“La razón de los pobres no se
pone en duda, lo que resulta
inaceptable son los modos, los desfiguros en nombre de la
democracia, el discurso malévolo e irresponsable, la estrategia de colisión y ruptura ‘pacifica’”.
Adela Celorio
Gracias a los plantones a lo largo de Paseo de la Reforma y el Centro Histórico de la Ciudad de México, al día de hoy los comercios afectados registran pérdidas millonarias. Como si ello fuese poco, muchos establecimientos se han visto forzados a despedir a cientos de trabajadores: para variar, la autoridad competente no está haciendo nada al respecto. Alejandro Encinas ignora el clamor ciudadano que demanda el inmediato desalojo de los paracaidistas y da muestra de lo que verdaderamente es: empleado disfuncional de López…
Y por si fuera necesario otro toque de surrealismo, Dolores Padierna, con toda la lucidez que sólo se adquiere compartiendo ocho horas de sábanas con René Bejarano, es ahora una de las encargadas de seguir con detenimiento el conteo parcial que el Trife realiza y cuyo desenlace observaremos el día seis del próximo mes. De horror, me cae…
El 15 y 16 de septiembre deberían ser, por principio, fechas apolíticas, sin embargo, ahora el caudillo del Grijalva amenaza con impedir que la ceremonia del grito y el desfile militar se lleven a cabo. Burlón de la Ley como siempre ha sido, López va más allá y asevera que el conflicto “podría prolongarse por años si las circunstancias lo ameritan”. Víctima del entusiasmo y la falta de claridad mental de siempre, el “cristo de los desposeídos” vierte su veneno sobre una casta -los banqueros- a la que siempre aborreció mediante la toma de las instalaciones de prestigiada institución financiera. La PFP ya resguarda las inmediaciones del Aeropuerto Internacional capitalino y el Congreso de la Unión. Quizá nuestro paladín de la esperanza debiera intentar con los pozos petroleros: tiene sobrada experiencia.
Y ni modo, querido lector. La voluntad ciudadana y la democracia sencillamente son asuntos no negociables. Si el uso de la fuerza pública es nuestro último recurso, si a ello es necesario llegar para evitar que una sarta de ardidos secuestren a México, dañen todo lo que hemos construido y sobajen a las instituciones, entonces el Gobierno de la República tendrá que actuar en sincronía. Me queda muy claro algo: pareciese ser como si las huestes del tirano tropical estuviesen buscando un derramamiento de sangre para así alegar terrorismo de Estado. Es por lo anterior que las instancias competentes deben tomar decisiones con suma cautela, apegados a derecho y anteponiendo el bien de la patria sobre cualquier interés de carácter personal.
Para nuestro Ejército Nacional, el desfile del 16 de septiembre es motivo de orgullo y dignidad. Defensores de la patria y garantes del orden, entre sus filas existe un severo descontento ante la actitud mostrada por López Obrador, quien ahora injuria de palabra y acto a una de nuestras más loables instituciones. De ahí nace una pregunta: en el remoto, improbable e irrisorio -Dios nos ampare- caso de que López llegase a la Presidencia de la República, ¿cómo resarciría el daño hecho? ¿Aceptarían las filas castrenses como Comandante Supremo a un individuo que en su irresponsable anhelo por sentarse en la silla se les puso al tú por tú de manera tan vil? Así es López: burdo hasta decir basta…
Un nutrido grupo de personajes que apoyaron la candidatura de El Peje, convencidas de las bondades de aquella izquierda sensible y combativa que hoy se encuentra secuestrada por la estulticia en grado mayor: están emigrando a otros horizontes. Nadie en sus cinco sentidos equipara la defensa de la democracia con el daño a terceros.
Y en otro orden de ideas cabría preguntarnos sobre las finanzas del Gobierno del Distrito Federal y el destino que se le ha estado dando a los recursos públicos. ¿Quién paga a los cientos de manifestantes que se encuentran apostados en los rumbos ya conocidos? Dicha interrogante pierde sentido frente a un cuestionamiento que miles de afectados se hacen a diario: ¿y a nosotros quién nos resarcirá de las cuantiosas pérdidas que el chistecito de López Obrador nos está costando? Yo ya lo había comentado la semana pasada: la Ley es para algunos lo que para Gonzalo N. Santos era la moral.
En efecto, ahora soy lo que llaman “políticamente incorrecto”. Durante muchos años viví bajo un sistema donde la libertad era cuestionable: gracias a mi voto y al de millones pudimos consolidar una verdadera democracia. La pretensión de arrebatarnos lo ganado, la cantaletita absurda del fraude, todo ello constituye un insulto que espero no estemos dispuestos a tolerar. Se trata de defender nuestros ideales, sin embargo, lo que marca la diferencia entre la jauría y la gente razonable es que ni tú ni yo vamos a pasar por encima del prójimo para fijar una posición. Son cada día más los ciudadanos de bien que se inclinan por el orden y la legalidad. Sí, soy políticamente incorrecto pues utilizo adjetivos mordaces, preso quizá del hartazgo que me provoca vivir en un país donde cualquiera es capaz de vulnerar mi espacio: tanto el público como el privado.
Ni modo, seguiré incendiario, a ello me han orillado.