que: “El norte debe comprender que en esa cuestión -el hambre- están involucrados sus propios intereses, pues los países del sur pueden llegar a convertirse en consumidores en la medida en que los países del norte estimulen su desarrollo. En otras palabras, los países del sur pueden servir, una vez más, de apoyo a los países del norte”.
Dicho en otras palabras: si no reaccionan por humanismo, deberán hacerlo por propio interés, que finalmente la economía del norte requiere producción y venta.
Le dejo reflexionando sobre el tema; ojalá encontremos la solución a la inseguridad, el hambre y la pobreza, aplicando el principio del bien común y no el de la conveniencia egoísta. ¿No le parece?
ydarwich@ual.mx