Notimex
México.- Especialistas mexicanos investigan los restos del entierro ritual de un niño de ocho a nueve años de edad, localizado junto a la osamenta de un perro de "grandes dimensiones", en el municipio de Rosarito, Baja California, el cual podría cambiar las hipótesis sobre las costumbres funerarias de esa parte del país.
Descubierto en el poblado de Popotla, a unos 60 kilometros de Tijuana, el hallazgo, que podría datar del 500 al 700 después de Cristo, sería además el vínculo entre las especies caninas del viejo mundo y las del nuevo continente, señaló el arqueológo Danilo Drakic.
En entrevista con Notimex, el especialista añadió que los restos fueron encontrados hace dos años en una terraza marina, a unos cien metros del mar y que "muy posiblemente" correspondan a un entierro ritual, del que nunca antes habia sido localizada evidencia alguna.
Perteneciente a la cultura Joyana, el entierro corresponde a un infante de ocho a nueve años, que fue forrado con su metates y sepultado junto a un perro de alrededor de 80 centímetros desde el hocico al final del cuerpo.
Agregó que "el hallazgo se registró en los últimos dos años, durante los cuales se han realizado muchas investigaciones en la zona y nos están hablando de una tradición muy fuerte que antes no estaba registrada, ni mencionada y que con esto resurge y tal vez cause asombro".
El descubrimiento, agregó el arqueológo, "es el primero registrado en Baja California y a través de un muestrario de todos los tipos de perros encontrados en ofrendas en Mesoamérica o encontrados en restos arqueológicos, se deduce que no corresponde a ninguno de ellos".
Los restos fueron localizados dentro de un contexto funerario en el que el cuerpo del infante fue cubierto con metates, "no sabemos la posición exacta porque estaba removido, pero hay registros de que en este tipo de rituales, eran enterrados con el perro apoyado sobre las piernas o abrazando al muerto".
Actualmente, señaló Drakic, "estamos esperando los datos, pero con base en el material y con todo el contexto planteamos que fue del 500 al 700 después de Cristo y perteneció a la cultura La Joyana, que se considera fueron grupos especialistas en la recolección de moluscos y el trabajo de semillas".
"El hallazgo, agregó, nos muestra la relación que existió entre esos grupos, la realización de una ceremonia ritual para enterrar a este infante de 7 ó 9 años junto con el que se encontraron unos 4 ó 5 metates fragmentados, pues sabemos que estos grupos conservaban todas sus herramientas".
De acuerdo con las primeras hipótesis e interpretaciones, la colocación del perro junto a los restos del infante, podría corresponder a la idea prehispánica de que los canes eran los seres que acompañaban al hombre durante su paso por el inframundo.
Además, los especialistas han comenzado a manejar la posibilidad de que se trata de la relación que existía entre los antiguos pobladores y sus pertenencias, quienes eran enterrados con ellas, "en este caso si se trataba de un perro, lo sacrificaban para enterrarlo junto a él".
Practicamente, agregó Drakic, "en esta zona no hay antecedente semejante, sabemos que existen evidencias en el centro de México, pero es la primera que sale en Baja California". Los vestigios que actualmente están siendo estudiados en el Museo Regional de Ensenada, dijo, revisten además de importancia por el tamaño del perro, "que se calcula en unos 80 centímetros de la cabeza al cuerpo y que no es un ni xoloescuincle, ni uno de los perros que se tenían ya catalogados para México".
Dedido a este motivo, se cree que tiene rasgos de los perros del viejo mundo y quizá "pudiera ser de los descendientes de esos perros que entraron con los primeros pobladores del Continente Americano y que contienen genes de aquello canes".