China se prepara para su gran fiesta anual, cerrar el "Año del Gallo" y dar la bienvenida al del "Perro", año lunar de trece meses (uno de los 12 previstos entre el 221 a.C y el 2 mil 100; el último fue en 1944) y dos primaveras ("lichun") por lo que, según la tradición, es inmejorable para casarse.
Pekín, (EFE).- China inicia el domingo su año lunar 4703, el "Año del Perro", un animal que representa la lealtad y la justicia, y que ha pasado de los menús más polémicos a convertirse en un símbolo de estatus económico.
Parece ser que la costumbre de comer perro proviene de la dinastía Qin (221-24 a.C.), según recoge el "Li Ji", un antiguo manual de rituales, y su uso terapéutico figura en el "Bencao Gangmu" ("Compendio de Materia Médica") de 1578.
Delicioso platillo
Según su autor, Li Shizhen, cuyo trabajo se considera una de las obras cumbre de la medicina tradicional china de la dinastía Ming (1368-1644), el perro es un "alimento" caliente y beneficioso para los ligamentos, la circulación sanguínea y la digestión.
"Lo servimos como plato frío y asado, y también en puchero", declaró a EFE el dueño de uno de los establecimientos Qun Jin Cheng, apellidado Liu.
La cadena de comida coreana es una de las más famosas de Pekín, y conserva esta antigua tradición china solapada con la del país vecino, se desconoce si por discreción o casualidad.
"Casi todos creemos que comer perro sirve para nutrir el cuerpo. No tenemos un grupo determinado de clientes, vienen hombres y mujeres de todas las edades a probarlo, sobre todo en invierno, cuando su consumo se multiplica hasta por cuatro", añade Liu al referirse a la propiedad "caliente" de los cánidos.
La afición por ingerir al mejor amigo del hombre prevalece sobre todo en la etnia han, mayoritaria en China, pero es, sin embargo, tabú para manchúes y otras minorías como tibetanos, uigures, mongoles, hui y kazajos, nómadas muy vinculados a la naturaleza.
La escena televisiva del sacrificio de perros y gatos en un mercado de Cantón (sur de China) estremeció al ex "Beatle" Paul McCartney el pasado noviembre, hasta el punto de anunciar que nunca actuará en China, extremo que entristeció al Gobierno comunista que, nunca lo ha invitado, que se sepa.
A pesar de la triste escena, lo cierto es que tener perro se está poniendo de moda entre la ostentosa clase media china, que ve en el alto coste de licencias y productos caninos un nuevo símbolo de su estatus en un país en el que la renta per cápita apenas sobrepasa los 1.000 dólares al año.
Al caer la tarde en la capital china, cientos de ciudadanos salen con sus perros, pequineses, por su puesto, a pasear por sus zonas residenciales, ya que está prohibida la entrada de cánidos en parques y otros lugares públicos.