El principio básico para “romper” la cultura de algún grupo social, se basa en tres grandes acciones: quebrantar las tradiciones culturales, cambiar el idioma y atacar la religión. Los usos y costumbres en un pueblo dan coherencia y unión entre sus integrantes; una religión distinta quita puntos de identificación, dejando la libertad para adoptar otras creencias e ideales; por último, el lenguaje encierra modismos, sonidos guturales y gesticulaciones que además de hacerles sentir parte integrada del grupo les identifica, moviendo lo más profundo de sus recuerdos y formación humana -“arquetipos”, les llaman algunos estudiosos-.
Esto viene a colación por la permanente agresión que sufre nuestra cultura mexicana, aún en formación, recibiendo los embates del extranjero para ser quebrada. El idioma castellano sufre la influencia natural de otras lenguas, además de la adopción de neologismos con fines de comunicación técnica, o simplemente “moda”; la religión está siendo permanentemente atacada, al aparecer otros grupos buscando sus propios espacios, sumándose el descrédito de los malos liderazgos de algunos ministros y sacerdotes; las tradiciones propias han sido frenadas en su proceso de consolidación social, siendo desplazadas; ejemplo: la Navidad con Santa Claus, invadiendo espacios del Niño Jesús, o el Halloween, que ha enviado al mundo de “los nacos” el Día de los Difuntos.
Otras imágenes nacionalistas también han sido desvirtuadas, especialmente entre los jóvenes, la Bandera Nacional poco les inspira; para otros, el Himno Nacional Mexicano, considerado como uno de los más bellos del mundo, no les mueve al fervor patrio.
Tal vez, en un exagerado celo, nuestras propias autoridades han logrado que con el tiempo poco nos motive ver a nuestra Bandera ondear, o entonar nuestro Himno Nacional; de paso, la cultura cívica es mal promovida y hasta olvidada en las escuelas y hogares.
Tampoco olvidemos a nuestros héroes, construidos con base a historias mitológicas, transformándolos en semidioses, intocables, imposible de emular, sin defectos humanos, como los que tenemos todos los mortales. En contraposición, reglamentamos el uso de los símbolos que nos identifican, ayudando a olvidarlos, por ser casi imposible e ilegal utilizarlos, decisiones favorecedoras del desconocimiento, si acaso aún nos movían al nacionalismo.
Recuerdo una plática con un buen amigo, que en alguno de los diálogos estuvo en desacuerdo por mi postura “radicalmente nacionalista”; le respondí: “sí, todo radicalismo es malo, pero en el caso, creo más nos convendría, que el despego y poca identificación con nuestros orígenes y costumbres” ¿Usted qué dice?
Así, las personas públicas reflejan parte de la deficiente o nula educación cívica y el desconocimiento de nuestra cultura; llegamos a confundir los símbolos patrios con los malos gobiernos y sus vergonzantes políticos, hasta sentirlos ajenos, o en el menos grave de los casos, estar poco comprometidos o identificados por el repudio que nos generan. Le hago una pregunta simple: ¿qué siente usted cuando escucha el Himno Nacional o ve pasar alguna escolta portando la Bandera Nacional?
En algunos países promueven sus símbolos nacionales; llevan su bandera estampada en mente y corazón, hasta en la ropa interior y entonan su himno por cualquier excusa –EUA-; otros, promueven sus costumbres con cantos y tradiciones, invitándonos orgullosamente a participar -República China- por citar dos ejemplos.
Hemos perdido mucho del respeto a esos símbolos porque no despiertan sentimiento alguno y hay quienes además los desvirtúan y han anulado su sentido cultural; así, Luis Miguel, el cantante de moda, altera los tonos de los colores de la Bandera Nacional Mexicana para hacer más vistosa la portada de su disco; Jorge “El Coque” Muñiz, durante una pelea de box en el año de 1989, simplemente olvida la letra del Himno Nacional, de Francisco González Bocanegra, evidencia de que no se la enseñaron en la escuela ni la escuchó de boca de sus padres; Edith Márquez, por su parte, ante el olvido improvisa y dice “mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu aliento” en lugar de “suelo”, haciéndonos saber su poca comprensión y nula identificación con el mensaje; los Kumbia Kings, utilizan el Lábaro Patrio en una de las guitarras; Botellita de Jerez, Los Tigres del Norte, el mariachi Las Perlitas con Guadalupe Madrigal, también los han usado y han intentado cambiarle el ritmo dado por Jaime Nunó, tal y como en el siglo pasado lo hiciera Dámaso Pérez Prado.
La Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, en el Artículo tercero dice: “La Bandera Nacional consiste en un rectángulo dividido en tres franjas verticales de medidas idénticas, con los colores en el siguiente orden, a partir del asta: verde, blanco y rojo”. Luego, en el Quinto, menciona: “Toda reproducción del Escudo Nacional deberá corresponder fielmente al modelo al que se refiere el Artículo dos”, describiendo meticulosamente al águila mexicana y sus detalles ambientales. En adelante, las ordenanzas describen condiciones de cómo y con qué protocolo debe recibirse, izarse, arrearse, abanderar, utilizar en vehículos oficiales y privados, en el país o el extranjero. Seguramente muy pocos mexicanos conocemos tan elaborada y complicada normatividad.
La Administración del Gobierno de Vicente Fox estilizó el Águila Nacional cortándola e imprimiéndola en documentos oficiales, logotipo ahora conocido como “el águila mocha”. Es claro que violó la Ley anacrónica, pero también veamos en el hecho un intento de modernización para la mayor aceptación.
Tal vez los anacronismos hacen perder sentido a los símbolos culturales; es nuestra responsabilidad mantenerlos vigentes, de ahí la discusión sobre su uso en distintos souvenirs, ropa y accesorios, tal y como sucede en otros países que defienden su patria y creencias cívicas por sobre todas las cosas.
Identifiquemos el punto justo entre nacionalismo, tradicionalismo y anacronismo; en ese terreno parece que los mexicanos nos hemos perdido, impidiendo el uso de nuestros íconos en casi cualquier actividad; de paso, ayudando a que el mensaje extranjerizante penetre en nuestras conciencias y valores.
La identidad nacional está en peligro, incluidas nuestras creencias, costumbres y lenguaje; usted estará de acuerdo en la necesidad de poner atención al problema que a muchos nos pasa desapercibido. Lo invito a pasear en alguna de las nuevas zonas comerciales de La Laguna y observar el bombardeo que sufrimos con lenguajes extranjeros. Le insisto, no es malo, inclusive es necesario saber inglés, por ejemplo, pero no a costa de olvidar nuestro castellano.
Le pido dialogue sobre el tema y si cree que tiene mérito, se sume a quienes defendemos nuestra cultura. ¿acepta?
ydarwich@ual.mx