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Investigación para el desarrollo

Juan de la Borbolla

La brecha entre los países desarrollados y los que no lo están, no se da solamente por el desfase que pueda existir entre la magnitud de los productos nacionales brutos, o los ingresos per cápita entre unos países y los otros.

La brecha entre países en los momentos actuales se abre precisamente en la medida en que los primeros desarrollan una tecnología propia que es posteriormente vendida convenencieramente a los países en vías de desarrollo, a precios sumamente caros y en condiciones siempre benéficas para aquellas empresas o aquellos países que han tenido la sagacidad de invertir en desarrollo científico y tecnológico.

Es lamentable constatar que en nuestro país la inversión general aplicada al rubro de la investigación es reducidísima, por no decir que ridícula. Se estima que en México se dedica solamente el 0.4 por ciento respecto del monto del PIB a la inversión en investigación, (ha habido un pequeño incremento en los últimos cinco años del 0.32 por ciento a ese 0.4 por ciento estimado actual) cuando que el Banco Interamericano de Desarrollo recomienda que esa inversión suponga cuando menos el 1.5 por ciento de ese monto.

Al tiempo que la inversión de México en ese rubro es la antes señalada la que dedica EUA es del 2.7 por ciento del PIB, Corea: 2.6 por ciento, Alemania 2.4 por ciento y Brasil como ejemplo de país iberoamericano 0.9 por ciento es decir más del doble que el nuestro aunque de todos modos quede abajo del parámetro recomendable.

Es interesante señalar que en 1970 Corea, Brasil y México destinaban exactamente el mismo porcentaje del PIB a la investigación, haciendo Corea en esos treinta años ese esfuerzo notable para dedicar buena parte de sus recursos financieros tanto públicos como particulares a la inversión en investigación tanto pura, como aplicada, lo cual ha redundado en su enorme desarrollo científico y tecnológico que ha hecho a ese país dejar de ser mero maquilador de grandes empresas trasnacionales, para convertirse en desarrollador de tecnología propia y por ende beneficiario directo del esfuerzo social de científicos y obreros coreanos.

Otro dato interesante para valorar lo relativo que resulta aún el interés existente en México por la inversión en investigación lo proporciona el hecho de que del monto total dedicado a ese rubro la empresa privada aporta solamente el 20 por ciento mientras que en Corea la empresa contribuye con el 70 por ciento de ese aporte.

Un resultado fehaciente del esfuerzo nacional dedicado a la investigación lo proporciona el dato de que durante la última década del siglo XXI en Estados Unidos se registraron 708,676 patentes de inventos o desarrollos tecnológicos aplicables; en Canadá 26,000, en Corea del Sur 17,570 mientras que en México 522.

Todo ello viene a ser una simple muestra de que el esfuerzo mexicano en pos del desarrollo de una ciencia y tecnología de punta, es hasta este momento absolutamente insuficiente y hasta ridículo si lo comparamos con los esfuerzos correspondientes que están desarrollando países con los que México está compitiendo en ese mercado mundial de empresas, industrias y productos, pero sobre todo de ideas y desarrollos científicos y tecnológicos.

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