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Inmóviles en la historia.../Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial, ha sido todo menos una revelación. Lejos, pero los tabasqueños, los chiapanecos y los surianos afirman que tanto el modus operndi como sus reacciones ante quienes contradicen su codicia de poder son iguales a las mostradas en su corta, pero agitada vida política provinciana.

Más: AMLO, hoy como ayer, disfruta al extremo su doble papel de mártir y vengador. Escoge a los verdugos -generalmente los ricos y los poderosos- que hipotéticamente lo inmolan luego los responsabiliza de sus desgracias y los condena ante el tribunal del pueblo hecho masa en el Zócalo.

Andrés Manuel no obtuvo jamás la cantidad de votos electorales que ahora presume, o los que, en menor número, posee de verdad, sin embargo los pone en riesgo cuando denuncia la existencia de complots que buscan acabar con sus intenciones políticas, al tiempo en que planea, organiza y anuncia protestas masivas -potencialmente peligrosas- si el IFE no hace un recuento casilla por casilla y voto por voto para certificar que él sostiene la verdad y Felipe Calderón la mentira.

López Obrador apoda “delincuentes” a los consejeros del IFE y los acusa de manufacturar su derrota. Pero hay más culpables en la lista: desde el presidente de la República, hasta quienes lo representaron, a él y al PRD, en las casillas electorales. Nadie que haya sido colaborador cercano o lejano del proceso comicial podrá escapar de la ira del señor López, quien vive, tras la escena, una lucha entre la contundencia de la derrota electoral y su propia, avasalladora y exuberante personalidad de tifón tabasqueño que no la acepta. (Typhón: mitológico ser de cien cabezas, de cuya boca brotan llamas y rugidos que aterrorizan a los hombres y los dioses).

Cualquier calificación sicológica sobre la personalidad de López Obrador sería arriesgada y parecería una exageración. Para confirmarla habría necesidad de someterlo a un análisis sicológico. No hay por qué, ni hay para qué. En el IFE están los números y en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación las facultades que podrán desatar cualquier nudo. Además hay una considerable mayoría de ciudadanos que desecha la posibilidad de una respuesta violenta del PRD si el llamado Trife llegase a declarar presidente de la República a Felipe Calderón Hinojosa.

Pero... ¿qué pasaría en el remoto caso que se produjeran eventos violentos? Al instante en que los perredistas cometieran flagrantes violaciones a las disposiciones constitucionales vigentes y a las leyes de buen gobierno, pondrían en riesgo de cancelación su registro como partido político nacional, lo cual afectaría la estratégica posición que lograron obtener en la composición de las dos cámaras del Congreso de la Unión. Difícil encrucijada, así mismo, para el nuevo jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Estos resultados y consecuencias están para el análisis de los principales dirigentes del PRD. Por vez primera en su historia el este partido ha conquistado, mediante el sufragio universal, libre y legítimo del pueblo, un trascendente grado de influencia en la sociedad mexicana. Quienes son cercanos colaboradores de Andrés Manuel López Obrador tendrán que pensar en la fragilidad de su propio destino, como si estuviera bajo la espada de Damocles, pero si bien reflexionan, concluirán que después de todo naufragio flotan cosas y personas susceptibles de ser salvadas para poder retomar la nave, ponerla en marcha, buscar el mejor puerto de abrigo posible y planear con calma una nueva incursión eventualmente exitosa.

¿Qué se salvó del “naufragio” de AMLO, en la competencia electoral del dos de julio del año 2005? No es una pequeña cosa su legal reconocimiento como segunda fuerza política del país, ligeramente abajo del Partido Acción Nacional y muy por encima de su histórico enemigo el Partido Revolucionario Institucional. En esa ubicación el PRD ser un vértice en las más trascendentes decisiones legislativas y de Gobierno, desde allí podrá luchar por su ideología económica, social y política, y también alcanzar a conjurar cualquier intento de agravio contra las conquistas sociales del proletariado que pudiera promover el que pronto será partido en el poder, léase PAN.

Observo, desde ahora, los preparativos que el perredismo hace en Coahuila para marchar hacia una asamblea multitudinaria en el Zócalo de la Ciudad de México. Son imágenes conocidas, fotos del álbum de los recuerdos. Hombres, mujeres, niños, ancianos y ancianas van a viajar casi tres días para llegar a la capital del país: caminarán en las poblaciones y viajarán en autobuses, trocas y autos por las carreteras.

Una vez más arrastran los pies en pos de una esperanza. Optimistas enseñan una sonrisa, cargan y muestran mantas, pancartas y proclamas amarillas con frases de apoyo para AMLO, que gracias a ellos vivirá el próximo domingo una tardeada gloriosa, si bien efímera. A media noche, cansados y hambrientos, los manifestantes retornarán a sus lugares de origen en los mismos autobuses, trocas y autos con un lonche y un refresco en las manos.

Enrumbado el vehículo hacia el norte, no va a faltar quién reflexione en voz alta con su vecino de asiento, mientras mordisquea la torta de algo y contempla el paisaje a lo largo del camino:

-No sé por qué, camarada, pero ‘esperimento’ que a pesar de tantos años no hemos dado pasos buenos en la historia. ¿No se le hace que vamos pa’ trás y tras lo mismo, como en aquellos días en que éramos, todos a uno, orgullosos miembros del PRI?”....

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