El País
MADRID, ESPAÑA.- Jake Gyllenhaal se perfila como uno de los rostros más buscados de 2006 y lo hace con dos propuestas radicales: un marino en la Tormenta del Desierto en Jarhead (Soldado Anónimo) y un cowboy homosexual en Brokeback Mountain.
Desde que le dio por hablar con un conejo gigante en Donnie Darko no ha parado de trabajar. Jake Gyllenhaal es uno de los mejores actores de su generación y un referente para todos los que buscan el equilibrio entre el cine comercial y los productos independientes.
Lo de ahora es el remate perfecto para los incrédulos: dos directores con cara de Oscar (Sam Mendes y Ang Lee), dos planetas distintos (Oriente Medio y la América profunda) y un rostro a medio camino entre el rebelde hollywoodiense y el niño que pone petardos en los tubos de escape.
-Parece haber sido un año muy importante para usted.
Sí, lo ha sido sin duda. He hecho, posiblemente, dos de las mejores películas de mi carrera con dos grandes directores y he crecido mucho -o eso creo- como actor y como persona. De todas formas, creo que eso es algo que podré decir dentro de unos años y no ahora.
-Su primer filme bélico es Jarhead...
Bueno, Jarhead es una película de guerra donde cuesta encontrar la guerra. Básicamente es algo muy parecido a lo que sucede con el libro en el que se basa la película (obra de Anthony Swofford) y que me sorprendió desde la primera página, donde lo que menos importa es la guerra y sí todo lo que sucede alrededor de ella.
-¿Como preparó su papel para esta película?
Hubo dos etapas muy diferenciadas: primero la física, donde nos entrenamos a fondo corriendo, haciendo natación, levantando pesas... Eso nos llevo una semana, que culminó con una estancia en uno de esos campos de entrenamiento del Ejército... bastante duro. Después vino la parte psicológica, que fue aun más dura, porque implicaba un montón de cambios en mi interior.
-¿Cambios?
Sam dice que me vió pasar de niño a hombre. No sé si es tan drástico pero lo que sí es cierto es que hubo un gran cambio desde que entré en el proyecto hasta que salí de él, cinco meses después.
-¿Por qué aceptó este papel?
Pues hay un montón de razones: en primer lugar la oportunidad de trabajar con Sam Mendes, que es uno de los directores más inteligentes con los que he trabajado, en segundo porque el libro en que se basa me parece maravilloso, a la altura de lo que está haciendo ahora mismo un escritor como Dave Eggers, renovando la literatura. Y en tercer lugar porque me interesaba el personaje, me parecía auténticamente humano... lleno de contradicciones.
-¿Cree que es un buen momento para estrenar esta película con lo que está pasando en Irak?
Yo no soy quién para contestar esa pregunta, pero lo que sí puedo decir es que ésta no es una película política sino algo más cercano a una experiencia personal. Cada uno puede sacar las conclusiones que desee pero no hay en esta película ni un gramo de militancia.
-Hablemos de Brokeback Mountain, ¿dudó en aceptar el papel por sus connotaciones sexuales?
No, no hubo ninguna duda, no importaba que el personaje fuera heterosexual, o gay (como en este caso) desde el momento en que supe que Ang Lee estaba dirigiendo la película. Sabía que lo haría perfecto, que haría una historia de carne y hueso y que su trabajo estaría basado en todos nosotros, en los seres humanos, más que en ningún grupo en concreto.
-Es una historia durísima.
Sí, es muy dura. Es algo que no es fácil: ellos están en medio de ninguna parte, están totalmente solos, incluso cuando están rodeados de gente y sólo encuentran confort, intimidad y alivio cuando están el uno con el otro. Y lo peor es que eso es algo que tienen que esconder.
-Y una interpretación a duo muy difícil...
Heath Ledger y yo nos ayudamos muchísimo en toda la película y me encantó el hecho de trabajar con alguien con tanto coraje. Los dos nos hacíamos las mismas preguntas, teníamos los mismos miedos... Fue importante trabajar con alguien de mi edad. De todas formas quiero decir que para mí no es una historia de gays, sino sobre lo duro que es para dos personas amarse y no importa cual sea el contexto. Es difícilmente duro quererse.
