Nueva Delhi.- En los últimos 15 años el crecimiento económico, el desarrollo militar, las capacidades tecnológicas y la influencia política internacional de la India y de China han suscitado múltiples preguntas y temores en todo el mundo.
En las relaciones internacionales, la interrogante se centra en qué papel jugarán estos dos gigantes asiáticos en el sistema internacional en las próximas décadas. Después de todo, tanto la India como China tienen gigantescos recursos materiales y geográficos, los bautizados como ?poder duro?, así como una historia milenaria y una influencia cultural en todo el continente asiático, el llamado ?poder blando?, como para sustituir el predominio mundial de un Estados Unidos en decadencia y de una Europa estancada.
Para lograr ese sueño, los líderes de ambos países han tomado diversos pasos en lo individual, pero bilateralmente han decidido, al menos discursivamente, hacer a un lado la fase de rivalidad para entrar de lleno a la de sociedad estratégica.
La semana pasada el presidente chino, Hu Jintao, estuvo de visita en la India, misma que significó el relanzamiento de esta asociación estratégica para ?compartir las ganancias de la globalización?, como afirmó el primer ministro indio, Manmohan Singh, al recibir a Jintao en esta ciudad.
Entre los signos que intentan reflejar esa nueva amistad, Beijing y Nueva Delhi ignoraron sus viejas disputas territoriales y las protestas de los protibetanos que rechazaron la visita de Jintao; se fijaron como meta superar los 40 mil millones de dólares de intercambio comercial para 2010 y firmaron un acuerdo de cooperación civil nuclear, similar al que ya tiene India con Estados Unidos.
Sin embargo, pese a que la población combinada de China e India representa dos quintos de la población mundial del planeta, a que ambas naciones tienen un Ejército armado con poderío nuclear, pese a que sus economías han registrado un envidiable crecimiento sostenido por arriba del siete por ciento desde 1994, a que su posición geográfica las convierte en interlocutores indispensables para EU, etc., lo cierto es que India y China tienen un larga muralla por delante para lograr sus objetivos.
La proyección de un crecimiento de casi el nueve por ciento para este 2006 de la economía india se reflejará tal vez en los elegantes hoteles del grupo Oberoi, en las empresas Tata, en los empleados del sector tecnológico y en una reciente clase media, pero no en los gigantescos cinturones de pobreza urbana en Mumbai o Nueva Delhi, ni en los más de 350 millones de personas que viven con menos de un dólar al día, ni en los niños con polio, tuberculosis o Sida que piden limosna en los caminos llenos de baches de las paupérrimas poblaciones rurales, ni en el 52 por ciento del total de mujeres que no sabe leer ni escribir, etcétera.
Respecto a China, su también envidiable crecimiento económico aún no se refleja en un sistema democrático convincente para los estándares europeos y estadounidenses, ni en el fin de una política de exterminio de mujeres, ni en condiciones laborales que respeten los derechos humanos de los empleados, ni en el respeto al medio ambiente, etcétera.
Nuevamente, la muralla que China e India tienen de frente es kilométrica, pero lo que es un verdadero ejemplo a seguir es que los líderes de ambos países hayan decidido tender puentes de confianza y entendimiento para crear planes de ganancias y riesgos compartidos. En América Latina, México y Brasil deberían mirar más a Asia para intentar replicar el ejercicio de estos dos gigantes asiáticos, por lo menos en lo que toca a su membresía al club de los optimistas, pero con planeación?
Profesor del ITAM
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