?Mil millones aquí y mil millones allá, y de repente empiezas a hablar de dinero de verdad?. Everett Dirksen, senador estadounidense
Las cifras son tan grandes que su verdadera magnitud tiende a perderse de vista. El Gobierno de la República está proponiendo para el 2007 un gasto de 2 billones 214 mil 374.7 millones de pesos. Con cifras de esta magnitud la gente ya no sabe siquiera de qué estamos hablando. No ayuda el hecho de que casi nadie sabe realmente cuánto es un billón (un millón de millones).
Los políticos, líderes sindicales y los representantes de grupos de poder dicen que este monto es muy poco. No les alcanza para todos los programas de gasto que tienen o que quieren tener. Todos afirman que les toca menos de lo que merecen. Según ellos, la recaudación es muy escasa y por lo tanto, hay que aumentar impuestos para elevar el gasto. Pero ¿realmente es tan pequeño el gasto del Gobierno mexicano?
El presupuesto para 2007 es equivalente a 201 mil 307 millones de dólares. No queda muy lejos del costo de la guerra en Irak, que es hasta ahora de 350 mil millones de dólares. Representa un 22.6 por ciento del producto interno bruto, esto es, la suma de toda la producción de bienes y servicios del país.
Si repartiéramos este dinero a partes iguales entre los casi 106 millones de habitantes de México, nos tocarían 20 mil 890 pesos a cada hombre, mujer y niño. Considerando que una familia promedio tiene cinco integrantes, cada familia obtendría 104 mil 451 pesos en el año, o sea 8,704 pesos al mes. Las familias ricas recibirían menos y las pobres más, porque estas últimas tienen más hijos.
¿Estamos obteniendo los mexicanos un valor razonable a cambio de ese enorme gasto? ¿Realmente nos conviene que el Gobierno maneje ese dinero? ¿O acaso estaríamos mejor si simplemente se repartiera entre todos los mexicanos? ¿Usted y su familia obtienen servicios del Gobierno que valgan 104 mil 451 pesos en un año?
Los Gobiernos son necesarios para algunas cosas. La primera justificación para su creación fue la seguridad. Los jefes de familia estaban dispuestos a ceder parte de su libertad a cambio de que un gobernante protegiera a la familia de la violencia de terceros. Si el jefe de familia no podía por sí solo proteger a los suyos de agresiones, la comunidad unida en torno a un Gobierno sí podía hacerlo.
Pero ¿está hoy realmente cumpliendo el Gobierno con esta función de proporcionarnos seguridad? O ¿estaríamos mejor si nos quedáramos con el dinero y nos defendiéramos nosotros mismos?
Una justificación posterior para el Estado fue la idea de que éste tenía la obligación de repartir la riqueza. Era injusto, se decía, que en la sociedad hubiera unas cuantas personas con mucho dinero y la mayoría no tuviera absolutamente nada. Por eso era importante tener un Gobierno que le quitara dinero a los que tenían en exceso y se lo diera a quienes no tenían nada o muy poco.
Con esta argumentación, a raíz de la Revolución Mexicana, y en especial de la promulgación de nuestra ?constitución social?, los Gobiernos de nuestro país empezaron a justificar su existencia diciendo que su actuación tenía como propósito combatir la pobreza y la desigualdad. Pero después de casi un siglo de aplicar esa filosofía, ¿estamos realmente mejor que antes? ¿Ha podido nuestro enorme Estado reducir la pobreza y la desigualdad? Me parece que la respuesta es negativa.
Si hoy revisamos la enorme lista de responsabilidades que se ha dado a sí mismo el Estado, y que quedan de manifiesto en los innumerables rubros del presupuesto de 2.2 billones de pesos que se está programando para el año que viene, nos daremos cuenta de que las justificaciones originales simplemente se han perdido en la enormidad del gasto. La seguridad pública ahí está, con un gasto de 15,200 millones de pesos, pero esto es sólo el 0.7 por ciento del presupuesto total. El combate a la pobreza también está ahí: la Secretaría de Desarrollo Social recibirá 27 mil 600 millones de pesos. Pero esto sólo representa el 1.2 por ciento del gasto.
¿En qué está gastando, entonces, el dinero el Estado mexicano? El rubro más importante es la burocracia. Los salarios, las pensiones, los materiales de oficina, los viáticos y las oficinas de los burócratas son, con mucho, el mayor gasto del Gobierno Federal. Algunos de estos servidores públicos proporcionan servicios muy importantes, son médicos y maestros, pero muchos obtienen sus ingresos sin aportar nada realmente útil a la sociedad.
Y no sorprende. Los empleos burocráticos representan canonjías de por vida. Una vez que se obtiene una planta, ya no hay incentivos para esforzarse o para distinguirse. La principal motivación es, simplemente, llegar a la jubilación.
Poco importan los ajustes que los diputados le harán al presupuesto de 2007. Al final seguirán aprobando un gasto de más de 2.2 billones de pesos que, si se repartiera entre todos los mexicanos, nos dejaría más de 20 mil pesos a cada uno. Yo, por mi parte, prefiero que me manden mi cheque.
APERTURA DE BOLETAS
Entiendo que la Ley ordena la destrucción de los materiales electorales y hay que acatarla. Pero no prohíbe que se den a conocer todas las boletas antes de la destrucción. La Comisión de Transparencia del IFE debió, a mi juicio, haber permitido la apertura de boletas electorales. Con eso se habría puesto fin a la insistencia del PRD de que hubo un fraude en la elección del dos de julio que se habría limpiado con un recuento de los votos.