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Japón recuerda al santo de los samuráis

Tokio, (EFE).- El jesuita español Francisco Javier, pionero de la evangelización de Japón en el siglo XVI, es recordado en el país del Sol Naciente como el artífice del encuentro con España, que se intenta renovar 500 años después del nacimiento del ilustre santo.

"Xabieru", como conocen los nipones al santo patrón de Navarra, de las Misiones católicas y de la Juventud, es uno de los personajes españoles con mayor reconocimiento en Japón, donde hasta un parque temático ha tenido la osadía de recrear el famoso Castillo de Javier del original navarro.

Precisamente, en "Parque España", el espacio lúdico dedicado al país ibérico en la provincia de Mie, al oeste de Japón, se celebra desde el 7 de abril una exposición que conmemora el V Centenario del nacimiento del santo varón, en esa misma fecha de 1506.

Esta retrospectiva audiovisual culminará el 22 de abril con lecturas maratonianas en japonés del "Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", en las que participarán miembros destacados del mundo de la cultura nipona y de la colonia española presente en Japón.

En otoño, la pianista Mine Kawakami interpretará por primera vez una pieza dedicada a la figura y obra de San Francisco Javier, en el inigualable marco escénico del templo de Kiyomizu, en Kioto.

En esta ciudad, que en 1550 era capital de Japón, el jesuita sufrió una de sus mayores desilusiones, pues ni las autoridades políticas, ni las religiosas, se dignaron a recibirlo, según las malas lenguas, por el aspecto desastrado que llevaba el santo.

En esos tiempos, Kioto, la ciudad de los mil y un santuarios budistas y sintoístas, tampoco presentaba la mejor de sus imágenes, arruinada por las guerras entre clanes feudales sostenidos por las espadas de los samuráis, los terribles guerreros de los que tan profusamente hablaría Francisco Javier en sus cartas.

El acontecimiento cultural que acapara mayor atención en Japón ante el aniversario es la ópera inspirada en el santo y sus pasos por Zipango, como se conocía en Occidente a Japón.

Obra del compositor Edward Ishita en colaboración con el español Iñigo Casalí, la ópera se estrenará en Tokio los días 29 y 30 de noviembre; en Nagasaki, el 2 de diciembre, y el 5 de ese mes en Kagoshima, suroeste del país, el lugar en el que tocó tierra nipona por primera vez Francisco Javier.

Ese último mes cerrará la "javierada" japonesa con un simposio internacional en la Universidad Sofía de Tokio, los días 9 y 10 de diciembre.

El recorrido en Japón del jesuita navarro ha sido reconstruido en el documental "El legado de Francisco Javier en Japón", con guión y dirección de Ramón Vilaró y Gonzalo Robledo, que se presenta el próximo viernes en el Castillo de Javier, en el auténtico.

Vilaró afirma que el documental también "muestra la huella dejada entre los católicos japoneses, las bodas, la enseñanza en universidades como la de Sofía, las tradiciones culinarias, como el 'tempura' (fritura), o la introducción del primer reloj mecánico y las nuevas técnicas de imprenta".

Vilaró para escribir "Dainichi" siguió los pasos de Francisco Javier en Japón, a donde el santo arribó el 15 de agosto de 1549, a una tierra de "viento suave" y duras costumbres que apenas los portugueses estaban tratando de abrir a su comercio.

"Es gente de mucha cortesía unos con otros, precian mucho las armas y confían mucho en ellas; siempre traen espadas y puñales, y esto todas las gentes, así hidalgos como gente baja", indicaba el jesuita en una carta a sus compañeros de hábito en Goa (India), dónde había abierto su singladura asiática.

Aunque la estancia nipona de Francisco Javier fue difícil, sin embargo, su primera impresión hubo de durar el resto de su vida.

"Me parece que entre gente fiel no se hallará otra que gane a los japoneses. Es gente de muy buena conversación, y generalmente buena y no maliciosa", que "estiman más la honra que ninguna otra cosa". añadía.

El santo no hubo de estar largo tiempo en Japón. En 1551 emprendía el retorno a la India y en 1552 moría en la isla de Sancián, frente a las costas chinas.

Hoy día, apenas medio millón de católicos nipones (menos de los que hubo en los siglos XVI y XVII, antes de las persecuciones de los 'shogunes' Tokugawa) dan poca fe del éxito del proselitismo del navarro.

Esa escasa presencia religiosa, sin embargo, contrasta con el vasto legado cultural que este año conmemorativo se encargan de recordar los descendientes de aquellos hidalgos y samuráis reunidos de nuevo por la obra del jesuita español.

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