?Hay que administrar el cambio, para que el cambio no lo administre a uno?. Fernando Gutiérrez Barrios
No hay plazo que no se cumpla. Desde el primer minuto de este 1 de diciembre Felipe Calderón es ya presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Y su primer gran reto será tomar la protesta de su cargo como lo ordena la Constitución.
El PRD y los demás partidos del Frente Amplio Progresista se han comprometido a impedir esta toma de protesta. Lo harán movilizando a manifestantes en las calles y a sus diputados y senadores en la sede del Congreso.
El esfuerzo está condenado a fracasar en lo legal. Para el momento en que tome la protesta, de hecho, Calderón será ya presidente de México. Así lo señala el Artículo 83 de la Constitución. Pero los perredistas, más que impedir la protesta, buscan mandar un mensaje a la población a través de los medios de comunicación. Quieren mostrar a un presidente acosado e ilegítimo.
A final de cuentas, sin embargo, los perredistas pueden terminar haciéndose un enorme daño a sí mismos. La imagen del PRD rijoso y antidemocrático ha regresado y en esta ocasión será muy difícil de borrar. La apertura de los medios, en lugar de favorecer al partido, graba las imágenes de confrontación en la imaginación popular. Quizá esto acerque el PRD a los grupos más radicales de la sociedad, a un subcomandante Marcos que durante la campaña dijo rechazar a Andrés Manuel López Obrador, pero ahuyenta a los electores moderados que son la clave para cualquier triunfo electoral.
López Obrador ya no pretende ser un estadista o siquiera un político razonable. Se comporta como un globalifóbico o un vándalo sin meditar sobre las consecuencias para su partido o para el país. Su posición es que ninguna elección es legítima si él no la gana. Un triunfo de la derecha, dijo en campaña, es moralmente inaceptable. Si las reglas no lo favorecen, hay que cambiar las reglas, aunque sea después de la contienda.
Sus seguidores han asumido una posición igual de intolerante. Afirman representar toda la moralidad y la honestidad, mientras que sus rivales quedan reducidos, por definición, a usurpadores, defraudadores y peleles. Para ellos una votación llevada a cabo con reglas claras, con la participación de la ciudadanía, con órganos electorales imparciales y un tribunal electoral que escucha y decide las quejas, es fraudulenta si la pierden, mientras que una votación a mano alzada en una plaza pública en una reunión a la que sólo acuden simpatizantes es suficiente para nombrar a un ?presidente legítimo? para el país.
En el Congreso, los legisladores del Frente Amplio Progresista han asumido la posición de que un grupo minoritario tiene derecho a vetar el resultado de una elección. A eso se reduce el esfuerzo de los diputados y senadores de esa alianza por impedir la toma de protesta del presidente Calderón. Y es una posición inaceptable en cualquier país democrático.
¿Qué va a ocurrir? No tengo duda de que el presidente Calderón cumplirá con el mandato constitucional de tomar protesta ante el Congreso. Cualquiera que sea el costo, el nuevo mandatario tiene la obligación de hacerlo. La penalidad por no presentarse es excesivamente alta: el Congreso podría elegir a un presidente sustituto.
El presidente Calderón no tendrá problemas para gobernar. Cuenta con el apoyo de las Fuerzas Armadas y de esas instituciones que tanto ha despreciado López Obrador. La duda es si podrá conseguir los apoyos que necesita en el Congreso para hacer reformas de fondo. Pero hay muchos cambios que se pueden hacer directamente desde la Presidencia.
El reto de Calderón no será realmente el de legitimidad, como lo plantea el PRD. Un 85 por ciento de los mexicanos lo acepta como presidente de México. Los problemas que enfrentará son otros, mucho más complejos y mucho más difíciles: el narcotráfico, el crimen organizado, la pérdida de competitividad del país, la escasa generación de empleos. Ahí se definirá o se desdibujará finalmente su Presidencia.
De hecho, serán el PRD y los partidos del Frente Amplio los que enfrentarán el reto de legitimidad. Tendrán que explicar constantemente por qué aceptan dinero y privilegios del Estado que desconocen. Tendrán que justificar ante los electores por qué sólo reconocen sus triunfos, pero no sus derrotas.
Empezamos un nuevo sexenio. Nadie puede juzgarlo de antemano. Tendremos que considerar con el tiempo sus aciertos y sus errores. Pero una cosa sí debe quedar clara: a todos los mexicanos, pero especialmente a los más pobres, nos conviene que este nuevo Gobierno tenga éxito.
LEALTAD
?A usted, señor presidente, electo por la soberana voluntad del pueblo, a escasas horas de ser nuestro comandante supremo, le refrendamos nuestra absoluta obediencia y lealtad?. Las palabras del nuevo secretario de la Defensa, el general Guillermo Galván, un hombre surgido del pueblo que avanzó paso a paso por la jerarquía militar hasta llegar a su más alto peldaño, eran muy importantes ayer para el presidente Felipe Calderón. Desde hace décadas no ha habido dudas de la lealtad del Ejército Mexicano hacia el presidente de la República. Pero ante el reto de López Obrador y sus seguidores a la legitimidad del presidente, esta declaración se hacía indispensable. Le daba un contexto más sólido a la reiteración de Calderón de que se presentará a tomar protesta ante el Congreso, ?no por capricho, sino simple y sencillamente porque así lo manda la Constitución, nada más, pero tampoco nada menos?.